Mindfulness: cómo empezar a cambiar tu vida con el ejercicio de las uvas pasas

¿Eres capaz de contar del 1 al 10 sin que la mente se vaya por otros derroteros? Te explicamos qué es el mindfulness y por qué practicarlo

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Comenzamos con una fábula. Érase una vez, en un país muy lejano, una reina que, cierto día, mientras caminaba descalza, se clavó una piedra afilada y se hizo daño en el pie. Llena de ira, la reina mandó recubrir de cuero todo su reino. Sin embargo, justo cuando sus vasallos iban a ponerse manos a la obra, intervino un sabio ministro, que sugirió una fórmula más sencilla: en lugar de cubrir todo el reino, ¿por qué no proteger con cuero las plantas de nuestros pies? Y hete aquí el origen de los zapatos.

“Parece una idea absurda cubrir todo un reino de cuero para proteger los pies, pero en la vida cotidiana con frecuencia hacemos lo mismo”, escribe el maestro de meditación Gil Frondsal en su libro Viviendo en el presente (pdf traducido en español). Es imposible que todo se acomode a nuestro gusto y en ocasiones (¡demasiadas!) parece que suceda justo lo contrario, que todo esté contra de nosotros. En esos momentos resulta indispensable calzarse esos zapatos porque el mundo, nos pongamos como nos pongamos, no se transformará mágicamente a nuestro antojo.

El mindfulness o conciencia plena, que suele definirse como la capacidad de prestar atención al momento presente de forma deliberada y sin juzgar, actúa como protección. Solo que mientras que los zapatos únicamente pueden protegernos del mundo de fuera, el mindfulness –piedra angular de la filosofía budista– sirve para protegernos tanto del mundo exterior como del interior. “La meditación te ayuda a tener control sobre tu propia vida, te enseña a cultivar las fuentes de felicidad, de ecuanimidad. Tanto en momentos buenos como en malos o neutros podemos disfrutar de una sensación de bienestar. Entendido así, creo que todo el mundo tiene que aprender a meditar”, dice Allan Wallace, autor y experto en budismo tibetano que imparte talleres de meditación por todo el mundo, incluido España, donde estuvo hace unos meses.

Infoxicados

Tanto o más machaconas que las piedras y muchas veces igual de afiladas pueden llegar a ser las distracciones digitales. Aunque en última instancia es posible darse de baja del bombardeo multimedia y mandar a la porra las redes sociales y el móvil (esta es la opción de algunos valientes), el mindfulness sirve para plantearse opciones menos drásticas.

“Todos los días tenemos el gimnasio abierto para entrenarnos para desarrollar la atención”, señala el Fernando Tobías. Este psicólogo, que lleva varios años impartiendo talleres y conferencias con el título Cómo desarrollar la atención en la era de las distracciones múltiples, se refiere a la infoxicación que tantos padecemos, ese estado de estrés o angustia cuando la información que recibes es mayor de la que eres capaz de procesar. “Es el empacho que padeces cuando te ves desbordado. Nos cuesta mucho ponernos límites y renunciar. Esto es como un buffet libre. Si no te limitas, enfermas”, señala.

La pausa inicial para tomar conciencia de qué necesidad tienes en este momento es la clave que regula tu conducta. La aportación del mindfulness es facilitar el estado de conciencia para estar alerta y poder tomar, así, decisiones conscientes. “Si hay agitación por dentro, te conviertes en un impulso con patas, y cualquier estímulo te va a poner en marcha. Si estás tranquilo, podrás distinguir cuál es el momento apropiado para cada cosa”.

Contar de uno a 10

Estar presente en el cuerpo y concentrado en el ahora nunca fue tan difícil. Incluso algo tan sencillo como contar de 1 al 10 sin que la mente se vaya por otros derroteros es complicado. “Cuando la atención va constantemente de un objeto a otro, lo que se propicia es una reactividad ante lo que ocurre: la capacidad de respuesta se reduce y nos comportamos de forma automática”, señala Ana Arrabé, instructora de programas de reducción de estrés basado en mindfulness (MBSR, por sus siglas en inglés) y una de las pioneras en España de esta disciplina, que nació en la Universidad de Massachusetts hace 30 años. “Vivimos en continua alerta y no nos permitimos desconectar”, asegura.

Motivos para estar estresados no faltan. Basta asomarse a cualquier telediario cualquier día de la semana. Pero la clave para nuestro bienestar, volviendo a la fábula de la reina y los zapatos, no se encuentra tanto en esquivar eventos externos (inevitables) sino en cómo reaccionamos ante ellos. Es esta respuesta –nuestra reacción ante lo que sucede y no el acontecimiento en sí– lo que determina la cantidad de estrés que vamos a experimentar.

El remedio contra la prisa

¿Es la meditación un antídoto para la prisa que nos invade? Wallace cree que sí. “Todo es más rápido ahora. Cada dos años cambiamos de móvil. No hay nada malo en la rapidez en sí misma. Pero estamos condicionados por el ritmo de vida y la exigencia de tener que hacer varias cosas a la vez, la sensación de que nunca estamos haciendo lo suficiente”. Y es tal la avalancha de información que necesitamos estar más centrados; no solo la mente, también el cuerpo sufre.

“En estos tiempos de globalización interconectada”, dice Arrabé, “la presión sobre los empleados aumenta, y en muchos entornos laborales se exige que las personas estén al día de todo lo que ocurre dentro y fuera de la organización y que se responda a las demandas que llegan mediante múltiples canales (email, WhatsApp, LinkedIn, etc.) con la inmediatez de un clic”. Esto aumenta la tendencia a la multitarea, y también a contemplar el mundo como un lugar más inseguro y caótico, lo cual lleva a las personas a “adoptar estrategias de afrontamiento basadas en la evitación, guiados por un antiquísimo instinto de protección y miedo”.

En sus talleres, Arrabé propone ejercicios para aprender a utilizar la tecnología de forma más beneficiosa, como fijar franjas horarias de acceso a las redes. “De esta manera, se reduce el flujo de distracciones en un periodo de tiempo laboral que se puede utilizar para profundizar en los proyectos”, algo fundamental en entornos donde la creatividad y la innovación es importante para que el proceso creativo no se disperse.

El ejercicio de las uvas pasas

Uno de los primeros ejercicios con los que trabaja esta experta, al igual que otros instructores de mindfulness, es el de las uvas pasas (que también puede hacerse con una mandarina, por ejemplo). Arrabé las reparte entre los participantes para enseñarles a conectar más profundamente con el alimento: primero se contempla y se toca, para apreciar la textura; después se huele y, finalmente, se degusta.

De esta forma, no solo nos hacemos más conscientes de los nutrientes, también tenemos tiempo para observar algunos hábitos: ¿ponemos demasiada comida en el plato? ¿Usamos la comida para alimentarnos o para huir de nuestras angustias? ¿Qué quiere decir esto? Salvo que hayas tenido unas pasas en tus manos y hayas dedicado varios minutos a comértela mientras lees estas líneas, poco: lo más importante sobre la plena conciencia es que tiene que ser experimentada. No sirve que te lo cuenten, aunque lo hayamos intentado.

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