Nic, Daniel y el mega-acting

Cage quiere morir con las botas puestas. Day-Lewis se retira tras 'El hilo invisible'

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Hace poco, los amigos de uno de mis fanzines preferidos, la NicCagepedia, comentaban en su cuenta de Twitter la entrevista concedida la semana pasada por, efectivamente, Nicolas Cage, en la que afirmaba no querer dejar nunca de hacer cine:

"Me da igual que sea en papeles principales o secundarios o en películas que se estrenen directamente en plataformas de vídeo bajo demanda. Solo quiero seguir actuando”. O sea, Nic quiere morir con las botas puestas.

Hasta que el cuerpo aguante

Se trata de una decisión muy distinta a la que tomaba Daniel Day-Lewis —siete años mayor que Cage (54)— que hace un par de meses rompía los corazones de cinéfilos de todo el mundo anunciando su retirada tras el estreno de El hilo invisible, película en la que, como comentábamos hace un par de domingos, da vida a un modisto de éxito que tiene la cabeza como el baúl de la Piquer. Si mantendrá su determinación o si reaparecerá dentro de tres años afirmando que va a interpretar a Elvis después de pasar quince meses tomando narcóticos en una habitación de hotel de Las Vegas para meterse en el papel, es todo un misterio.

“FAKE NEWS! SAD!!!”

Hay algo mágico en la comparación entre Cage y Day-Lewis. Hablamos de dos actores aparentemente contrapuestos y con un estatus a nivel de crítica bastante distinto, si bien ambos han sido galardonados por la Academia —en el caso de Daniel Dewis la friolera de tres veces, quedando empatado a estatuillas con Meryl Streep, Jack Nicholson, Ingrid Bergman y Walter Brennan— y son considerados, cada uno a su manera, intérpretes de culto. Pero más allá de esas cuestiones ambos son, para servidora, la cara y la cruz del mega-acting; el ying y el yang de la actuación llevada al extremo, uno todo hacia afuera (Cage) y otro todo hacia dentro (Day-Lewis). Como una supernova y una enana blanca a punto de alcanzar el límite de Chandrasekhar.

Leaving los pozos petrolíferos de Texas

Cabe mencionar que no hace tantas lunas Nicolas y Daniel eran alabados por la industria casi por igual. Solo hay que repasar la filmografía del sobrino de Coppola para comprobar por qué. Y es que Nic, un hombre culto con tanta inteligencia y buen gusto como facilidad para que le sucedan las anécdotas más estrafalarias —como cuando se encontró en su casa un hombre desnudo comiéndose un polo— cuenta en su haber con un puñado de títulos magníficos, especialmente entre los 80 y finales de los 90. A partir de los primeros 2000, no obstante, empieza a escoger proyectos de una calidad más cuestionable —que me perdonen Dios y los nicfanses—, seguramente debido a varios problemillas que tuvo con Hacienda. Y es que pagar al fisco no se hace solo.

Show me the money, Nic

La idea de una dualidad existente entre ambos actores también se ve reforzada por el hecho de que durante un tiempo, antes de lo que podríamos considerar su etapa más barroca, Nic y Daniel optaron o fueron considerados para el mismo papel en varias ocasiones. Por ejemplo, bien conocido es que a ambos se les ofreció interpretar a Aragorn en El señor de los anillos, algo que quizá tenga menos mérito teniendo en cuenta que Peter Jackson abrió el listín telefónico de Hollywood y se lo ofreció prácticamente a todos lo que le cogieron el teléfono antes de que el papel cayera en manos de Viggo Mortensen (no sin antes contratar a otro actor, Stuart Townsend, y echarlo el día antes de empezar el rodaje). También estuvieron a punto de coincidir en un Batman dirigido por el inefable Joel Schumacher que nunca llegó a ser; uno que hubiera tenido a Cage como supervillano y némesis de Day-Lewis. Peli frustrada que se suma a otro gran proyecto de superhéroes de Cage que no cuajó: hacer de Superman.

“Y lo hubiera petao, ¡Claro que sí!”

Pero no estemos tristes por lo que no fue. Si la física cuántica y la teoría de cuerdas están en lo cierto y habitamos solo uno de los infinitos universos posibles, podemos afirmar con rotundidad que existe un universo paralelo en el que las cosas sucedieron de manera distinta para las dos estrellas. Nicolas Cage consiguió interpretar a Superman y Daniel Day-Lewis aceptó, puede que como reto actoral, ser el murciélago. Imaginemos por un momento ese universo y ese Batman. Uno que habría sentido de forma tan vehemente y arrebatada la muerte de sus padres como nunca antes. Dos horas de película con Daniel Day-Lewis sintiendo superfuerte tras de la máscara de Batman. No hay peleas ni escenas acción. Solo Batman observando intensamente la noche cayendo sobre Gotham.

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