Se cuentan chistes como los de Lepe en casi todo el mundo

En Estados Unidos se cuentan chistes de polacos; en Reino Unido, con los irlandeses; en Australia, con los tasmanos...

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En 1974 el sociólogo británico Christie Davies comentó durante una clase en la India que en Inglaterra se suelen hacer chistes sobre la estupidez de los irlandeses. Los estudiantes le dijeron que en la India esos chistes se cuentan sobre los sikhs. Davies se puso a investigar y vio que el modelo se repetía en casi todo el mundo, con pocas excepciones, como Japón.

Según recoge Davies, en Estados Unidos se cuentan chistes de polacos. En Canadá, las bromas son con los habitantes de Newfoundland. En México, con los yucatecos (y con los españoles, claro, llamándolos "gallegos"). En Reino Unido, con los irlandeses. En Australia, con los tasmanos (y con los irlandeses). En Nueva Zelanda, con los maoríes y con los habitantes de West Coast, aparte de (qué manía) con los irlandeses. En Irlanda, también con los irlandeses, pero solo con los de Kerry. En Francia, con los belgas y con los francófonos suizos. En Alemania, con los de Frisia Oriental. En Italia, con los italianos del sur. En Suecia, con los finlandeses. En Tayikistán, con los uzbekos. En Brasil, con los portugueses. En Irán, con los de Rasht. En Nigeria, con los hausas.

Y en España, con los leperos.

Muchos de estos chistes son además intercambiables, como este ejemplo sacado de Only Joking, un libro sobre el humor del cómico Jimmy Carr y de la escritora Lucy Greeves:

El peor accidente aéreo de Irlanda ocurrió esta mañana cuando una avioneta Cessna se estrelló en un cementerio. Se han recuperado 1826 cuerpos hasta el momento, pero se espera que la cifra se incremente durante las excavaciones.

Es muy posible que lo conozcáis, pero cambiando Irlanda por Lepe

No es solo un modelo de chiste extendido en todo el mundo, sino también en el tiempo. El Philogelos es la recopilación de chistes más antigua que se conserva. Está escrita en griego y data del siglo IV. De sus 265 chistes, una cuarta parte consiste en burlas sobre la estupidez de ciudades como Cime y Abdera, como recogen Peter McGraw y Joel Warner en The Humor Code. Un ejemplo:

Un abderita ve a un eunuco hablando con una mujer y le pregunta si es su esposa. El hombre le responde que es un eunuco y que no puede casarse. “Ah, entonces es tu hija”.

Ahora no tiene gracia, pero tendríais que haber estado allí, en Atenas, hace 1700 años. Un no parar de reír.

Según Davies, estos "chistes de estupidez" (así los llama: stupidity jokes) no son peligrosos ni ofensivos: no hay correlación entre el número de chistes que se cuenta sobre un grupo y el estado real de las relaciones con esta gente. Por ejemplo, no hubo chistes sobre los japoneses en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que muchos fueron llevados a campos de concentración. Y al revés, los polacos son el blanco de muchos chistes en el mismo país y nunca ha habido conflictos tan graves.

Como escribe Scott Weems en ¡Ja! La ciencia de cuándo nos reímos y por qué, estos chistes no se cuentan acerca de “los grupos que menos gustan en el seno de esta cultura, sino sobre los que están justo fuera de la corriente convencional principal”, sin llegar a considerarse “tan diferentes como para suponer un peligro real a las normas culturales existentes”. Nos reímos de quienes son “solo un poco diferentes”, con el objetivo de “intentar calmar el estrés y la ansiedad asociada con vivir en una sociedad plural”.

En palabras de Davies, el objeto de los chistes es "un espejo distorsionado de nosotros mismos". Y no, nadie ha creído nunca en serio que los habitantes de Lepe son tontos. Carr y Greeves sugieren incluso que las relaciones pueden mejorar con estos chistes... Siempre y cuando se rían todos.

¿Y Lepe?

No está claro por qué contamos chistes de Lepe y no de otro municipio. Se suele citar la popularidad de un humorista de los años 30 (José Álvares Jáudenes, apodado Lepe) y también la influencia de Guillermo Summers, que veraneaba en la localidad y contribuyó a popularizar el sentido del humor de sus habitantes. Al menos es probable que Summers ayudara a que Lepe se impusiera a otras propuestas regionales que no salieron de sus ámbito de influencia: por ejemplo, en Canarias, los chistes son de La Gomera y en Castilla-La Mancha, de Tomelloso.

Si hacemos caso a Davies, merece la pena recordar que a menudo los chistes se hacen a costa de la periferia rural, ahondando en estereotipos como la tranquilidad de sus habitantes y la cultura tradicional.

