El culpable de la Comic Sans: "Soy el creador de la mejor tipografía del mundo"

“Algo he debido de hacer bien”, dice Vincent Connare

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A Vincent Connare internet le tiene frito.

Si su nombre no te dice nada, mira esta imagen.

Libro del Vaticano para celebrar la figura del Papa Benedicto

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Documento con el que el CERN presentó el descubrimiento del Bosón de Higgs, el avance científico más importante de las últimas décadas

Ahora pregúntate si hay algo en ellas que no cuadra.

“Soy el creador de la mejor tipografía del mundo”, afirma con seguridad cuando se presenta. Vincent Connare (Boston, 1960) es el padre de Comic Sans, el tipo de letra que más gusta odiar en Internet. Si las imágenes de arriba te han parecido fatal, ¡bienvenido! La red está de tu lado. Además de las críticas que la tipografía recibe cuando el Papa, el fútbol o la ciencia la utilizan, hay recopilaciones que se mofan de sus usos, servicios de ayuda para los criminales que la emplean, páginas que responden a si deberías utilizarla (spoiler: no) e incluso, desde hace 12 años, un movimiento al que adherirte y que clama por su abolición: Ban Comic Sans.

A Connare le gusta decir que Comic Sans nació como solución a un problema. Fue en 1995, cuando Microsoft, donde él trabajaba, quería entrar en las casas. “Nuestro objetivo”, recordaba el pasado viernes en una charla en el VAM de Londres, “era poner un ordenador personal en cada hogar”. La empresa creó entonces Microsoft Bob, el software que pretendía hacer de la informática algo amigable para “mamás y papás” mostrando una casa en la que cada elemento era un programa (ejemplo: de un cuaderno salía un procesador de texto) y donde un perro llamado Rover daba instrucciones para continuar. 

Así se le ocurrió a Microsoft explicarte cómo funcionaba un ordenador

Pero Rover no tenía alma: hablaba en Times New Roman. Cuando Connare lo vio, trazó, inspirado en las burbujas de las viñetas de Watchmen, su idea de cómo deberían lucir las palabras del perrito. Su jefe dijo que esa letra era imperfecta; él respondió que así debía ser. La empresa aceptó, el perro empezó a hablar como en un cómic y, tras la muerte de Microsoft Bob -un mal invento- Comic Sans permaneció preinstalada en todos los PCs.

El resto es historia.

“Algo he debido de hacer bien”, reconoce su creador. “Ni era mi intención ni estaba previsto que se convirtiera en tipografía. Sólo mostré cómo quedaría, la enseñé y me dijeron: conviértela en fuente”. Veinte años después, Comic Sans es una de las letras más populares y ubicuas del mundo. Es la que te encuentras en el menú del día del bar de abajo, en souvenirs, rótulos o toallas de playa baratas en Australia; la que te llega en una cadena de email conspiranoica y la que Esperanza Aguirre usa para un mitin. Su estética inocente y desenfadada ha trascendido el fin para el que fue creada (¡ponerle alma a un perro animado!) y ha entrado de lleno en nuestra cultura.

“Me encantó que el CERN la usara para presentar el Bosón de Higgs”, cuenta a Verne Connare cuando, al terminar su charla, le preguntamos por su ejemplo favorito. “Me impresionó ver algo así anunciado en Comic Sans. La jefa la usa en otras presentaciones porque le gusta mucho”.

El diseñador da más casos. Este verano el Centro de Investigación del Cáncer de Reino Unido creó Cancer for Comic Sans, una campaña para recaudar fondos que también buscaba reflexionar. “Hemos pedido a 500 artistas internacionales que expresen lo que Comic Sans significa para ellos. ¿La aman o la odian? ¿Cómo sería el mundo sin la fuente que todo el mundo adora criticar?”, decía la convocatoria. “Los resultados son diversos e intrigantes. Cambian la forma en la que miramos a esta fuente divisoria”.

Comic Sans vs Helvética

Nacida en Suiza en 1957, Helvética es para los expertos y por su legibilidad la obra cumbre de la tipografía. “En los 50 el diseño gráfico necesitaba fuentes racionales que presentaran las expresiones contemporáneas de forma inteligente y legible”, explica el autor Rick Poynor. Desde entonces y aunque no la notes, la ves a diario en los post-it, en los tuppers de Tupperware, en productos Panasonic, en Skype o en Apple (aquí hay 40 ejemplos más de logotipos creados con ella). Helvética vino al mundo a poner orden: la publicidad de los felices años 20 y la cartelería de entreguerras lo habían dejado todo descolocado (tanto color, tanto ruido, tanta letra imperfecta) y había que racionalizar.

“Eres una atractiva mujer de vestido negro”, dice sobre ella este videoclip, que Connare pone en sus charlas. “Comic Sans: tú eres simple, bromista. Como una tira de cómic. Te convertiste en la cara del hombre normal”. Y ambas, termina la canción 'El cuento de Helvética y Comic Sans', “os habéis mezclado en una guerra de clases. Diseñadores y madres, aprended a no juzgar los libros por sus portadas”.

El caso es que del uso de la Helvética no te enteras aunque esté en tu casa, tus calles y tu vida, pero que cuando ves un texto en Comic Sans algo arde dentro de ti. “Por eso insisto en que Comic Sans es todo lo que el diseño significa”, afirma su inventor. “Diseñar es encajar tu propuesta con lo que te han pedido y esta fuente tenía que ser popular entre familias, en el mercado de consumo de Microsoft. La división trabajaba bajo la marca hogar. Y Comic Sans ha sobrevivido a ella y a sus productos”. ¿Por qué es entonces tan detestada? ¿Por qué hay hasta un movimiento para que nadie la use? “Todo lo bueno siempre es despreciado. Fíjate en la música. Las bandas y músicos que han causado un gran impacto también han sido odiadas”, dice.

A Vincent Connare las críticas no le molestan aunque sean tan duras como que Comic Sans es de ignorantes tipográficos y que “su abolición será la salvación de todos los alfabetizados” (manifiesto Ban Comic Sans, línea 30). “Es una opinión muy elitista. Y es sólo un lado de la discusión. Hay millones de personas que no son diseñadoras y aman Comic Sans. Fue creada para ellas”, opina.

Teniendo en cuenta que todo vuelve (y que ahora “lo moderno es no ser moderno” sino normal), ¿será Comic Sans algún día tendencia en diseño, como reacción de oposición a la norma de odiarla? Así lo cree Connare: “No fue creada para diseñadores y hay casos muy inapropiados de su uso pero podría ser. Es como la imagen del equipo de Microsoft de aquel entonces. Ahora serían tendencia: llevaban barba, gafas... ¡Son hipsters! Y eso era 1978. Quizá sí: cuando se convierta en vintage”.

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