No, aunque nos lo parezca no hay más accidentes aéreos

A pesar de que las cifras están descendiendo, la sensación de muchos es que hay cada vez más accidentes

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Tras el trágico accidente aéreo de esta mañana en Francia, muchos se han preguntado si está creciendo el número de accidentes aéreos. Pero no es así: la cifra lleva décadas en descenso.

¿De verdad hay menos accidentes?

Según el Bureau of Aircraft Accidents Archives, en 2014 hubo 120 accidentes aéreos, la cifra más baja en décadas. Sí hubo un incremento en los fallecidos (1.328) respecto a los últimos años: veníamos del mínimo histórico de 459 en 2013 y, de hecho, 2014 fue el primer año en el que se rebasó el millar de fallecidos desde 2010. Aun así, se mantiene la tendencia a la baja, teniendo en cuenta que antes de 2001 el número de fallecidos estaba casi siempre por encima de los 1.500 y antes de 1996, superaba los 2.000.

Según Airline Ratings, si sólo tenemos en cuenta las aerolíneas comerciales, hubo 21 accidentes con víctimas mortales, que se saldaron con 986 muertos. Eso sí, hubo un total de 27 millones de vuelos y 3.300 millones de pasajeros. Es decir, ha habido un accidente con víctimas por cada 1,3 millones de vuelos. Un mínimo histórico. Es más, hace 50 años había cuatro veces más incidentes con el 5% de los vuelos comerciales.

Entonces, ¿por qué tenemos la impresión de que hay más?

Esta sensación de que se ha incrementado el número de accidentes viene dada sobre todo por el alto perfil de estas tragedias. La de hoy martes ocurría en un vuelo que salía de Barcelona, por lo que nos es más próxima. Y el año pasado hubo dos ocasiones en las que estas muertes acapararon aún más tiempo y espacio en informativos y periódicos: la desaparición del Boeing 777-200 de Malaysia Airlines, que volaba de Kuala Lumpur a Pekín, y el derribo por un misil del Boeing 777 también de Malaysia Airlines, que volaba de Ámsterdam a Kuala Lumpur.

Esta impresión viene dada por el sesgo de disponibilidad: valoramos más las posibilidades de que algo ocurra cuando es más fácil que nos vengan ejemplos a la memoria. Como explica Daniel Kahneman en Pensar rápido, pensar despacio, recordamos más fácilmente las noticias poco comunes, pero impactantes. Por ejemplo, un estudio mostró que los participantes creían tener más posibilidades de morir asesinados por la calle que de un cáncer de estómago, que en realidad es cinco veces más probable. Los eventos impactantes como tornados e inundaciones también se perciben como más comunes de lo que son en realidad, mientras que se subestiman causas de muerte más habituales como el asma y la diabetes.

Como explica a Verne Helena Matute, catedrática de psicología experimental de la Universidad de Deusto, no sólo se trata de que nos influyan los hechos recientes y próximos, sino que además los accidentes de este tipo "tienen una carga emocional muy fuerte" y, por tanto, "nos impactan más, a nivel tanto emocional, como cognitivo y a la hora de recordar datos". Matute añade que "intuitivamente, funcionamos con el dato más reciente", ya que no solemos tener ni los datos completos ni el tiempo para realizar un análisis pausado". Esta forma de pensar, "ya nos va bien en nuestra vida diaria, ya que por lo general no trabajamos con estadísticas complejas".

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