Cuando me sugirieron que probara esos libros de colorear para adultos me pareció muy buena idea porque soy de naturaleza nerviosa y llevo combatiendo la ansiedad de diferentes formas desde hace bastante tiempo, ya sea con psicofármacos, gimnasio, cerveza o meditación. Estos libros que prometen fulminar el estrés al tiempo que nos retrotraen a la infancia están cogiendo bastante popularidad, así que me hice con varios de ellos y también con una caja de rotuladores y otra de lápices de colores, cosa que me llenó de orgullo y satisfacción, ya que siempre me llaman la atención estas coloridas cajas y nunca tengo motivo para comprarlas. Por fin.
¿De dónde sale esta tendencia?
La oferta de libros para colorear es variada. Por ejemplo, la escocesa Johanna Basford es una de las popes del género (porque en esto también hay estrellas), con títulos como Jardín Secreto, El Océano Perdido o El Bosque Encantado (publicados por MTM, que ya venía especializándose en libros de mandalas). Lo suyo son las láminas abigarradas con motivos de la naturaleza y es una de las grandes valedoras del dibujo manual frente al digital, que considera frío y sin alma. Llegan a best-seller: Jardín Secreto ha sido traducido a 14 idiomas, aunque, claro, en estos libros no hay mucho que traducir.
Otra opción son los volúmenes de Michael O'Mara Books, algunos de los cuales ha pubicado en España Plaza y Janés. Estos se enfocan en diferentes facetas: hay uno de motivos japoneses, otro de vintage y otro de dibujos relacionados con el sueño (supuestamente ayudan a dormir). Al tratarse de dibujos más grandes y menos detallados que los de Basford, también resultan más sencillos de colorear. En noviembre del año pasado, según informó la BBC, este tipo de libros ya habían superado las ventas de los de recetas de cocina en Francia.
Otros artistas de renombre son Richard Merritt, Emma Farrarons, Millie Marotta o Mel Elliott, que ha tirado por la vertiente más pop del asunto y te permite colorear a celebrities como Benedict Cumberbach, Taylor Swift, Kate Moss o la portada del Nevermind de Nirvana. También existen aplicaciones para móvil y tabletas, como Colorfy.
Manos a la obra
Lo cierto es que me costó bastante ponerme a colorear estos libros precisamente por aquello que pretenden combatir: la constante presencia del smartphone o el iPad, de la tele, las redes sociales, los emails que nos fríen el cerebro y van a acabar con nuestra capacidad de concentración. ¿Quién demonios puede ponerse a colorear si el Facebook se está actualizando constantemente? Pero, precisamente, de eso se trata.
Esta idea de concentrarse a colorear es, básicamente, en la que se fundamentan tantas artes zen, como el origami, la ikebana o la caligrafía japonesa: conseguir parar un momento, hacer un paréntesis y dirigir toda nuestra concentración solo y exclusivamente a aquello que estamos haciendo. En este caso colorear un conejo del país de la fantasía o un abanico japonés.
Yo creo que estamos pasando de una fase de pura fascinación por la tecnología a otra en la que ya empieza a preocuparnos un poco seriamente cómo todo esto va a afectar a nuestras cabezas. Por eso surgen cursos de Mindfulness o libros de este tipo, que teóricamente sirven para volver a aquello de "cuando como, como; y cuando duermo, duermo", que dicen los maestros zen. Y cuando coloreo, coloreo, podríamos añadir.
Una vez sentado a la mesa comenzaron a asaltarme las dudas, y es que la libertad no es nada fácil de afrontar. Igual que muchas veces nos quedamos paralizados ante la enorme oferta musical de Spotify, por ejemplo, así me sentía yo ante el erizo hecho con hojas de árbol (obra de la Basford) que me disponía a colorear. ¿Qué colores usar? ¿Por qué uno y no otro? ¿Por qué no hay suficientes colores en mi caja de rotuladores para colorear todo lo que aparece en las imágenes? ¿Me producirá al final esta práctica más ansiedad de la que traía de serie? Vamos, que al final, aunque lo parezca, esto no es un juego de niños (por cierto, ¿tendrá todo esto que ver también con nuestro miedo a madurar?).
En los tomos de gran formato hay que tener bastante paciencia para colorear una lámina entera, aunque supongo que la cosa trata de acostumbrarse a eso en un mundo en el que lo queremos todo para ya mismo. Luego, en los libros de pequeño formato, esos que por su tamaño son ideales para llevarse a la cafetería hipster, el dibujo tiene detalles tan pequeños que cuesta mucho ser preciso y rellenarlo todo como Dios manda. Estos son los duros escollos con los que se enfrenta un adulto estresado a la hora de colorear adorables dibujitos.
¿Y bien?
Me avergüenza confesar que apenas he conseguido acabar ninguna de la láminas, lo que tal vez de idea de mi grado de intoxicación cerebral. También he de decir que los ratos que he conseguido ausentarme de mí mismo y el universo a base de colorear seres fantásticos y mitológicos han sido bastantes útiles para mi salud mental. Eso sí, creo que es recomendable alternar el uso de estos libros con otras actividades desestresantes como las que citaba al principio. Y, por último, también tengo que decir que por lo general no me quedaron demasiado bonitos. Esto también es un arte, oigan.
Se dio la circunstancia de que fueron las elecciones del 20D e invité a unos cuantos amigos a casa a pasar la tarde valorando los resultados y tomando cerveza. Entonces sucedió algo que probablemente los creadores se estos libros no hayan imaginado: la posibilidad de hacer una reunión social coloreando.
Repartí algunos de mis libros y varios de mis invitados, entre encuesta y encuesta, entre reacción y reacción, fueron coloreando algunas páginas, con bastante más pericia que yo. Ya ven: treintañeros que siguen la actualidad política bebiendo y coloreando dragones. "Lo cierto es que puedo estar coloreando sin necesidad de reflexionar ni de ser precisa, y hasta seguir cumpliendo con mi rol en la sociedad", murmuraba Marta Fernández mientras iba completando una página. A Nacho Rodríguez, como es artista, lo que le pidió el cuerpo fue intervenir el libro con sus propios personajes, aunque se mostró algo escéptico con las capacidades relajantes de estos volúmenes, porque Nacho es un místico de amplio recorrido. Son nuevas ideas para dar una vuelta a estos libros: tomen nota, apaguen el teléfono y, si quieren, coloreen.
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