Lo que me han enseñado en el primer Grado Superior en Igualdad de Género

Una de las alumnas pioneras en estos estudios, que acabó el ciclo en junio, nos cuenta cómo vivió la experiencia

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Con mis compañeras de promoción
Con mis compañeras de promoción.

Las mujeres, a lo largo de nuestra vida, sufrimos desigualdad de muy variadas formas, aunque a veces no sea evidente.

Por ejemplo, en la escuela. No solo es que en los libros aparezca una mayoría abrumadora de personajes masculinos: científicos, exploradores, políticos... La desigualdad también se muestra en la ocupación física del espacio. Pensadlo bien: los chicos se situaban invariablemente en el centro del patio, mientras que las chicas quedábamos relegadas a las esquinas.

Años más tarde, en la universidad, escogí Ingeniería Informática. Allí solo éramos dos chicas entre un centenar de alumnos. Llegué a preguntarme si no me habría equivocado, ya que casi todas mis compañeras se habían matriculado en magisterio. Ahora sé que yo no hice nada malo, sino que estas elecciones se encontraban muy determinadas por los roles que se asignan a cada género.

Muchas mujeres hemos experimentado este tipo de cosas, aunque suelen percibirse como fenómenos aislados. Pero no es así: no pertenecen a ningún orden natural de las cosas y deberíamos cuestionarlas activamente.

El pasado junio terminé el primer Ciclo de Grado Superior en Promoción de Igualdad de Género que se hacía en España. Antes ya existía algún máster, pero no era tan accesible como este ciclo, equivalente a la clásica Formación Profesional. Antes había participado en asambleas feministas y me esforzaba por mantenerme al día con lecturas sobre el tema. Sin embargo, me surgió una duda: ¿habrá en España algunos estudios feministas con rango oficial? Y, sí, tuve suerte. Justo ese año, en 2014, se ponían en marcha por primera vez en Canarias, en Cataluña y en Aragón. Yo entonces residía en Bilbao y decidí desplazarme a Zaragoza.

Durante los dos años que ha durado el ciclo he aprendido a unir los puntos aparentemente aislados que antes mencionaba, como si fuera uno de estos pasatiempos que consisten en unir puntos hasta dar con una figura mayor. En este caso, la figura del sistema patriarcal. A continuación, recapitularé algunas cosas que he aprendido en este tiempo. Por cierto, a diferencia de la Ingeniería Informática, en la primera promoción zaragozana del Grado Superior solo había un chico en un alumnado compuesto por 19 personas.

Nada justifica la violencia de género. Esto puede sonar muy obvio, pero aún es fácil encontrarse con mitos que la legitiman. Por ejemplo, está muy extendida la creencia de que la violencia de género se relaciona íntimamente con el consumo de alcohol o con las drogas. Sin embargo, un estudio demostró que solo en el 4% de las sentencias por homicidios o asesinatos de violencia de género dictadas en 2010 se apreciaron esos atenuantes. Mencionar estos argumentos al hablar de violencia de género es una forma de legitimarla.

Apenas se presentan denuncias falsas. La Fiscalía General del Estado y el Consejo General del Poder Judicial recogen en sus informes que las denuncias falsas representan menos del 0'1% del total. Por tanto, este argumento, que suele usarse para desprestigiar el discurso feminista, es falso.

Es muy importante que las mujeres nos apoyemos. Esto lo descubrí, especialmente, durante mis cuatro meses de prácticas en la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza. Allí hay una Comisión de Mujer, formada por voluntarias, que ayuda y acompaña a las mujeres que lo necesitan. Muchas veces, esa cercanía hace que las mujeres se liberen frente a la frialdad burocrática en la administración.

Si bien queda mucho trabajo por hacer, las administraciones se están poniendo las pilas. De la misma manera en que la existencia del Grado Superior en Promoción de Igualdad de Género ya es una buena noticia, también lo es que las instituciones llamaran a nuestro alumnado a participar en la preparación de un Plan de Igualdad para Aragón, elaborado por el Gobierno de Aragón de manera participativa con la ciudadanía, y de un plan para el empoderamiento femenino en Zaragoza elaborado por el Ayuntamiento de Zaragoza con la colaboración de entidades sociales.

Hay que ir más allá de la igualdad legal. Sí, es cierto que se están tomando medidas desde la administración, pero no debemos perder de vista que la sociedad tiene mucho trabajo por delante. En nuestro día a día deberíamos perseguir una igualdad real, porque cada una de nuestras acciones cuenta. Y la Igualdad legal no asegura la igualdad real.

Debemos ser personas críticas con la información que nos llega. Durante el primer año del ciclo tuvimos una asignatura llamada Información y Comunicación con perspectiva de Género. Hacíamos un ejercicio especialmente interesante: creábamos versiones feministas de las noticias que se publicaban en la prensa común. En un examen se nos presentó una entrevista a Carolina Marín, la joven estrella del bádminton. En esa entrevista le preguntaban por el esfuerzo que suponía conjugar el deporte con su vida privada o cuál era la clave para poder competir a ese nivel, algo que raramente se pregunta a los hombres deportistas.

El lenguaje es una herramienta de intervención. Lo anterior me lleva a hablar de la importancia del lenguaje que usamos. Ya hemos terminado el curso, pero nos hemos llevado tan bien que estamos trabajando en algún proyecto. Por ejemplo, un recital de poesía como apoyo a la campaña municipal contra el maltrato, y estamos seleccionando poesías donde las mujeres no sean objeto del amor romántico, sino sujetos activos de un cambio o de una denuncia.

Deberíamos hablar más abiertamente de prostitución. En el Grado Superior, concretamente en el módulo de prevención de violencia de género, supe por primera vez de la existencia de dos corrientes en torno a la prostitución: la regularicionista -que busca regular las condiciones de las prostitutas- y la abolicionista -que persigue desterrar la prostitución por completo-. Y, después de haberlo sopesado mucho, después de largos debates en clase, me alineo con esta segunda postura. Los hombres que pagan por la prostitución no solo pagan por el sexo sino más bien por el poder y el derecho de humillar a las prostitutas. Que haya una persona sometida y otra dominante es algo próximo a la definición de violencia. En una sociedad igualitaria, la prostitución podría ser un mero trueque, pero en las condiciones actuales lo veo de esta manera.

El feminismo está en internet. Creo que internet está siendo muy útil en la transmisión del ideario feminista. Es cierto que aún existen resistencias y que muchas feministas han de soportar los ataques de gente anónima, que normalmente son hombres. Pero en internet nos damos fuerzas, nos apoyamos y tomamos conciencia de las experiencias compartidas. El proceso de crecimiento -ese unir los puntos al que me refería al principio del artículo- puede darse con más rapidez. Por ejemplo, entre las últimas cosas que he aprendido gracias a internet está el concepto de mansplaining, que se produce cuando un hombre explica algo a una mujer de manera condescendiente o paternalista.

¿De dónde viene esta desigualdad? Resumiendo mi experiencia en el Ciclo de Grado Superior en Promoción de Igualdad de Género, creo que desde que somos personas pequeñitas nos meten en la cabeza que las mujeres hemos de quedar en la sombra y no llamar la atención, para que ese papel lo desempeñen los hombres. No es sencillo para nosotras llegar a la conclusión de que se trata de una idea artificial, porque el discurso feminista encuentra muchas resistencias. Creo que la enseñanza en igualdad de género es necesaria para esa toma de conciencia y para que nos atrevamos a desafiar las desigualdades.

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