También habría que señalar que se trata un municipio de economía próspera, que gracias al cultivo de la fruta creció mucho y muy rápido en los años 80 y 90, precisamente cuando se popularizaron estos chistes en toda España. Es decir, en cierto modo, los leperos fueron unos recién llegados. No olvidemos que con estos chistes se intenta hacer frente al miedo a los nuevos. Se les tilda de tontos o brutos para intentar convencernos de que su éxito no es posible.

A pesar de eso, los leperos no suelen ofenderse por estos chistes, del mismo modo que los murcianos no se ofenden con las ocurrencias de Twitter y, sobre todo, de El Mundo Today. Al contrario. Izquierda Unida incluso llevó al parlamento andaluz una propuesta para declararlos Bien de Interés Cultural. Y en Mirth of the Nations, Davies apunta que estas bromas les ayudan a ser vistos “como personas alegres y encantadoras”. No ocurre con todos los chistes de este tipo, que a veces y a pesar de lo que opina este autor, muchos consideran ofensivos y de mal gusto.

Rubias tontas

Desde luego no pasa con los chistes racistas y machistas. En estos casos hay conflicto y discriminación y los chistes exponen prejuicios y perpetúan estereotipos. Es muy importante tener en cuenta la relación de poder entre quien cuenta el chiste y el objeto de la burla. No es comparable un chiste machista con un chiste de Lepe.

Pensemos por ejemplo en un formato presente en muchos países: los chistes de rubias tontas. Aunque según explica Davies en Jokes and Targets, estos chistes son comparables a los de Lepe, lo cierto es que el gran boom es de los años 90 (aunque hay muchos precedentes anteriores), cuando cada vez más mujeres llegaban a posiciones de responsabilidad en las empresas.

Es cierto que en ocasiones la distinción entre un chiste ofensivo y otro que no lo es (o que al menos no tiene esa intención) no es tan clara: un estereotipo racista en manos de humoristas negros como Chris Rock y Danny Glover puede convertirse en una denuncia muy hábil. Y por otro lado, los chistes sobre irlandeses no siempre han sido tan desenfadados cuando los contaba un inglés.

Y es que también hay que tener en cuenta el contexto. El propio Davies es de los que cree que los chistes son inocuos y "no tienen consecuencias para la sociedad" (ni positivas ni negativas), pero también recuerda que contar un chiste implica "la transgresión consciente de convenciones sociales sobre lo que se puede decir y lo que no se puede decir, pero se hace en el marco de una red de relaciones personales".

Es decir, una cosa es contar un chiste entre amigos que nos conocen o ir a ver a un humorista que ya sabemos que juega con los límites. Y otra, hacerlo, por ejemplo, en Twitter. A menudo confundimos esta red social con la barra de un bar, pero gracias a (o por culpa de) los retuits, nuestros chistes llegan aislados de su contexto a personas que no saben quiénes somos y que no tienen por qué saber nada acerca de cómo entendemos o usamos el humor.

Nos hemos puesto muy serios. Rompamos la tensión con un chiste sobre polacos extraído también de Only Joking y, una vez más, con versión lepera:

Un tipo entra en un bar y le dice al camarero: “Conozco un chiste buenísimo de polacos”. El camarero se lo queda mirando y le advierte: “Antes de que empieces, deberías saber que yo soy polaco, que mis dos seguratas son polacos y que muchos de mis clientes son polacos”. “De acuerdo -contesta el tipo-. Lo contaré muy despacio”.

Chistes de tacaños

Los chistes de estupidez no son solo sobre naciones y regiones. También los hay sobre profesiones. Davies pone como ejemplo las burlas que en el mundo anglosajón los médicos dedican a los ortopedistas, las de matemáticos y físicos a los ingenieros, y las de electricistas a los carpinteros.

Otro formato casi universal de chistes es el de la tacañería y la astucia que roza lo ruin. En este caso, explica Davies, la burla no es hacia la estupidez, sino sobre la inteligencia aplicada a fines puramente materiales. En España los contamos a costa de los catalanes. En casi todos los países anglosajones, sobre escoceses y judíos. En México, de los regiomontanos (habitantes de Monterrey). En Alemania, de los suabos. En Italia, de los milaneses. En Grecia, Irán y Bulgaria, de los armenios. En India, de los gujaratis y sindis. En Nueva Zelanda, además de sobre escoceses y judíos, a costa de los holandeses.

Y, una vez más, son fácilmente traducibles, como se puede ver en este ejemplo de Only Joking:

Después de una larga y provechosa vida, Angus falleció. Su viuda, llamó al periódico local, The Scotsman, para publicar una esquela. La mujer preguntó por precios y optó por un breve mensaje: “Angus murió”. El empleado del periódico le dijo que por el mismo precio podía publicar hasta cinco palabras. “Bien. Entonces pon: Angus muerto. Volvo en venta”.

Sí, seguramente lo habíais oído con un catalán y con un Opel Corsa.

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