14.000. Ese es el número de mensajes de WhatsApp que se encontró un ovetense de 13 años al encender el móvil después de tres días, según recoge el diario La Nueva España de este martes. Según contaba su madre al citado medio, el joven está metido en 110 grupos diferentes, lo que ayuda a explicar que recibiera una media de 4.600 mensajes cada día.
La madre explica que gran parte de esos mensajes eran saludos a los que respondían los integrantes de cada grupo. "En aquellas fechas se celebraban las fiestas del barrio ovetense de La Florida, circunstancia que quizá contribuyó a exacerbar las emociones de los adolescentes", añade el diario.
Sin duda, estas cifras son extraordinarias. Por suerte, la mayor parte de nosotros no somos tan populares como este chico y si nos castigan tres días sin móvil, como le ocurrió a él, no nos encontraremos con miles de saludos. Pero quizás sí cientos.
Según el Barómetro del CIS de junio de 2016, el 73,4% de los españoles usa alguna aplicación de mensajería, siendo WhatsApp la mayoritaria. El 42,3% de los encuestados consulta la aplicación “continuamente” y un 47,5% lo hace “varias veces al día”, según datos de febrero de ese mismo año. Un 35,3% mantiene entre 5 y 10 conversaciones en un día normal y un 13,2% (el segundo grupo más numeroso), entre 11 y 20.
¿Es peligroso que un adolescente tenga WhatsApp?
Según datos del INE publicados por EL PAÍS en 2016, la mitad de los niños españoles de 11 años ya dispone un móvil, una cifra que supera el 90% entre los de 15 años. Y muchos de ellos también tienen WhatsApp, en cifras comparables a las de los adultos: según el estudio Menores de Edad y Conectividad Móvil en España realizado por el Centro de Seguridad en Internet para los Menores, el 76% de los niños y adolescentes de 11 a 14 años usa WhatsApp habitualmente, aunque hay que tener al menos 13 años para usar la aplicación, según sus términos de uso.
Dos terceras partes de estos jóvenes participan en grupos, “que funcionan como auténticas redes sociales en las que conversan, intercambian información, fotografías, vídeos, pantallazos de los deberes que tienen para el día siguiente, etcétera”.
Ante estos datos, conviene recordar las recomendaciones habituales para padres que acaban de regalar un móvil a sus hijos. Como recogíamos en Verne, es fundamental acordar reglas y crear una situación de complicidad, que propician documentos como el acuerdo entre padres e hijos para un buen uso del móvil que propone la policía. Estos "contratos" establecen normas de uso y de seguridad, incluyendo la necesidad de que los padres conozcan las contraseñas de sus hijos.
De hecho, cabe apuntar que el protagonista de la historia de La Nueva España "no es problemático, se relaciona bien, saca notables y sobresalientes", explica su madre, que añade que tanto ella como el padre procuran "estar atentos al tipo de información que intercambia y nunca hemos visto nada especialmente preocupante".
¿Existe la adicción al móvil?
Si miramos los mensajes nada más despertar y lo pasamos fatal cuando olvidamos el teléfono en casa, ¿eso significa que somos adictos a WhatsApp? ¿Es más fácil caer en esta dependencia si además somos adolescentes?
Helena Matute, catedrática de psicología de la Universidad de Deusto, no está de acuerdo en que se pueda hablar de “adicción a internet”: “Hay gente que tiene problemas con el uso que hace de las redes sociales -explica a Verne por correo electrónico-, pero creo que es importante distinguir estos problemas de las adicciones”.
Matute nos remite al capítulo que escribió para el libro ¿Existen las adicciones sin sustancias?, donde explica lo siguiente que la edición más reciente del DSM, el manual de psiquiatría de referencia, no incluye la adicción a internet, que se desestimó “de forma explícita después de un largo y elaborado debate”. Por supuesto, tampoco al móvil ni a WhatsApp.
Por supuesto, Matute no niega que haya gente con problemas por un “uso patológico” o un “abuso” de internet, pero aun así, tampoco sería correcto hablar de adicción. Estas personas se dividen en tres grupos:
a) Los que llevan menos de un año en internet y pasan mucho tiempo en este medio principalmente por la novedad. Este efecto suele pasar “al cabo de un año, aproximadamente”, cuando el usuario empieza a aburrirse. Como explica Matute, difícilmente se puede hablar de adicción “para explicar un comportamiento problemático que se normaliza por sí solo con el tiempo”.
b) Personas que tienen problemas, pero no de internet. “Son personas que muy posiblemente requieran ayuda psicológica, pero no para tratar una adicción, sino un problema de depresión, o de relaciones sociales, o de hábitos de estudio”. Si pasan mucho tiempo en internet se debe a estos problemas, no a que sean adictos a las redes sociales, por ejemplo.
c) Hay un tercer grupo, el de las personas que “pasan en internet mucho más tiempo del que quisieran y se están haciendo daño a sí mismas o a las personas que son importantes para ellas”. En este caso, Matute cree que es más adecuado hablar de condicionamiento y no de adicción, ya que el diagnóstico y el tratamiento son diferentes que en el caso de una adicción a sustancias.
Se pasa con la edad
Los niños y adolescentes formarían parte mayoritariamente del primer grupo. La novedad del acceso a internet o de su primer móvil les lleva a usar estos medios durante más tiempo del que nos parece normal.
"Los principales problemas se suelen dar al comienzo del uso de internet", nos explica Matute, "y esto hace que a menudo sean los más jóvenes los más afectados", dada su más que comprensible inexperiencia: "Con el tiempo y con la edad irán aprendiendo a usar la red, pero al principio podrán cometer muchos errores". El protagonista de la historia de La Nueva España tiene móvil desde hace 16 meses.
Eso sí, tal y como escribe en el libro citado, “se les pasa la supuesta adicción con la edad, en cuanto tienen menos tiempo libre”. Este hecho, “bien documentado”, es “otro índice de que no se trata de una adicción ni es, en principio, preocupante. Las verdaderas adicciones no remiten con la edad”.
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