RTVE ha anunciado este lunes que Irene Visedo, la actriz que interpretó a Inés Alcántara, la hija de Imanol Arias y Ana Duato en Cuéntame, vuelve a la serie. Visedo dio vida a la joven entre 2001 y 2008, pero se fue en busca de nuevos horizontes profesionales (como la escritura del libro Sencillamente mindfulness). Vuelve para la decimoséptima temporada de la serie, que comenzará a rodarse en septiembre y transcurrirá en 1984, sustituyendo a la que fue su propia sustituta, Pilar Punzano.
Por estrafalario que resulte darse de bruces con uno de estos casos, los teleadictos estamos más o menos acostumbrados a que en las series se produzca un cambio de actor sin que cambie el personaje (el yin del yang “el mismo actor interpreta a distintos personajes secundarios en varios episodios” y que Star Trek convirtió en un arte). Las razones son comprensibles y casi siempre de tipo pragmático: el actor decide dejar un personaje por miedo a verse encasillado; hay desencuentro de algún tipo, normalmente pecuniario, y la cadena le busca un sustituto; o el actor fallece o simplemente, crece demasiado para un personaje que debe tener el mismo aspecto a lo largo de los años.
De hecho, ni siquiera es la primera vez que lo vemos en una serie de televisión nacional: la serie Hermanos de leche, emitida por Antena 3 entre 1994 y 1996, tomó una decisión de este tipo en su última temporada, aunque la naturaleza vodevilesca de la producción permitió tirar por la ventana la credibilidad del argumento y sustituir, con toda la alegría del mundo, a Juan Echanove por El Gran Wyoming en su última temporada. La explicación: cirugía estética tras un accidente de tráfico. Es un recurso narrativo habitual en los culebrones: uno de los casos más populares es el de Dinastía, en el que el papel de Steven Daniel Carrington fue interpretado por Al Corley (1981-1982) y por Jack Coleman (1983-1988), explicándose el cambio con una cirugía tras una explosión de gas.
Ahí al menos estaba la excusa de la operación que, cómo no, sirvió para generar múltiples chascarrillos. Mucho menos creíble resulta el increíblemente habitual cambio de actor tras el que no se hace el más mínimo comentario, quizás esperando que los espectadores no se den cuenta. El caso más conocido por toda una generación de televidentes patrios, sin duda, es el de Vivian Banks, la tía de Will Smith en El Príncipe de Bel-Air: de 1990 a 1993 le dio vida Janet Hubert-Witthen y de 1993 a 1996, Daphne Maxwell Reid.
En su día se generaron discusiones metafísicas en los patios de los colegios para las que los tiernos telespectadores de las recién nacidas televisiones privadas, sin duda, no estábamos preparados. El motivo del cambio, por cierto, no fue el de problemas de agenda o sueldos, sino severos roces entre Janet Hubert-Whitten y Will Smith, aparentemente debido a la falta de experiencia como actor del protagonista, circunstancia que ponía de los nervios a la veterana actriz.
Ultracuerpos clásicos
Para toparse con el caso clásico de sustitución de actores tras la que todo el mundo se hace el sueco hay que remontarse más atrás, a una comedia clásica que disfrutaron los espectadores españoles primero en su versión primitiva, y luego en las reposiciones sabatinas de La bola de cristal. Hablamos de Embrujada, la sitcom sobre una bruja y sus avatares domésticos en la que fue sustituido el actor que daba vida a uno de los personajes principales: Darrin Stephens, marido de Samantha, la hechicera protagonista.
Entre 1964 y 1969 fue Dick York el encargado de interpretarlo y entre 1969 y 1972, tras el abandono de York por problemas de salud (sus últimos episodios transcurrían con el personaje sentado o postrado en la cama durante el capítulo completo), fue reemplazado por Dick Sargent. Curiosidad: no fue el único actor en ser sustituido en la serie: la hija pequeña del matrimonio protagonista, Tabitha, fue encarnada por tres actrices y dos parejas de gemelas en distintas edades.
El caso de Embrujada es tan clásico que “Hacer un Darrin” se ha convertido en argot televisivo en sinónimo de cambiar al actor y cruzar los dedos. Por cierto, que otra serie que los niños de los ochenta pudieron ver mutar a la chita callando en La bola de cristal fue La familia Munster, donde el único personaje humano de la serie, la sobrina Marilyn Munster, pasaba de estar interpretada por Beverly Owen a ser encarnada por Pat Priest.
