Cada seis meses, la misma historia con el cambio de hora. ¿A las dos son las tres o a las tres son las dos? ¿Se adelanta o se atrasa el reloj? Y, lo que es más importante ¿dormimos una hora más o una hora menos? Acepto que soy incapaz de entender por qué cambiar la hora es bueno (¿o no?) para ahorrar energía y que me importa más si a partir de ahora habrá más horas de sol por la tarde o si cuando me despierte será de noche, así que lo asumo como un acto de fe. Ahora, además, ni siquiera es necesario hacerlo uno mismo: los smartphones lo hacen automáticamente. Y cada vez hay menos relojes a pilas en las casas.
El reto -autoimpuesto- era encontrar un truco para recordar para siempre qué pasa con el cambio de hora. Algo que repites de memoria aunque no lo entiendas pero que te da las claves. Como ese jueguecito de los nudillos que te enseñan en el colegio para saber si los meses tienen 30 o 31 días: cuando coincide con nudillo tiene 31 y cuando es hueco tiene 30. Aquí se explica mejor.
Así me propuse encontrar la regla mnemotécnica definitiva para saber si hay que adelantar o retrasar el reloj.
La teoría
El cambio de hora en España está regulado por ley desde el año 1974 y establece que el último domingo del mes de marzo se adelanta una hora y comienza el denominado horario de verano. El último fin de semana de octubre ocurre lo contrario: la hora se atrasa y comienza el horario de invierno.
El ejemplo anglosajón
Los angloparlantes utilizan una expresión para recordar qué hay que hacer en estos casos: “Spring forward, fall back”. Es un juego de palabras porque spring significa primavera y spring forward saltar (lo que recordaría que hay que adelantar la hora). Y fall significa otoño pero también caer si se usa el término fall back (una hora menos).
Intento hacer una asociación de ideas parecida: La primavera avanza (que, además, es un libro de Ángel González). La naturaleza y la vida se abren paso y avanzan en esa época del año. ¿Eso puede ayudar a recordar de que, en primavera, hay que adelantar el reloj? Me parece que este truco está muy bien para el inglés pero que es casi imposible que me acuerde de aquí a octubre.
Mi (cuestionable) aportación
Si no existe un truco, habrá que inventarlo. Después de un buen rato pensándolo e intentando hacer asociaciones de ideas un tanto absurdas -si sumo las 2 y las 3 me dan 5, que son las letras que tiene la palabra marzo. ¿Eso sirve para algo?- llego a esta modesta aportación.
-La palabra marzo es más corta que octubre=la noche que se cambia la hora en marzo es más corta=dormimos una hora menos.
-La palabra octubre es más larga que marzo=la noche que se cambia la hora es más larga=dormimos más.
Vale, me retiro.
Como siempre, todo está en internet
Antes de darme por vencida, dedico un buen rato a visitar páginas que puedan darme una pista y, por fin, encuentro una solución lo suficientemente buena como para creer que voy a recordarla a partir de ahora:
“Me gustaría que la primavera se adelantara y el otoño se retrasara”
En primavera, se adelanta el reloj. En otoño, se retrasa. Me gusta.
Uno de mis compañeros pone pegas y dice que él preferiría que el otoño se adelantara porque le gusta el otoño y no el calor. En fin, este truco no servirá para él pero a mí me parece bueno, así que decido adoptarlo. Curiosamente la frase aparece en un blog que se llama Cosas que [me] importan. Veremos si en octubre sigue sirviéndome.
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