Desde la tarde en que el terremoto de magnitud 7,1 azotara el centro de México, miles de personas se unieron a las filas de voluntarios para ayudar a las víctimas. Para Roberto González Pulido, un mexicano de 89 años, esto es parte de su rutina. Desde hace 68 años, el residente de Guadalajara es parte del cuerpo de la Cruz Roja de esa ciudad en el occidente de México. Su trabajo como voluntario tras dos de los sismos más devastadores que ha vivido su país, ha hecho a González un símbolo de la ola de solidaridad que ha despertado en la sociedad mexicana.
La fotografía que muestra a González trasladando víveres fue publicada por la delegación de la Cruz Roja Guadalajara el 14 de septiembre y ha sido retomada por decenas de cuentas en redes sociales. La imagen ha sido replicada miles de veces en Twitter y Facebook. Tan solo uno de esos tuits registra más 22.000 retuits en el primer día.
La foto ha inspirado ilustraciones, como la de Nicotronick, que también ha sido compartido cientos de veces en redes y el monero Rictus, publicada en el diario El Financiero.
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— Nicotronick (@nicotronick) September 22, 2017
“Gracias” Cartón de hoy en @ElFinanciero_Mx #FuerzaMexico #19S pic.twitter.com/COMznWi1m4
— Rictus Monero (@monerorictus) September 25, 2017
González Pulido dice a Verne que no esperaba recibir tanta atención del público. “Le doy las más sinceras felicitaciones a los que ayudan y agradezco que me consideren para esto, aunque a veces siento que no merezco tanto”, comenta vía telefónica. “Les agradezco la forma en que nos han ayudado y enseñando lo que estamos haciendo en la Cruz Roja”.
Tras los sismos de magnitud 8,2 y 7,1 en la escala de Richter registrados el 7 y 19 de septiembre que han dejado un saldo de 333 muertos, detonó la solidaridad de miles de mexicanos y extranjeros que se han sumado a las labores de voluntariado. González Pulido se ha convertido en una especie de héroe de la tercera edad y una figura aspiracional para los que trabajan en la Cruz Roja. “Es un ejemplo para todos nosotros que lo vemos todos los días trabajando desde las siete de la mañana para mandar ayuda, es un gran hombre”, dice Fanny Hernández, representante de la delegación Jalisco de la Cruz Roja, vía telefónica.
González se ha ganado el título de comandante por el más de medio siglo que ha trabajado en la organización humanitaria, donde ha realizado labores como paramédico y rescatista. Actualmente se dedica al acopio y entrega de víveres y medicamentos, siendo su único oficio el de voluntario, obteniendo su sustento de las donaciones a la Cruz roja y el apoyo económico de sus hijos.
Comenzó su trabajo de voluntario en 1949, a la edad de 21 años. Fue precisamente en septiembre cuando decidió formar parte de Cruz Roja. “Un 16 de septiembre vi a dos elementos de la Cruz Roja que estaban repartiendo agua. Yo pregunté dónde estaba la delegación, ahí hablé con el encargado para ver si podía recibirme porque tenía ganas de pertenecer al grupo. Así fue como empecé”, cuenta.
Antes de poder iniciar sus labores de voluntario, González tuvo que pasar por un entrenamiento de seis meses y seguir en capacitación continua para realizar labores de paramédicos y de rescate. En 1985 también realizó labores de acopio para los damnificados del terremoto magnitud 8,1, ocurrido exactamente 32 años antes del sismo del que hoy se recupera México. El tapatío prefiere no hablar de los efectos de la catástrofe, sino de la ayuda y el acopio que se ha hecho desde entonces.
Su madre, María Pulido Maldonado, nacida también en Guadalajara, fue quien lo impulsó desde que era un niño a llevar ayuda a las personas más necesitadas o enfermas. “Yo entré a la Cruz Roja por lo que me enseñó mi jefa”, relata el octogenario. “Ella me enseñó a llevarles atole o piezas de pan a las personas pobres, todo eso me marcó mucho. También mi mamá me mandaba a acompañar a las personas enfermas, tratando de que no lloraran, que la pasaran lo mejor que se pudiera”.
La tradición que empezó con su madre es ahora un legado familiar. Su hija, Guadalupe González González, de 48 años de edad, trabaja en la delegación Toluquilla, también en Jalisco. “Estoy muy orgullosa de mi papá y me siento como pavo real por ser su hija”, dice a Verne vía telefónica. Ella realiza labores administrativas en la Cruz Roja y trabaja de voluntaria los fines de semana.
Guadalupe apoya económicamente a su padre, ya que este no recibe un sueldo por su trabajo como voluntario.“A la fecha no he recibido ningún centavo de la Cruz Roja”, dice González. “Cuando se necesitan medicinas, por ejemplo, organizo colectas entre los compañeros, pido la cotización en la farmacia y vemos cómo se le hace”.
Colectas, acopio y apoyo a los más necesitados: así ha sido la vida de González Pulido los últimos 68 años y pretende seguir trabajando en ello mientras el cuerpo aguante. “ Tengo muchas amistades que me ven caminando y me preguntan cómo me va, aunque ya soy bastante grande, voy jalando”, dice.
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