A Mark Zuckerberg se le terminó la baja por paternidad este lunes. Por la mañana publicó una foto en la que se veían nueve de sus camisetas grises colgadas del armario, al lado de unas sudaderas. El texto del fundador y consejero delegado de Facebook decía: “Primer día después de la baja de paternidad. ¿Qué me pongo?”. La foto suma un millón de reacciones y se ha compartido casi 30.000 veces apenas 15 horas más tarde.
First day back after paternity leave. What should I wear?
Posted by Mark Zuckerberg on Lunes, 25 de enero de 2016
Zuckerberg viste cada día una camiseta gris y, como ya explicó un ex becario en la red social Quora, lo hace porque así tiene una cosa menos en la que pensar cada mañana. No es el único. El director de cine Christopher Nolan y la directora de arte de Saatchi & Saatchi, Matilda Kahl, también llevan cada día la misma ropa. En el caso de Kahl, solo para ir a trabajar.
Lo mismo hace Barack Obama, que viste cada día un traje azul o gris, como explicaba en Vanity Fair: “No quiero tomar decisiones acerca de lo que como o lo que visto porque tengo que tomar muchas otras decisiones". El artículo apunta que Obama "mencionó investigaciones que muestran que el simple acto de tomar decisiones desgasta la habilidad de uno para tomar otras resoluciones".
Es cierto, las hay. Este desgaste se llama fatiga de decisión y Roy F. Baumeister y John Tierney le dedican un capítulo de su Willpower: Rediscovering the Greatest Human Strength ("Fuerza de voluntad: redescubriendo la mayor fortaleza humana"). Uno de los ejemplos que ponen los autores del libro es el de la venta de coches. Los concesionarios saben perfectamente cómo sacar ventaja de nuestro cansancio tras unas cuantas decisiones.
Cuando estás con el vendedor configurando tu coche, comienzas por lo fácil, por lo que ya traías de casa: el modelo, el color, quizás el motor... Pero van apareciendo más opciones: tapicería, llantas, el modelo de radio, si quieres o no techo solar… “Cuando comienzan a escoger características, los clientes sopesan con cuidado las alternativas, pero a medida que la fatiga de decisión hace efecto, tienden a aceptar la opción recomendada”.
Pasa algo parecido en los supermercados. Al lado de la caja, justo después de un buen rato escogiendo fruta y optando por un tipo de queso o por una marca de zumo, aparecen las chocolatinas y los caramelos. “No se llaman compras por impulso porque sí. No es casualidad que los dulces aparezcan justo en el momento en el que tu control es más débil… Y justo cuando tu cerebro fatigado por la decisión está desesperado por un chute rápido de glucosa”.
El asunto de la glucosa es importante. El libro también recoge un estudio de un equipo de psicólogos de las universidades de Columbia y de Ben-Gurion, que revisó más de un millar de decisiones judiciales sobre la libertad condicional de los presos de una cárcel israelí. Si el prisionero se presentaba a primera hora de la mañana, conseguía la libertad condicional un 65% de las veces. Los que comparecían antes del descanso para el desayuno, solo lo lograban un 15% de las ocasiones. Después, las opciones se incrementaban, pero justo antes de ir a comer, ya habían bajado otra vez al 20%. Tras el almuerzo, las probabilidades volvían a subir al 60%.
“Juzgar es un ejercicio mental duro”, escriben Baumeister y Tierney. A medida que los jueces tomaban decisiones, consumían glucosa, cuyos niveles determinan en gran medida la fuerza de voluntad que nos queda. Cuando estos niveles estaban más bajos, los jueces “tendían a quedarse con la opción con menos riesgo (al menos, para ellos)”.
En definitiva, si mañana tienes previsto comprarte un coche, no es mala idea que decidas antes de acostarte la ropa que vas a llevar. O, al menos, llévate una chocolatina.
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