Este martes 22 de octubre, Adrián Moratilla, biólogo de 26 años, no ha tenido su mejor día en el trabajo. Pero, como cada martes, se ha sentado en la larga mesa de la Laborteca y ha comenzado a bordar. El pedazo de tela con un diseño de astronauta será metódicamente delineado con aguja e hilo mientras charla con Lola Cano, de 65 años. Cano, que lleva seis días sin fumar, borda una bolsa con flores de colores para olvidarse del mono. Todos los presentes están a lo suyo entre coloridas madejas, pero las historias se comparten en voz alta y el hilo conductor es que bordando se pasan de los mejores ratos cada semana.
En esta mercería propiedad de Antonia Herrador y Julia de Juanes se reúnen por las tardes grupos de alrededor de 10 personas. Como si estuviesen en el salón de su casa, personas de distintas generaciones hablan animadamente como cualquier grupo de amigos, mientras aprenden a tejer, bordar, hacer ganchillo y coser sin distinción de niveles de conocimiento. Vuelcan en las manualidades la ansiedad y el estrés que provienen de distintos motivos. “Me apunté a esto para relajarme y para aprender algo que tenga que ver con lo que estudio”, dice Belén Mello, estudiante de diseño de moda de 21 años. Lleva apenas un par de meses. Mello explica sonriente: “Después de bordar me siento menos al límite”.
La ansiedad es una reacción emocional común que experimentan todos los individuos. “Es una emoción que nos pone en alerta y activa los procesos cognitivos cuando surge una amenaza”, explica el doctor Antonio Cano. “Sentir ansiedad frente a la posibilidad de suspender un examen, la muerte de un ser querido o el fracaso de una relación es natural, ya que permite ajustarnos a la realidad”, afirma el presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). Pero, ¿qué pasa si se vuelve una emoción constante? “Cuando esa ansiedad es excesiva, tiene consecuencias psicológicas y fisiológicas. Por un lado, nuestros procesos cognitivos se desorganizan. Y, por otro, aumenta el ritmo cardiaco y de respiración, y se produce tensión muscular”, explica Cano.
La ansiedad es un problema de salud muy extendido en España. Los datos de 2015 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelaron que 1.911.186 españoles tienen trastornos relacionados con la ansiedad, lo que supone el 4,1 % de la población del país. Según la OMS, entre el 15 y 20% de la población padecerá el trastorno a lo largo de su vida y por cada 100 hombres que lo sufren, hay 200 mujeres con ansiedad crónica. No todos los que sufren ansiedad serán considerados como pacientes crónicos, pero los episodios graves también son una causa importante de discapacidad. Los datos del Instituto de la métrica y evaluación de salud de la Universidad de Washington (EE UU) lo posiciona como el sexto problema de salud que causa más discapacidad en España.
Este martes, en el taller de bordado hay una alumna nueva que no habla mucho porque está muy concentrada. Pide ayuda a la profesora para ver si le salió bien el punto, o cuando cose por equivocación dos partes del paño. Almudena García, la profesora, le dice que se despreocupe y agrega que “a todos les pasa”. La nueva bordadora está ahí “para distraerse” de la reciente muerte de su hermano. Todos han llegado buscando escapar de una situación concreta. Lidia Prieto, de 37 años y con seis meses acudiendo al taller, afirma que la clase en la Laborteca es para ella “una manera de desconectar por lo menos dos horas a la semana”, con la ventaja de que puede retomarlo donde sea cuando siente que lo necesita. Los que conviven en este taller no se marchan sin su material y en cualquier momento, si lo necesitan, pueden ponerse manos a la obra.
“Los últimos tres años hemos visto un despunte en gente joven que busca escaparse. Entre el Instagram y ponerse a tejer, prefieren las agujas”, afirma Herrador, que también imparte las clases de ganchillo. Herrador dice que hay quienes llaman a tejer “el nuevo yoga”. Acabamos de mencionar que el 4,1% de la gente en España tiene trastornos relacionados con la ansiedad, pero este porcentaje aumenta a entre el 7 y el 8% si hablamos de adultos jóvenes (de 18 a 30 años).
Situaciones como la dificultad para encontrar trabajo, la precariedad laboral o el estrés que implican las nuevas tecnologías son las causas por las que la gente joven con ansiedad llega a la consulta de la doctora Guadalupe Manzano. “No todos los casos son trastornos, la mayoría son casos puntuales. Pero si eso no se atiende adecuadamente existe una alta probabilidad de que la ansiedad traiga problemas como agorafobia, ataques de pánico, ansiedad social e incluso depresión”, aclara la doctora. “Los adultos con ansiedad crónica probablemente comenzaron a tener episodios cuando eran niños o adolescentes”, explica.
Una vez detectada la ansiedad y el estrés, los expertos sugieren el tratamiento psicológico de tipo cognitivo-conductual. “Con tan solo siete sesiones de tratamiento psicológico, incluso en los casos más extremos, hay una remisión en el 75% de los casos. Si la ansiedad es por un motivo puntual, el avance es más rápido”, explica el doctor Cano. Sin embargo, el mismo especialista afirma que uno de los problemas para la gente con episodios de ansiedad puntuales es la falta de psicólogos en los centros de salud. Madrid es la única Comunidad que, desde 2017, cuenta con 21 psicólogos en centros de salud para auxiliar en la evaluación de los trastornos mentales menos graves. “La opción farmacológica solo obtiene un 25% de éxito”, agrega el psicólogo.
Aunque nunca servirán para sustituir la atención de los especialistas, Cano y Manzano reconocen las bondades de la dispersión mental para disminuir la ansiedad y el estrés. Ambos suelen recomendar a sus pacientes -indistintamente de la gravedad- buscar actividades que les relajen y distraigan. Cada persona debe encontrar la actividad que le resulte más propicia, ya que, como reconoce la doctora Manzano, las actividades de relajación más obvias son difíciles de lograr para una persona con ansiedad. “El yoga y la meditación no siempre son fáciles a primera instancia. Es por ello que yo recomiendo a mis pacientes cualquier actividad en donde simplemente puedan abstraerse y el desempeño no sea lo importante”.
Es una de las funciones que cumple la Laborteca. “Es una terapia ocupacional”, dice Lola Cano mientras enhebra el hilo en la aguja. El grupo de ocho personas que trabaja en sus respectivos bordados asiente. Lola Cano y Adrián Moratilla se sientan hombro con hombro, aunque tienen pocas cosas en común. Ella es una jubilada que cuida de su madre y hace bordados coloridos y tradicionales; él es un biólogo que borda diseños más modernos, como calaveras o astronautas. Ambos bromean acerca de su día sin quitarle el ojo al bordado. Los une la aguja, el hilo y las ganas de desahogar sus preocupaciones en una labor metódica. Después de todo, la aguja y el hilo permiten deshacer los errores, no hay presión para hacerlo perfecto al primer intento.
“Una vez intenté meditar, pero se me aparecieron todos mis demonios. Esto es lo único que ayuda”, dice Cano. Estallan las risas en la mesa con té y galletas en el local lleno de estambres. Moratilla dice en voz alta: “Ya hasta se me ha quitado el mal humor y el estrés del trabajo”.
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