Échale un vistazo a estos tres caracoles. ¿Qué diferencias encuentras?
A y B te parecerán casi iguales, mientras que el de la derecha te resultará más diferente, debido a la ausencia de brillo. Bien, pues a un bebé de menos de cinco meses los tres caracoles le parecen muy distintos, según un estudio publicado en Current Biology.
Como escribe en Scientific American Susana Martínez-Conde, directora del laboratorio de neurociencia de la universidad estatal de Nueva York, A y B son menos parecidos de lo que nos parece, debido a la distinta “intensidad de píxeles”. Es decir, los bebés “tienen una habilidad sorprendente para identificar diferencias entre imágenes debidas a la iluminación que no son destacables para los adultos”.
Los bebés de menos de cinco o seis meses aún no han desarrollado la llamada constancia perceptual, como explica Martínez-Conde a Verne en conversación telefónica. Esto no afecta solo a la diferenciación de superficies, sino también a colores y formas. Incluso pueden identificar con facilidad diferencias entre caras de monos, cosa que de adultos nos cuesta mucho más.
También pasa con los sonidos: los bebés “reconocen lenguajes a los que no han estado expuestos”, lo que guarda relación con el hecho de que “tenemos la capacidad para aprender cualquier idioma”. En cambio, cuando aprendemos un idioma de adultos, nos cuesta distinguir pronunciaciones, acentos y matices.
¿Y esto por qué ocurre?
Este "estrechamiento de la percepción no quiere decir que la visión de un bebé sea superior”, aclara Martínez-Conde. Dejamos de apreciar estos matices porque “aprendemos la capacidad de abstraer”. La constancia perceptual, esta “ilusión de que no existen diferencias”, nos permite identificar y diferenciar sin problemas un mismo objeto, sin correr el riesgo de que pensemos que se trata de otro diferente.
Es decir, a partir de los 7 u 8 meses empezamos a “percibir en contexto” y no tenemos problemas para reconocer una silla aunque la veamos desde una perspectiva que, por ejemplo, oculte una de las patas. La constancia también nos sirve para saber que una camisa es blanca con independencia de que la veamos bajo la luz del día o bajo una luz amarilla. “Descontamos las fuentes de iluminación para percibir una misma causa de un mismo color”.
Y, me sabe fatal volver a sacar el tema, pero la constancia parcial de color explica por qué tanta gente vio aquel vestido blanco y dorado o azul y negro.
Cuando aprendemos a percibir de este modo, “resulta difícil obviarlo”. Por eso a los niños les resulta tan complicado dibujar representando la perspectiva: sus mesas, pone Martínez-Conde como ejemplo, siempre tienen cuatro patas con la misma longitud.
Lo que no está claro, según nos explica, es hasta qué punto se trata de un aprendizaje o de la pérdida de una capacidad. “La estimulación visual es importante para aprender a percibir de esta forma”, explica, y recuerda que los ciegos de nacimiento o tras una ceguera prolongada que recobran la vista tienen que aprender a ver. Pero la neurocientífica añade que este cambio probablemente está “programado en el desarrollo de la circuitería neuronal”.
También explica que a los 5 o 6 meses, los bebés dejan de ser capaces de ver estas diferencias, pero tampoco tienen aún la habilidad para abstraer propiedades y reconocer la constancia de su percepción. “Están en su punto más bajo de percepción”.
Este desarrollo de la percepción de los bebés guarda relación con un estudio publicado en Psychological Science en 2011, que sugiere que los niños de meses podrían ser sinestésicos. La sinestesia, una rareza entre los adultos, supone la asimilación de diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo, como ver colores al oír voces, por ejemplo.
“No me extrañaría -apunta Martínez-Conde-. De bebés tenemos más conexiones neuronales, pero a medida que crecemos hay un ‘podado’ de estas conexiones”. De nuevo, no se trata de algo negativo: “Es un requisito para poder discriminar los aspectos que más nos interesan”.
Cómo saber lo que ve un bebé
Uno de los problemas para saber si los bebés son sinestéticos es la dificultad para hacer experimentos que lo prueben. En el caso del estudio sobre la constancia perceptual se aplicó una metodología “muy usada y validada desde hace décadas”, nos explica Martínez-Conde. Como no pueden comunicarse, se utiliza una “medida indirecta”. En este caso, el hecho de que “pasan más tiempo mirando un objeto novedoso”.
Los científicos enseñaron a 42 bebés de entre 3 y 8 meses varios pares de imágenes y midieron cuánto tiempo pasaban mirando cada una. Si le dedicaban menos tiempo a la segunda que a la primera, esto quería decir que la veían igual o muy similar, ya que se aburrían antes. Si pasaban el mismo tiempo, los bebés encontraban las dos imágenes igual de novedosas.
Martínez-Conde nos recuerda que “cualquier población que se salga de un ser humano adulto y sano presenta complicaciones metodológicas en este tipo de experimentos”. Pero, en este caso y a pesar de esta limitación, “entender los procesos en niños pequeños es importante para saber cómo se desarrolla nuestra percepción”.
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