Sirimavo Bandaranaike fue la pionera. En 1960 se convirtió en la primera mujer en el mundo que ganó unas elecciones para ocupar una jefatura de Gobierno. Era en Sri Lanka en una época en la que, por ejemplo, las españolas necesitaban el consentimiento de su marido para disponer plenamente de su propio sueldo. Actualmente, en el mundo solo hay 15 países que tienen a una mujer como jefa de Estado o jefa de Gobierno, sin incluir monarquías. Además, algunas de ellas, como la presidenta de Mauricio, ocupan puestos simbólicos. España no es uno de esos países dirigidos por mujeres y tampoco lo será después del 26J.
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Cada vez hay más mujeres con puestos políticos en España, especialmente en los parlamentos regionales, que tienen un 44,5% de diputadas. En los ayuntamientos hay un 35% de concejalas, según los datos del Instituto de la Mujer. Pero, de nuevo, ninguno de los grandes partidos acude a las generales con una candidata.
La Ley de Igualdad que aprobó en 2006 el Gobierno de Zapatero fue un empujón para la paridad. Establecía que, en las listas electorales, ningún sexo podía tener más del 60% de los representantes ni menos del 40%. “Los partidos de izquierdas habían adoptado en los 90 cuotas similares de manera voluntaria y esta ley lo amplió a todos”, explica Tània Verge, profesora de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra y experta en Política y Género.
Pero España es un ejemplo de que paridad no significa automáticamente igualdad. “Los partidos pueden reservar las posiciones seguras a los hombres y poner a mujeres en puestos que no salen. En muchas provincias solo son elegidos los dos primeros. Las listas cremallera (alternancia de candidatos y candidatas) permiten una mayor representación femenina, pero no son obligatorias”, dice Verge. PSOE, Podemos e IU ya las adoptaron en las elecciones del 20D. Los socialistas pusieron en marcha las cremalleras horizontales: se alternan los cabezas de lista de los distritos electorales, con un 50% para cada sexo.
Esto funciona en los parlamentos, pero es más difícil cuando hablamos de los cargos con mayor poder, que siguen copando los hombres. Las elecciones municipales de 2015 dejaron un 19% de alcaldesas en los ayuntamientos. Hay cuatro presidentas de Comunidades Autónomas. Y el Gobierno en funciones, compuesto de 13 personas, cuenta con cuatro ministras.
Emanuela Lombardo, profesora de Ciencia Política de la Universidad Complutense y autora de varios libros sobre el tema, explica que las candidaturas para presidente del Gobierno y puestos de mayor responsabilidad no se atienen a reglas objetivas sino a criterios informales. Estos suelen favorecer a los hombres, puesto que los órganos directivos de los partidos siguen dominados por ellos. “Pueden existir resistencias de género -muchas veces inconscientes- que dificultan la elección de candidatas. Para eso hay que hacer un gran trabajo de educación”.
“Hace años que hay más mujeres graduadas que hombres, ellas terminan con mejor nota y también obtienen mejores puestos en las oposiciones”, recuerda Verge para ilustrar que, cuando se aplican criterios objetivos, desaparece la distancia entre hombres y mujeres en puestos de responsabilidad.
¿En quién podemos fijarnos? Las cuotas electorales de género se aplican en más de 100 países. En Bolivia, por ejemplo, también existen las listas cremallera horizontales. Otros, como los países nórdicos, han llegado a una situación de igualdad sin necesidad de leyes, gracias a la paridad en los partidos que durante años aplicaron voluntariamente cuotas.
”¿Por qué le preocupa que su Gobierno sea paritario?”, preguntó un periodista al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, cuando presentó su gabinete. “Porque es 2015”, dijo él. Veremos qué gobierno nos dejan estas elecciones. En 2016.
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