Invertir en experiencias te hará más feliz que hacerlo en objetos

O, mejor, dona dinero a una ONG

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Compradores de "viernes negro" en Sao Paulo
Compradores de "viernes negro" en Sao Paulo.

Resulta casi imposible huir de las ofertas de Black Friday: las vemos en carteles por la calle, en los anuncios de cualquier página web y nos llegan por correo electrónico e incluso por mensaje al móvil. Al final es difícil no comprar nada. Y después es posible que nos sintamos bien. Pero también puede que acabemos con la sensación de haber comprado algo que no necesitábamos y que terminará arrinconado en algún cajón.

Hay dos formas de evitar ese sentimiento: la primera, obviamente, es no comprar nada; la segunda consiste en gastar dinero en experiencias (como viajes, cenas o conciertos, por ejemplo), en lugar de en objetos. "¿Y eso por qué?", preguntas mientras sostienes la tarjeta de crédito en la mano.

1. Los objetos pierden la novedad, pero los recuerdos mejoran. “Nuestra memoria de las experiencias se distorsiona con el tiempo: borras el viaje horrible en avión y solo recuerdas esos momentos de felicidad relajándote en la playa”, escribe el psicólogo Richard Wiseman en su libro 59 segundos, citando estudios de los también psicólogos Leaf Van Boven y Thomas Gilovich. En cambio, los objetos enseguida “se vuelven viejos, raídos y desfasados”. Ese móvil nuevo será poco más que un ladrillo en uno o dos años y esos zapatos acabarán con agujeros en las suelas en unos meses.

2. Los objetos no cubren nuestras necesidades psicológicas. El psicólogo Juan Castilla, especialista en psicología positiva, explica a Verne que a menudo compramos con la intención de suplir otras necesidades. De hecho, la publicidad a menudo juega con esta idea. “Por ejemplo, algunos coches se publicitan con la idea de la libertad”. Sin embargo, los objetos suelen ser “un refuerzo relativamente inmediato”, pero menos duradero.

“Las experiencias, si aciertas, sí pueden ayudar”, asegura Castilla. Por ejemplo, un viaje o un rato en un spa puede ayudar a librarnos del estrés, y una cena romántica con nuestra pareja (que puede ser en casa) quizás refuerce nuestra autoestima.

3. Dar es mejor que recibir. Esto parece un tópico, pero está sustentado por estudios: “Quienes se gastan un porcentaje más alto de sus ingresos en los demás son más felices que quienes se lo gastan en sí mismos”, escribe Wiseman, citando un trabajo de la psicóloga Elizabeth Dunn, que encuestó a británicos y les preguntó por cómo valoraban su felicidad, además de por datos de ingresos y el dinero que se gastaban en sí mismos, en regalos y en donativos a ONG.

Wiseman también explica cómo el neuroeconomista William Harbaugh dio 100 dólares (virtuales) a los participantes en uno de sus experimentos e hizo una resonancia magnética de su cerebro mientras les preguntaba si querían donar parte de su dinero a una ONG. Cuando lo hicieron, se activaron las mismas zonas que se ponen en marcha cuando satisfacemos nuestras necesidades más básicas, como comer alimentos sabrosos o sentirnos valorados por los demás.

Castilla coincide: “Hay muchos estudios que muestran que dar sin esperar nada a cambio aumenta la felicidad”. Es decir, es aún mejor para nuestra satisfacción personal hacer un regalo (que puede ser una experiencia a compartir) o, simplemente, no comprar nada y donar ese dinero.

4. Ni siquiera hace falta gastar dinero. Castilla añade que, además de regalar, también incrementan nuestra felicidad “los actos de amabilidad, la gratitud y recordar dos o tres cosas placenteras que hayamos hecho ese mismo día”. Esto último porque “nos enseña a valorar el presente”.

Lo que comenta Castilla está en línea con las investigaciones de Sonja Lyubomisky, también citadas en el libro de Wiseman. Los participantes en su experimento tenían que llevar a cabo cinco acciones amables (y gratis) cada semana durante seis semanas. Por ejemplo, enviar un mensaje de agradecimiento, donar sangre o echar una mano a un amigo. Estas acciones incrementaron la sensación de felicidad de los participantes, especialmente si se llevaban todas a cabo el mismo día. Que puede ser un viernes cualquiera, por poner un ejemplo al azar.

5. Las experiencias se llevan a cabo con otra gente. Sí, puedes ir de viaje solo (y no es mala idea) o ver la tele nueva en familia, pero muchos objetos se usan en solitario, mientras que es muy habitual que las experiencias se disfruten en compañía de otras personas. Esto, según Wiseman, “es uno de los comportamientos más efectivos a la hora de provocar felicidad”.

Castilla recuerda que cuando nos vamos de viaje o de cena, lo hacemos (por lo general) con personas que son importantes para nosotros: la pareja, la familia, los amigos… Comentar, conversar y compartir ayuda a reforzar tanto la propia experiencia como su recuerdo posterior. Incluso la planificación puede contribuir a que la experiencia sea aún más positiva.

Quizás hayamos arruinado tus planes para este “viernes negro”, pero, si hacemos caso a todos estos psicólogos, es a cambio de mayores beneficios a largo plazo.

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