Si Gabriel García Márquez hubiera nacido décadas después y fuera de esos que actualizan cada minuto sus cuentas en redes sociales, quizás habría optado por titular su autobiografía de tres tomos Contarla para vivir, en lugar de Vivir para contarla. En esa dirección apunta el fenómeno selfie y el autobombo, en particular en Facebook. Y mucho más en verano, cuando todas las playas son de arena fina, las puestas de sol espectaculares, los mojitos están en su punto, los niños se portan genial y de los mosquitos no hay ni rastro. ¿Es posible no sentir celos ante un panorama así? “Volvemos el mundo al revés. Hemos pasado de hacer fotos para recordar lo vivido, a vivir para poder sacar fotos y que otros vean lo bien que vivimos”, dice la psicóloga Núria Costa.
De acuerdo con el estudio Envidia en Facebook: Una amenaza escondida para los usuarios, la primera causa de envidia entre los usuarios de Facebook son las fotos de las vacaciones, cuando se extiende la innoble sensación de que todos, absolutamente todos tus contactos, son más felices que tú. El problema, en realidad, ya lo enunció Montesquieu casi 300 años atrás, cuando las redes sociales todavía no estaban en la imaginación de nadie: “Si solo quisiéramos ser felices, sería fácil; pero queremos ser más felices que los demás, y esto es casi siempre difícil, ya que los creemos más felices de lo que son". Otro estudio sobre el tema, elaborado por la Universidad de Stanford señalaba que "subrayando la versión más inteligente, divertida de la vida de la gente, e invitando a las comparaciones constantes en las que tendemos a vernos como los perdedores, Facebook parece explotar el talón de Aquiles de la naturaleza humana”. Bingo.
Vayamos por partes:
1. Soy lo que comunico, o dime de qué presumes y te diré de qué careces
¿A qué apunta la necesidad de contar a los cuatro vientos dónde está uno, con quién o lo que hace constantemente? “En casos desmesurados, podríamos decir que la necesidad real psicológica es de baja autoestima, inseguridad y necesidad de aprobación. No solo en relación con las vacaciones, sino con la necesidad de ser admirados en cualquier ámbito”, apunta Costa. “A veces parece que lo más importante esté fuera de nosotros y sentimos la obligación de demostrar que estamos en todas partes, cuando en realidad lo que estamos haciendo es desconectar de nosotros mismos. Nos escuchamos menos y no nos damos permiso para vivir el momento (bueno o malo) que estamos pasando”.
Siempre han existido los temibles vídeos de bodas, comuniones o viajes de familiares y amigos. Pero ahora ese círculo íntimo se ha expandido hasta el infinito. Y pobre de quien no comparta nada, porque es como si no existiese. “Si no colocas fotos maravillosas, equivale a decir que no tienes éxito. Es una estrategia deliberada de posicionamiento. Identificamos quién soy por la historia que cuento”, añade la psicóloga y coach Isabel Aranda.
2. La envidia vacacional, o por qué yo también me merezco esas vacaciones en Tailandia
Como muestran, entre otros, los dos estudios citados anteriormente, las redes sociales multiplican la sensación de carecer de algo que los demás sí tienen. Aranda señala que sentimos envidia porque creemos que algo amenaza nuestro ego, nuestro sentido de valía. “Veo fotos de esas vacaciones en Tailandia y siento que me merezco más que el otro estar en Tailandia. No es un sentimiento que parta del equilibrio personal, sino de las comparaciones”. La otra cara de la moneda, que funciona a la inversa y es igual de nociva, es dar envidia. Es decir, colgar fotos para que todo el mundo se entere de que estoy en Tailandia. “Volvemos al sentido del ego. Para mostrar que yo puedo, que soy más que los demás. Cuando yo siento envidia del otro o yo hago por dar envidia estoy actuando desde un sentido desequilibrado de mí mismo”, dice Aranda.
