Hiciste amigos en la universidad, otros en el trabajo y otros, incluso, los conservas desde la infancia. Con todos te lo pasas bien y sientes que puedes contar con ellos. Pero ¿recuerdas en qué momento sentiste, por primera vez, que podías llamarles amigos?
Muy a menudo, la primera impresión que te llevaste de esa persona jugó un papel determinante a la hora de haceros amigos, y tu cerebro no tardó más que unos pocos segundos en crearla. Un estudio de la Universidad de Princeton (EEUU) del 2006, publicado en la revista Psychological Science concluyó que en apenas un abrir y cerrar de ojos ya nos hemos formado la primera impresión de una persona a partir de su cara. Además, un contacto más largo tampoco parecía alterar esa percepción.
Otro trabajo de la revista Social Psychological and Personality Science, publicado en 2012, reveló que el hacernos una primera impresión positiva al conocer a otro es un factor decisivo a la hora de que la relación que se desarrolle a largo plazo. Podría decirse que, al igual que ocurre con el amor, también existe la “amistad a primera vista”, al menos hasta cierto punto.
Cómo se forman las primeras impresiones
Esa primera impresión nos hace estar más o menos abiertos a llevarnos bien con alguien. La doctora Adela Lasierra, psicóloga sanitaria y colegiada del Instituto Europeo de Psicología Positiva, nos explica que lo hacemos siguiendo unos atajos mentales llamados heurísticos. “Las personas elaboramos un prejuicio rápidamente a través de tres de estos atajos: el representativo, el de disponibilidad y el de actitud”.
El heurístico representativo se basa en la similitud de un rasgo entre dos personas para inferir otros rasgos. “Por ejemplo, cuando pensamos que un andaluz va a ser majo porque ‘todos los andaluces lo son’”, señala Lasierra. El de disponibilidad consiste en realizar juicios generales en función del último caso particular recordado. “Por ejemplo, pensar que ‘en esta fiesta seguro que conozco a gente interesante porque la última vez fue así’”. Por último, el de actitud consiste en que un rasgo favorable o desfavorable –como el modo de vestir– hacia una persona nos influya de manera determinante a la hora de generar expectativas, deducciones o juicios.
“Es importante recordar que los heurísticos son siempre prejuicios, estamos generalizando. Debemos confirmarlos o desmentirlos con la información que nos vaya dando la persona conforme interactuemos”, añade la experta.
Una reacción emocional
Las primeras impresiones son un sistema básico de supervivencia humana. La psicóloga Marian E. Fernández Barragán, portavoz del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, recuerda que, cuando se conoce a alguien, evaluamos a esa persona nueva. “Valoramos si esa persona podría ser peligrosa o no para uno mismo por lo que se infiere de ella por el reconocimiento facial, el lenguaje y la comunicación verbal y no verbal. Es un primer paso para continuar una relación o para considerar que no se desea iniciar una amistad con esa persona”.
Cuando tenemos frente a frente a una persona nueva, el cerebro se pone en marcha. Lasierra explica que, a nivel neuronal, la mayor activación se da en el sistema límbico. “Este está formado por varias estructuras neuronales cuya función es gestionar los estímulos emocionales”, cuenta. La interacción entre todos ellos es muy rápida, por lo que evaluamos a una persona nueva casi inmediatamente.
Además, esta es una de las partes del cerebro más antiguas a nivel filogenético. “Es una parte muy primitiva que compartimos con reptiles y anfibios”, señala Lasierra.
Más que amistad, simpatía
Pero, ¿sentimos amistad verdadera desde el primer momento? Fernandez Barragan explica que las relaciones de amistad no surgen de un segundo a otro, sino que se van forjando día a día. “Se va reevaluando la situación para decidir seguir avanzando hasta que la relación se consolida o se da por finalizado el progreso”, sostiene. “De ahí que los amigos se elijan”.
Lasierra coincide en este punto. “Lo que sentimos es una simpatía inicial basada en nuestra memoria. Almacenamos información de eventos y personas similares, y la comparamos con la persona que acabamos de conocer. El resultado es una simpatía o antipatía basada en impresiones y expectativas que con el tiempo vamos rellenando con información veraz”, explica.
Lasierra señala que en los amigos se busca la lealtad, la confianza, el compromiso, la intimidad y la sinceridad, y no tanto compartir opiniones o aficiones. Comiences o no una verdadera amistad con esa persona que acabas de conocer, lo cierto es que estas relaciones son esenciales para una buena salud mental. “Afecta significativamente a nuestro bienestar, se han encontrado efectos de la amistad en relación con la sintomatología depresiva y también en la probabilidad de recuperación de un infarto de miocardio”, añade.
Para Fernández Barragán, la ausencia de una red social es un indicador de que algo no funciona bien y que se necesita tratamiento psicológico. “Los amigos cumplen una función que no puede ser sustituida ni por familiares ni por animales domésticos ni por hobbies solitarios. No tienen que ser una copia de ti mismo, sino alguien complementario y con quien se coincida en algún área de importancia para la persona”.
“Con los amigos se comparten actividades y momentos del día y por tanto reportan alegrías, sirven de modelos, dan consejos, escuchan, abrazan, coinciden en gustos y aficiones… forman nuestra red de apoyo”, concluye la experta.
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