Cuando los abuelos de hoy eran los más pequeños de la casa, la mayoría de los hogares españoles sobrevivían con lo justo. Por entonces, los Reyes Magos no traían decenas de regalos para cada niño. Hemos acudido a un centro de día, en Alcalá de Henares (Madrid), para conocer cómo era una mañana del 6 de enero hace décadas. La conclusión es sencilla: lo poco que recibían les hacía muy felices.
María (77) y Concha (75): "Ajos, zanahorias y toallas"
En casa de Concha, procedente de Ciudad Real, criaban zanahorias, lo que las convertía en un regalo habitual en Reyes. "También naranjas de sangre de toro, ¿sabes cuáles son?", a lo que contesta María, de Cáceres: "Las que llevan por dentro los pipos rojos. A mí los Reyes me echaban ajos, con los que luego mi tía hacía unas migas buenísimas". "Cuando era más mayor, toallas o sábanas para el ajuar", recuerda la manchega, cuyos 6 de enero no eran muy distintos a cualquier otro día después de disfrutar los regalos: "Íbamos a recoger aceitunas". "Ahora, a mis nietos les doy dinero y a mi nuera, unas bragas", dice entre risas.
Margarita (70) y Rosa (61): “Muñecas de trapo”
La primera, de Málaga, y la segunda, de Sevilla, cruzaban los dedos para recibir un regalo en concreto: "Muñecas, a veces de cartón y a veces de trapo". Nunca de plástico, como "los muñequitos de la Guerra de las Galaxias" que Margarita le regala a sus nietos. "Cuando no me traían una muñeca, la hacía yo. Con mi trapito y mi aguja, me liaba a coser. Eso eran mis Reyes… Y con muchísima ilusión", añade la malagueña, que utilizaba la lana de la almohada de su abuela para hacer el pelo de sus muñecas.
Jesús (66) y Pilar (71): "Alguna naranja y unas castañas"
"Pues los Reyes nos echaban muy poquita cosa", dice Jesús, de Toledo, que recibía un duro o alguna naranja. Se le ilumina la cara al recordar su mejor regalo, "un coche de madera con el que jugué ni se sabe hasta que se rompió". Su hermana, Pilar, se conformaba con "unas castañas, unos higos, una muñeca de trapo o cinco pesetas". "Era muy especial, estabas deseando levantarte para ver los regalos”, recuerda él, una idea en la que incide ella: "Era más bonito que ahora".
Fernando (66) y Manoli (68): "Higos y nueces"
A casa de Manoli, procedente de Zamora, apenas llegaban regalos. "Donde sí recibía era en casa de mis padrinos. Me daban higos, nueces y una serpiente de mazapán. Estaba loca por que llegara el día de Reyes". Su marido, Fernando, no tenía padrinos, "así que como mucho nos echaban cinco duros que iban directos al banco". "Una vez me regalaron un portaminas. Fue lo más bonito que nunca me habían regalado", recuerda. La sonrisa no se borra de sus caras mientras recuerdan aquellos días de Reyes. "Ahora los niños tienen de todo. No les hace ilusión nada", dice Manoli.
Rafi (62) y Evelia (71): "Una cocinita y un plumier"
Evelia, de Cuenca, nota la diferencia de edad con Rafi, de Cáceres, cuando rememoran sus Reyes: "Tú tienes mejores regalos que yo; se nota que era otra época". Mientras que la más joven recibía un muñeco que lloraba, "que no quería sacar de la caja", e incluso unas cocinitas de juguete, los Reyes traían a Evelia un estuche para los lápices o, como mucho, una hucha de barro. "Después, en el pueblo, cada uno salíamos con nuestro regalo y jugábamos todos", dice Rafi, un recuerdo que enciende a la conquense: "Íbamos todos a la calle, preguntándonos qué nos había caído a cada niño".
Isabel (72) y Gabriel (68): "Nueces y un parchís"
"Éramos una familia muy humilde. Lo que tenía la mayor era para que jugásemos todas". Así recuerda Isabel, de Guadalajara, sus mañanas de Reyes, en las que esperaba la cesta de su tía de Madrid: "Nos enviaba nueces y castañas. Eso para nosotras era una fiesta que no te cuento". Gabriel, que creció en Cuenca, también se crió en un hogar humilde: "No me echaban casi nada. Un año me trajeron un caballo de cartón, que cuidaba mucho". Cuando le preguntamos por su mejor regalo, no duda: “Un parchís”.
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