Otro ejemplo clásico pero muy particular de sitcom con Efecto Darrin es el de Roseanne. Becky, la hija mayor de Roseanne Barr y John Goodman, fue interpretada por Lecy Goranson en las temporadas 1 a 5. En el quinto año, Goranson dejó la serie para proseguir con sus estudios, y la serie explicó su ausencia haciendo que se escapara con su marido, un problemático motero. Sin embargo, los guionistas acabaron trayéndola de vuelta en la sexta y séptima temporada, donde la interpretó Sarah Chalke.
Lo curioso es que cuando se pensaba que Roseanne tendría ocho temporadas (acabó teniendo nueve), Goranson fue contratada para retomar el personaje en esa última ocasión, pero sabiendo que a los espectadores no les molestaria el meta-juego narrativo, los productores fueron haciendo que el personaje lo interpretaran tanto Goranson como Chalke, según disponibilidad de la primera. Con la imprevista novena temporada, Chalke retomó el personaje sin mayor cachondeíto.
Superhéroes mutantes
Lo cierto es que en unas series se nota más que en otras: en la clásica serie de Batman los villanos iban rotándose con cierta facilidad. Al ir disfrazados o con maquillajes inexcrutables, los productores se permitían cambiar con facilidad de actores: Catwoman fue interpretada por Julie Newmar y Eartha Kitt en la serie y Lee Meriwether en la película; Acertijo, por Frank Gorshin y John Astin; y Mr. Freeze, nada menos que por George Sanders, Otto Preminger y Eli Wallach. No solo no fue un problema, sino que contribuyó a la atmósfera de febril delirio pop tan propio de la serie.
Más producciones superheroicas con cambios en el reparto: en Lois & Clark – Las nuevas aventuras de Superman, Justin Whalin dio vida a Jimmy Olsen tras la segunda temporada, sustituyendo a Michael Landes (explicación oficial: se parecía demasiado al protagonista, Dean Cain), lo que acompañó a cambios bastante bruscos de equipos creativos y artísticos en la serie durante su segundo año.
Mucho más drásticos fueron los cambios en Superboy, la serie que se adelantó a Smallville en la narración de los orígenes de Superman: en su segunda temporada, Gerard Christopher sustituyó al Superboy original, John Newton, debido a discusiones con los productores, escándalos ajenos a la serie y la típica exigencia de subida de sueldo en un 20%. Pero no solo eso: el actor que daba vida a su némesis Lex Luthor, Scott Wells, también fue sustituido, en este caso por Sherman Howard y con excusa argumental incluida: la siempre efectiva cirugía estética, esta vez como parte de un plan de Luthor para robar una pistola que puede acabar con Superboy.
El efecto Darrin, hoy mismo
El caso de Cuéntame es el mejor ejemplo de que el sistema funciona, y que aunque este tipo de cambios provocan una extrañeza inicial en el espectador, son asimilados sin problemas. Posiblemente, porque de algún modo intuitivo entendemos que un mismo personaje puede ser interpretado por distintas personas, tal y como se lleva haciendo en el teatro desde tiempos inmemoriales.
Por eso, series como Juego de Tronos o True Blood lo han hecho recientemente sin mayores problemas. En el caso de Juego de Tronos, Daario Naharis pasa a ser interpretado por Michael Huisman en sustitución de Ed Skrein, que dio vida al personaje en solo tres episodios de la tercera temporada. El mercenario Naharis pasa a convertirse en algo más que un secundario ocasional en esta quinta temporada. También en la vampírica True Blood se han visto cambios de este tipo: James Kent fue interpretado por Luke Grimes en la temporada 6 y por Nathan Parsons en la 7.
Pero, por encima de todas, la serie que sigue haciendo un uso más particular de los cambios de actor para dar vida a un mismo personaje es Dr. Who, cuyo protagonista ha sido interpretado desde 1963 por doce actores. Cuando los productores de la serie de la BBC tuvieron que hacer frente a los problemas de salud del primer Doctor, William Hartnell, se decidió que entre las múltiples habilidades del Señor del Tiempo está el cambio de aspecto. A partir del Tercer Doctor, la serie adoptó las regeneraciones como parte de su mitología (y en 1996 estableció que el máximo eran 12, algo que, por supuestísimo, ha sido matizado y ampliado con el undécimo doctor).
Desde que en 2014 llegó un nuevo Doctor, Peter Capaldi, el duodécimo, los fans han empezado a hacerse la pregunta inevitable, una que en los tiempos del primigenio Efecto Darrin nadie se habría atrevido ni a plantear: ¿veremos alguna vez una mujer interpretando al Dr. Who?
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