Este tipo te puede convencer de cualquier cosa (y de lo contrario)

Hablamos de debates en política, en televisión y en la vida cotidiana con el gallego proclamado subcampeón del mundo de debate en español

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Alberto Escobar Rivas, en un debate
Alberto Escobar Rivas, en un debate

Cualquier cosa puede ser objeto de debate: “En una ocasión debatimos sobre si la expulsión de Los Chunguitos de Gran Hermano VIP había sido justa”, dice Alberto Escobar Rivas (Vigo, 1994). Este tipo tiene la sana afición de darle vueltas a las cosas, informarse hasta el fondo, ponerse en la piel del otro, sopesar pros y contras. Luego te puede convencer de cualquier cosa. Y también de su contraria.

Los debates de la tele le parecen puro espectáculo intranscendente y los políticos de toda la vida unos oradores torpes, no como los emergentes. Escobar es subcampeón del mundo de debate en español (este torneo entre universitarios se celebró en julio en Bogotá), miembro del Club Debate Compostela y Premio Nacional de Bachillerato en 2013. Tengan cuidado si hablan con él: casi nadie se le resiste.

Normalmente, claro está, suele debatir de cosas más serias que el asunto de Los Chunguitos como son la eutanasia, la independencia de Cataluña o los transgénicos. “A veces temas todavía más espinosos”, dice por teléfono a Verne Escobar, “como, por ejemplo, si la democracia es compatible con el Islam. Cuando uno investiga sobre los temas desaparecen muchos prejuicios. Son temas que en las tertulias televisivas se tratan de manera frívola y superficial, pero la realidad es muy compleja”.

Escobar conoció la práctica del debate en Estados Unidos, cuando tuvo una beca de bachillerato para estudiar en Pittsburg. Allí empiezan jóvenes y es una práctica muy común que puede compatibilizarse con otras asignaturas: se puede debatir sobre la bomba atómica en Historia o sobre las células madre en Biología. Luego, al ingresar en Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, volvió a apuntarse. “Como tengo algo de tartamudez, pensé que lo mejor era apuntarme a lo que me daba más miedo: hablarle a la gente y captar su atención. Creo que la única forma de superar un miedo es enfrentarlo”. Además, ahí encontró la verdadera experiencia universitaria: el pensamiento crítico, la valoración de otros puntos de vista, el cuestionamiento de lo que dice el profesor. “Son cosas a las que en España no estamos acostumbrados”

La práctica del debate tiene la particularidad de que uno tiene que aprender a diferenciar puntos de vista opuestos. ¿No le cuesta entonces mantener una postura firme sobre las cosas? “El estar muy informado sobre un tema genera desazón, es cierto, porque es muy fácil tener una opinión firme sobre un asunto si lo ignoras”, cuenta. “Creerse con el monopolio de la razón es muy satisfactorio. Pero cuando tienes mucha información te puede romper los esquemas hasta llegar al punto de no saber qué opinar. Como suele decirse, lo malo del mundo es que los desinformados están convencidos y los informados no están convencidos”.

A él le ha pasado: el año pasado terminó de debatir un mes sobre la eutanasia y no tenía claro si estaba a favor o en contra: había demasiados matices, casos particulares, “y yo me reafirmaba en mi galleguidad”, dice, “luego en la tele todos opinan de todo sin haber profundizado lo suficiente. Hablan con la seguridad de los que ignoran de lo que hablan”. También abundan los dilemas morales, como cuando el debate era el siguiente: tienes un botón, cuando lo aprietas recibes diez millones de dólares pero alguien en la Tierra muere, alguien escogido al azar. “Uno piensa todo el bien que podría hacer con esa pasta, ayudar a los demás, pero claro… es un dilema”.

"Solemos ser más listos de lo que creemos"

En los concursos de debate hay dos modalidades. La académica, que consiste en preparar un tema largo tiempo y luego debatirlo (es la que más se practica en España), y la llamada “parlamento británico”, inspirada en el funcionamiento de la Cámara de los Comunes. En este caso se propone una moción y los participantes tienen 15 minutos para defenderla o atacarla. En cada debate se va cambiando esa moción, de manera que uno tiene que improvisar sobre muchos temas. Esta es la que se practicaba en el campeonato de Colombia.

¿Y si no tienes ni idea de esos temas? “Bueno, solemos ser más listos de lo que creemos”, dice Escobar, “solo hay que razonar y tener algo de cultura general. Luego vas atando cabos y las cosas van saliendo”. Los debates se suelen hacer en equipos de dos o cuatro personas, así que el equipo es muy importante, porque cada intervención depende de lo que hayan dicho los compañeros. “Así que cuando me preguntan que deporte de equipo practico digo: el debate”.

