Cosas que ocurren en todos los mítines, independientemente del partido: un grupo de jóvenes posan ultrasonrientes detrás del líder, los políticos hablan con vehemencia y enfatizan palabras como "igualdad", "cambio" o "principios". El público aplaude los ataques a los rivales. Los fans corean el nombre del candidato seguido de "¡Presidente, presidente!".
Cosas que no pasan en los mítines: que acuda algún votante de otro partido y le convenzan para cambiar de opinión.
Actualmente, los discursos de los candidatos llegan a través de los abundantes programas de televisión sobre política, las propuestas de los partidos se encuentran fácilmente en internet y los mítines no pasan de ser baños de masas para un público agradecido. Entonces, ¿para qué se siguen haciendo?
En primer lugar, los actos de campaña contribuyen a la salud democrática de los países, según Berta Barbet, editora de Politikon, donde publicó el artículo En defensa de las campañas electorales (y de sus costes). Algunos ciudadanos han cuestionado el coste que está suponiendo una segunda campaña electoral. Sin embargo, Barbet la defiende porque "buena parte de la población no sigue normalmente la actualidad política", según explica a Verne. "Estos 15 días ayudan a que los ciudadanos se sientan parte del proceso democrático".
Dentro de estos actos de campaña, Barbet considera que "cuanto más cercanos sean, mejor", ya que provocan que acudan más motivados a las urnas. Ahí entran en juego los mítines, uno de los actos en los que los candidatos pueden tener más contacto con los ciudadanos, aunque no consigan que la gente cambie de opinión.
Sobre su efecto real, María José Canel, catedrática de Comunicación Política de la Complutense, piensa que "sirven para reforzar a los votantes de tu propio partido, para asegurarte de que van a ir a votar". Para ella, muchos votantes, especialmente del PP y del PSOE, acuden a estos eventos por tradición junto a familiares y amigos. "No puedes prescindir de ello como partido", dice.
Una cuestión generacional
Los partidos emergentes son menos proclives al clásico mitin. Sin embargo, tampoco han dejado de hacerlos. Canel explica que en España los actos masivos siguen siendo útiles para asegurarse un hueco en los informativos. No es casualidad que los políticos hagan anuncios clave en los momentos en los que saben que las televisiones y las radios conectan en directo. "En la anterior campaña, a los partidos emergentes les resultaron útiles para tener visibilidad en un momento en el que no eran tan conocidos y para mostrar la imagen de un líder rodeado de votantes", añade.
En general, los partidos nuevos confían en otros medios para llegar al público, como las entrevistas y su presencia continua en redes sociales. Según el Barómetro del CIS de febrero, en los seis meses anteriores, los votantes de Podemos y Ciudadanos eran los que más habían usado las redes sociales: un 63,6% y un 60,8%, respectivamente. Mientras que, entre los votantes de PP y PSOE, las usaban un 35% y un 39,5%.
Tanto Canel como Barbet subrayan la importancia que tienen las maneras tradicionales de comunicación para llegar a las generaciones mayores, que se conectan menos a las redes sociales. "No hay que olvidar la famosa brecha digital. Para los más mayores, la televisión, los mítines y los métodos cercanos - como el puerta a puerta- siguen siendo efectivos", dice Barbet.
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