3. La exageración, o por qué nunca pican los mosquitos en verano
Sólo publicamos las fotos en las que quedamos bien. De la misma manera que en Facebook sólo tenemos bebés maravillosos que nunca lloran ni se hacen caca. Es fácil comprobarlo. Pero por si hubiera alguna duda, una encuesta de lastminute.com de 2011 aseguraba que una buena parte de los europeos miente o exagera sobre sus vacaciones para hacerlas parecer más interesantes. España, concretamente, ocupa el segundo lugar en el ranking de las mentiras (el 22 por ciento contaba mentirijillas, de acuerdo con la encuesta).
Costa observa con frecuencia, en su consulta psicológica, cómo sus clientes hacen asociaciones y sacan conclusiones desmedidas acerca de lo que otros publican. “El ser humano tiende a hacer atribuciones conductuales para entender las causas de las cosas, del tipo 'claro, no vino a mi fiesta pero fue a la suya'. Y desde ahí se entra en un bucle de pensamientos distorsionados que a menudo alimentan la ansiedad, la tristeza y la preocupación”.
4. La deseabilidad social, o cómo quedar siempre bien
Imposible referirse a la envidia vacacional sin hacer referencia a la deseabilidad social, la tendencia de las personas a presentarse ante los demás de una forma adecuada desde el punto de vista social.
No intentes quedar bien.No te culpes si no favoreces el pensamiento ajeno. #funcionalidad #deseabilidadsocial pic.twitter.com/Y4B2EmaCUA
— ZAIRA CABOT (PSICO) (@PSICOLOGAZC) marzo 30, 2015
#deseabilidadsocial Demasiada gente que le importa lo que piensen los demás y condicionan su vida.... STOP. #razona pic.twitter.com/WCjPKreGOA
— ZAIRA CABOT (PSICO) (@PSICOLOGAZC) febrero 9, 2015
La psicóloga de Siquia Lorena Sahagún señala que hacemos de las redes sociales la pantalla que nos convierte en protagonistas de nuestro propio canal, que puede sintonizar todo aquel que quiera saber sobre nuestra vida. “En ocasiones caemos en alimentar el morbo del espectador”, dice Sahagún. “Dejamos al margen la realidad del día a día para convertir nuestra experiencia cotidiana en un reality en el que manejamos nuestros propios contenidos, y ésta es una de las claves que nos hace engancharnos a ello, porque yo elijo el público, pudiendo así plasmar sólo lo que quiero que los otros sepan sobre mí. La deseabilidad social dirige nuestro dedo cuando pulsamos el botón de publicar. Cuando vamos de vacaciones tenemos que disfrutar, pero hemos asociado el éxito de nuestra vida a la apariencia de éxito que refleja nuestra huella digital”.
Esto puede traer problemas. “La imagen que has plasmado en la red es la idea proyectada del producto que tú quieres vender, pero que entra muchas veces en conflicto con lo que eres realmente y esa disonancia genera malestar”. Como queremos la aceptación de los demás, tendemos a actuar de manera que no seamos criticados y sí aceptados en nuestro grupo de iguales. “Colgar una foto de mis exquisitas vacaciones también puede llevar ese mensaje oculto que grita 'admíteme', 'admírame' o 'entérate'”, apunta la experta.
5. Qué hacer, o cómo no restar contenido a la vida real para mejorar la virtual
En este punto no hemos cambiado nada. “Basarte en la búsqueda de beneficios a largo plazo es lo más inteligente emocionalmente”, dice Sahagún. “Lo que hace que la vida merezca la pena es mirar hacia atrás y esbozar una sonrisa. ¿Vas a dejar que tu autoestima dependa de que las vacaciones de otro no parezcan tan agradables como las tuyas? La solución es vivir aquí y ahora cada momento con conciencia plena”.
Aranda cree que es muy importante ser consciente de para qué estás subiendo tal o cual contenido, o explicando tus vacaciones a tus compañeros. “¿Es para demostrar que también estás a la altura o para compartir ese momento especial de tu vida con los demás? La diferencia es crucial”, señala.
“Las fotos en papel eran el anclaje que evocaba los recuerdos de lo que sucedió aquel día”, señala Costa. “Los grandes momentos no se plasman en fotos, los grandes momentos ¡se viven!”.
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