Con su vasto y extraordinario patrimonio, fruto del paso de innumerables pueblos por sus tierras, Turquía debería ser un paraíso para los arqueólogos y restauradores de obras de arte. Pero en demasiadas ocasiones se convierte en todo lo contrario por las prisas de las autoridades por inaugurar museos y sitios turísticos, su gusto por el cemento y su escasa preocupación por la conservación. Y el último ejemplo de ello bien podría rivalizar con el infausto Ecce Homo de Borja.
“¿Sabes cuando alguien es sometido a la cirugía estética, que después se le hincha la cara? Pues así ha quedado”. Las palabras son de Mehmet Daskapan, la persona que ha denunciado la zafia restauración de los mosaicos del Museo Arqueológico de Hatay (al sur de Turquía) y, en concreto, se refieren a uno de época romana (s. II) en el que se muestra una ceremonia en honor a Isis (la diosa egipcia, no el grupo yihadista) y que tras pasar por las manos de los restauradores ha dejado de parecerse a la pieza original. “Han modificado la curvatura del rostro, del mentón y la han hinchado. Han cambiado de sitio algunas piedras y bajo la oreja faltan 10 o 12 teselas”.
Un tuitero turco bromea con que hasta los yihadistas del Estado Islámico (ISIS, en inglés), que han destrozado numerosos restos arqueológicos en Siria e Irak, hubiesen hecho una mejor restauración de los mosaicos.
İş bilmez badem bıyıklıların yaptığı restorasyonu işid yapsa daha güzel yapardı bknz Antakya mozaik müzesi😁 pic.twitter.com/e22U8b5zz9
— umit kantar (@KantarUmit) Mayo 4, 2015
La nueva restauración de los mosaicos romanos en el Museo Arqueológico de Hatay. Escándalo
Yeni Hatay Arkeoloji Müzesi’nde Roma Mozaikleri Restorasyon Skandalı http://t.co/dNN62kGZ1p pic.twitter.com/utPVmarfs6
— Arkeofili (@Arkeofili) Mayo 4, 2015
Todo comenzó con la renovación del Museo Arqueológico de Hatay, en la ciudad de Antioquía. Turquía posee ricas colecciones de mosaicos de las épocas helénica, romana y bizantina y presume de tener los mayores museos del mundo en su especie (como el de Hatay y el de Zeugma). El Ministerio de Cultura turco destinó 52 millones de liras (17,2 millones de euros) a la construcción de un nuevo museo con una superficie de 5.000 metros cuadrados en el que, cuando esté completamente acabado, se exhibirán 1.700 obras. Sin embargo, este es año electoral y el edificio fue inaugurado ya el pasado diciembre pese a que todavía no ha sido terminado, y solo están expuestas el 65 % de las piezas. En la ceremonia de apertura participó el primer ministro, Ahmet Davutoglu, pero los errores en los mosaicos parece que pasaron desapercibidos.
Quien no los pasó por alto fue Daskapan, un maestro artesano que lleva años utilizando las obras del Museo Arqueológico como inspiración para los mosaicos que elabora en su taller. Cuando fue a visitar la nueva exposición se encontró con que “al menos en 10 mosaicos hay graves errores de restauración que han hecho perder mucho de los originales”. “Son errores imperdonables”, sentencia en declaraciones al diario local Antakya Gazetesi, el primero en levantar la liebre sobre el escándalo.
Este experto, además, aventura cuál puede haber sido la razón de esta tropelía, ya que hasta ahora muchas de las piezas retocadas estaban en un relativo buen estado. “Hará unos dos años, cuando fui al viejo museo, observé que estaban trasladando los mosaicos. Ese día sucedió una cosa muy extraña. Los trabajadores separaron el Mosaico de Yakto, una obra del siglo V. en unas 150 partes. Y una de las piezas, mientras era transportada por dos personas, se cayó al suelo, se rompió y se le desprendieron las teselas. Entonces me pregunté cómo harían para transportar todas las piezas al nuevo museo y cómo las restaurarían luego. Ahora tengo la respuesta”.
Así pues, Daskapan decidió denunciar lo que había sucedido haciendo fotos de los mosaicos deformados y comparándolos con las antiguas imágenes tomadas en el viejo museo, que él mismo guardaba en casa. Solo así el escándalo ha saltado a los medios nacionales e internacionales, obligando al Gobierno a intervenir. El Ministerio de Cultura ha ordenado la creación de una comisión de investigación para depurar responsabilidades y, por el momento, ha paralizado todos los trabajos de restauración de mosaicos.
La chapuza sería motivo de guasa, tal y como ocurrió con el cuadro de Borja, si no fuese por el incalculable valor de las obras, que han sido dañadas quizás de forma irreversible. En las redes sociales, los usuarios turcos han combinado el humor negro con la rabia.
Una historiadora británica denuncia los daños causados durante la restauración
Works at Turkey mosaic museum seriously damaged in restoration http://t.co/pi9NJxFyTp via @MaaritJohanna #archaeology pic.twitter.com/RBDeBIHeTl
— Alexi Baker (@AlexiBaker) Mayo 4, 2015
No es la primera vez que una restauración llevada a cabo por el Ministerio de Cultura turco es severamente criticada por los expertos. Según el expresidente de la Cámara de Arquitectos, Oktay Ekinci, el 90 % de las restauraciones en Turquía se hacen mal, porque las empresas contratadas por las autoridades se saltan las recomendaciones de los expertos y arquitectos. Los ejemplos sobran. Desde las murallas bizantinas de Estambul, algunas de cuyas partes parecen reconstruidas con plastilina, al bello palacio de Ishak Pasha, junto a la frontera iraní, al que se cubrió de paneles de cristal y acero y ahora parece que albergue un invernadero.
La UNESCO está permanentemente en disputa con el Gobierno conservador de Turquía, que en sus planes de urbanización ha tirado abajo históricos barrios como Tarlabasi y Sulukule en Estambul o planea inundar una joya como Hasankeyf. La organización internacional llegó a amenazar con sacar de la lista de Patrimonio de la Humanidad el centro histórico de Estambul si el Gobierno turco llevaba a cabo sus planes en la barriada de Süleymaniye, que ejemplifica muy bien su preferencia por la demolición y el cemento pues pretendía derribar las antiguas casas otomanas para construir otras nuevas imitando a las antiguas. Una curiosa forma de reinterpretar el pasado que siempre corre el riesgo de acabar como un mosaico de Hatay. O un Ecce Homo.
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