El famoso pianista londinense James Rhodes, ahora establecido en Madrid -y que hace días publicaba en EL PAÍS una carta de amor y de orgullo sobre España convertida en un éxito viral-, está aprendiendo español y con bastante entusiasmo va dejando en las redes sociales divertidas pistas de su esforzado aprendizaje. Entre sus últimos mensajes se halla este, en el que se queja de la dificultad de estas series de palabras del español, con diferencia en la mera posición de la tilde:
Venga ya. Same spelling but 3 possible pronunciations and each one changes the meaning. There are many, many more. Just when I thought I was improving. Que coño... pic.twitter.com/P9OVdRq8Qt
— James Rhodes (@JRhodesPianist) 16 de mayo de 2018
Las horas de estudio que los hispanohablantes hemos dedicado a tratar de acordarnos de la diferencia entre get along, get after, get around, get off o get by (entre otros gets que seguro habrá y que he olvidado) salieron inevitablemente a relucir en las respuestas que dieron a Rhodes muchos tuiteros. Implacables, le explicaron que esas tritónicas eran la tardía venganza del español por las odiosas listas de phrasal verbs ingleses que hemos tenido que aprender en algún momento.
Afortunadamente, el conflicto no se elevó hacia las grandes cuestiones que adornan todo diálogo intercultural entre el mundo británico y el español: no salieron a relucir ni Gibraltar ni Magaluf ni la batalla fish and chips versus salmorejo. Por eso, sin salir del terreno de la lengua, y porque Rhodes es músico y las tildes son la música de las frases, voy a explicar lo de las tritónicas para que (atención, que va un juego de palabras) el público de este periódico juzgue si lo que yo publico explica lo que James publicó en su tuit.
En la mayoría de los casos de ese cuadro que reprodujo Rhodes, se exponen palabras que pertenecen a una misma familia léxica: un sustantivo y dos verbos. El sustantivo es la palabra esdrújula (o acentuada en su antepenúltima sílaba): ánimo, círculo, hábito, júbilo, tránsito, vínculo. El verbo en presente es la palabra llana (o acentuada en la penúltima sílaba) y está conjugado en la primera persona: yo practico, habito, vinculo, animo, circulo, prospero, transito. Y el verbo en pasado es la palabra aguda (o acentuada en la última sílaba): jubiló, prosperó, animó, transitó...
En otras filas del cuadro las tres palabras hermanitas esconden relaciones nada fraternales, como ocurre con cántara / cantara / cantará: las dos últimas son de la familia léxica de “cantar” y “canto”, pero “cántara” no tiene nada que ver, ya que nos viene del griego a través del latín cantharus, donde significaba “copa grande, de dos asas”.
Las palabras españolas han heredado, en general, la misma posición del acento que tenían las latinas. A esa herencia se ha sumado el hecho de que hemos desarrollado cambios y acortamientos de las palabras latinas: en latín se decía bonitate, donde la sílaba larga era “ta”; en español esa palabra latina la hemos evolucionado a “bondad”, pero la vocal tónica sigue siendo la de la a, se ha mantenido. Entre herencia y desgastes fonéticos, el resultado es que la mayoría de las palabras del español son llanas y acabadas en vocal, ene o ese, por eso justamente a esas palabras (las de la columna central del cuadro de Rhodes) no se les pone tilde. En cambio, son minoritarias en español las esdrújulas, de ahí que todas lleven tilde. Es decir, como se intenta que la tilde sea una marca distintiva, se han hecho las normas para que pongamos tildes en el menor número posible de palabras.
Lo normal del español es que la posición de la tilde tenga siempre ese valor distintivo, pero en unos poquitos casos no ocurre así, y es posible que haya dos formas de acentuación sin que eso afecte al significado. Son correctas y significan lo mismo las palabras “fríjol" y “frijol”, “período" y “periodo”, “maniaco" y “maníaco”, entre otras.
Aquí el récord se lo lleva la palabra “bustrofedón”, una extraña voz del español (significa una forma de escribir en la antigua Grecia), que puede pronunciarse esdrújula (bustrófedon, la acentuación más extendida), aguda (bustrofedón) o llana (bustrofedon), y en los tres casos significa lo mismo. Llamamos a estas voces palabras de doble acentuación (o triple, si es el caso), porque cambia la posición de la tilde sin que cambie lo que significa la palabra.
La denominación de tritónicas para series como práctico / practico / practicó, donde cambiando la posición de la tilde se cambia el significado, no es muy científica: todas las palabras del español tienen una (y solo una) vocal tónica, la marquen con tilde o no. Hablar de tritonía implicaría aceptar que una palabra tiene tres vocales tónicas, y ello no es así. Con todo, se ha extendido la palabra "tritónica" (que nos recuerda al mítico tritón y se emparenta con una voz de la música nada relacionada con estas series: el trítono o diabolus in musica) como forma de denominar a estas listas que circulan por las redes en repertorios como el tuiteado por Rhodes o incluso en juegos de palabras algo más complejos, como el poema a la tritonía que escribió hace unos años la poetisa argentina María Verónica Marrone:
En un íntimo encuentro me intimó
y yo también lo intimo,
con un ejército de palabras que aquí ejercito,
y luego él ejercitó con buen motivo
un entrevero de pensamientos escritos"
En realidad no es muy complejo ni diabólico este asunto de las series de tres acentuaciones. De hecho, tengo un mensaje para Rhodes: James, amigo, échate a temblar, porque te esperan cosas peores, como las voces homógrafas y homófonas, o sea, las palabras que se escriben igual pero esconden significados distintos. Aún recordamos las dificultades que le costó a la pobre norteamericana Nancy entender qué significan estas frases que oyó en Sevilla: “vino el vino” y “como como como”; o a Les Luthiers explicándonos, con su seseo argentino, que algunos beduinos provienen de algunos oasis poblados y otros provienen de “siertos desiertos desiertos”. Divina música la de las palabras.
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