Hay en torno a un centenar de pueblos aislados o no contactados, la mayor parte en Sudamérica y en Nueva Guinea, además de en el centro de África y en algunas islas del Índico. De ahí son los sentineleses, que habitan la isla de Sentinel del Norte, en el archipiélago de Andamán (India). De ellos se está hablando en los últimos días después de que asesinaran a John Allen Chau, un misionero estadounidense que pretendía evangelizarlos.
“No hay que pensar que por el hecho de que un pueblo esté aislado por decisión propia desconozca el mundo por completo”, explica a Verne Fernando Monge, profesor de Antropología en la UNED. Simplemente “no tienen interés por establecer contactos con su entorno”.
Un entorno que rehúyen, pero que conocen, apunta Luisa Abad, antropóloga de la Universidad de Castilla-La Mancha. “Todos los contactos que estas comunidades han establecido con la población dominante han tenido consecuencias negativas”.
En el caso del Amazonas, donde ella estuvo trabajando, Abad recuerda la “experiencia traumática que supuso el genocidio a finales del siglo XIX a consecuencia de la extracción del caucho” en esta región, que “probablemente se ha transmitido desde entonces mediante narraciones orales”. Actualmente, estas comunidades siguen enfrentándose a los intereses “de las compañías extractivistas de gas, hidrocarburos y madera”.
Colonización y enfermedades
La situación de estas tribus es similar en todo el mundo. La página web de la ONG Survival, que defiende los derechos de los pueblos indígenas, recoge testimonios parecidos de tribus de Perú como los catacaibo y los isconahua, por ejemplo. En cuanto a los sentineleses, recuerda que las tribus vecinas “fueron aniquiladas después de que los británicos colonizaran sus islas”.
Otro de los riesgos que corren estos grupos es el hecho de que no tienen inmunidad a enfermedades comunes como el sarampión o la gripe, que suponen un riesgo mortal para ellos. Abad recuerda que este es otro motivo por el que estas comunidades quieren evitar el contacto con extraños: en muchas ocasiones estas experiencias han terminado con miembros de la comunidad falleciendo tras un contagio. Esta es también una de las razones por las que las autoridades indias han renunciado a recuperar el cadáver de Chau, al menos por el momento.
Abad añade que estas tribus sí establecen contactos esporádicos con otros pueblos vecinos cuando lo necesitan, antes de volver a replegarse, uno de los motivos por los que no se considera correcto hablar de “pueblos no contactados o aislados” y es mejor referirse a “pueblos en situación de aislamiento y contacto inicial”.
Al respecto, Abad recuerda que, estando en Perú, los machiringas le hablaron de estos contactos que habían mantenido con personas de algunas comunidades aisladas con las que comparten idioma. “Su principal preocupación era que estaban rodeados”.
En el Amazonas es precisamente donde se estima que hay más tribus sin contactar: la web Big Think recoge que el Gobierno brasileño estima que hay unas 77, mientras que National Geographic eleva la cifra a 84. Las estimaciones no son fáciles, ya que a menudo se trata de observaciones hechas sobrevolando la zona o según el testimonio de otras comunidades que viven cerca. De hecho, en 2005 un helicóptero sobrevoló Sentinel del Norte para comprobar los efectos de un tsunami en la zona. Uno de los habitantes le recibió lanzándole una flecha con su arco.
Derechos poco respetados
¿Qué ocurre si alguien hace caso omiso a todas estas precauciones y quiere visitar uno de estos pueblos? La cuestión legal es más compleja y depende de cada país. En el caso de Sentinel del Norte y según recogía EL PAÍS, “la presencia de extranjeros está prohibida en las inmediaciones, aunque investigadores locales alegan falta de control marítimo en la zona”.
Monge apunta que a este respecto hay un marco básico que es la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada por la ONU en 2007. Este documento, votado tras 20 años de negociaciones, reconoce su derecho a la propiedad de la tierra, a los recursos naturales de estos territorios, al respeto a sus tradiciones y a la autodeterminación.
Sin embargo y como explica Abad, la legislación nacional e internacional no se respeta por culpa de los intereses económicos que hay detrás, especialmente en el Amazonas. “Si en Sentinel del Norte hubiera petróleo, no se habría dejado en paz a los sentineleses como hasta ahora. Y tampoco se les habría respetado si no se hubieran defendido continuamente”.
Sin dejar de lamentar la muerte de Chau, Abad apunta que lo que hizo fue un “gravísimo error”, fruto de “la falta de información y de la prepotencia”. Y añade: “Ellos no nos han pedido que vayamos. Hay que respetar su decisión”.
No siempre se ha hecho: Survival recoge en su web la experiencia de los jarawa, una tribu nómada de unas 400 personas, también de las islas Andamán. Algunos de los jarawenses rompieron su aislamiento en 1998 y desde entonces la comunidad se ha enfrentado a intentos de “sedentarización” por parte de las autoridades locales, además de a los cazadores ilegales que se hacen con los animales que necesitan para su subsistencia. A esto hay que sumar dos epidemias de sarampión en los últimos 20 años y el turismo masivo. Survival usa el término “safaris humanos” por cómo los turistas conducen por su territorio con la esperanza de “avistarlos”.
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