El debate de la 'nueva' política

La retórica en la política española deja mucho que desear: “Ahora parece que han descubierto las bondades de la comunicación política como quien descubre el Mediterráneo”. Según el experto, los partidos emergentes tienen muy buenos oradores: Pablo Iglesias, Albert Rivera (que, precisamente, fue campeón de debate), Inés Arrimadas o Iñigo Errejón. Ahí ve Escobar una clara diferencia entre eso que llaman vieja y nueva política. Incluso las figuras emergentes de los partidos tradicionales, como Pablo Casado en el PP, se manejan mucho mejor en el ámbito de la comunicación. “Rajoy es el ejemplo contrario, diciendo cosas como: ‘un vaso es un vaso, y un plato es un plato’. En general hace falta un debate más razonado, que se apele a la lógica… eso genera una mejor democracia”.

En el campeonato mundial universitario de discurso, el reto era montar un discurso en unos diez minutos y el tema consistía en darle consejos sobre la vida a un hipotético hijo de quince años. “Cuando me lo dijeron pensé: “pero que le voy a decir yo, si solo tengo 21… Pero ya tienes que salir a escena. Valor y al toro”. Le dio tres consejos: Primero, que abrazase la diferencia desde el principio, que no hiciese como los adolescentes que quieren ser iguales que el resto, porque luego querrá ser diferente. Segundo, que cuidase a la familia y a los amigos siempre, porque son los que van a estar ahí cuando uno los necesite. Tercero, que no aceptase consejos nunca, sobre todo de su padre, “porque es mejor hacer algo y arrepentirse que no hacer nada”.

Fuera de concurso, en la vida cotidiana, esto de la oratoria y el debate también tiene sus ventajas. “Constantemente estamos tratando de convencer de cosas a la gente que nos rodea: a tu madre que te deje el coche, a los amigos que hagan estos planes… Y esto claro que sirve, eres más convincente. También sirve para entrevistas de trabajo, en las que ven que sabes comunicarte y que tienes inquietudes, es algo que te diferencia. Y para ligar es fantástico.

- O sea, que te sales siempre con la tuya…

- Casi siempre. Con mi madre ya sé que no tengo la más mínima oportunidad. Es un debate perdido.

Miniguía para debatir y convencer

Alberto Escobar Rivas

1) No tengas miedo a hablar en público: cualquiera puede debatir. En la imaginación colectiva, el debate es una actividad reservada a universitarios de películas de Hollywood (muy probablemente interpretados por Michael Cera) o a tertulianos del sábado noche más dotados para el berreo que para la argumentación. Sin embargo, cientos de personas en España repartidas en varias asociaciones y clubes de debate demuestran cada día que la oratoria no es cosa de frikis elitistas. Cualquiera puede debatir y aprender a comunicar mejor; solo necesita una mente abierta y ganas de practicar los discursos una y otra vez. El miedo inicial a hablar en público solo se supera después de pasar tantos minutos detrás del atril de orador que eres capaz de enfrentarte a una audiencia sin que te tiemblen las manos. La preparación es esencial, ya que un discurso improvisado se acercará más a “un vaso es un vaso y un plato es un plato” que a “I have a dream”.

2) Convencer es más fácil de lo que piensas. Todos los días cada uno de nosotros nos comunicamos con nuestro entorno e intentamos convencer de algo a los que nos rodean. Aunque no seamos conscientes de ello, la retórica nos acompaña tanto cuando persuadimos a mamá para que nos deje el coche como cuando demostramos a nuestro colega de botellón las ventajas de beber gintonic en vez de calimocho. La oratoria no es más que eso, el arte de convencer a un público a través de la lógica y las técnicas de comunicación. En el debate de competición se tratan temas un poco más serios que los perjuicios del calimocho, como pueden ser la legalización de las drogas o la política inmigratoria de la Unión Europea, pero la dinámica subyacente es la misma. Acostumbrados como estamos a argumentar y a razonar, sacarle partido a esas habilidades de oratoria tan útiles en el mundo laboral y académico no es sino la opción sensata para cualquier estudiante.

3) Busca entretener (sin pasarte). Los universitarios estamos acostumbrados a una forma de tortura especialmente cruel que consiste en asistir a una clase magistral donde el profesor se limita a leer dispositivas de PowerPoint (o peor, transparencias) sin levantar la vista del papel. Parafraseando a Voltaire, el aburrimiento es el peor enemigo de un orador. Los grandes comunicadores mantienen la atención de la audiencia, huyendo del tedio pero también del espectáculo vacuo. Un discurso no puede ser ni un monólogo del Club de la Comedia ni una plúmbea clase magistral sobre Física de partículas. Debemos intentar comunicar de forma natural, explicándole al público los conceptos difíciles de forma simple pero no simplista, y añadiendo un gag de vez en cuando para hacer el discurso más ameno. Ilustrar nuestros argumentos con experiencias personales es útil para emocionar a la audiencia y hacer nuestra intervención más memorable. Por ejemplo, si yo quisiese demostrar que cualquier puede debatir, contaría la historia de un chaval tartamudo que con mucho esfuerzo llegó a ser subcampeón mundial de discursos. Es de mis historias favoritas.

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