Cada año llega ese momento en que se acerca el 31 de diciembre, seguido de un nuevo 1 de enero. Es tiempo de celebración familiar, pero también de reflexión personal: de hacer el balance de lo bueno y malo, que diría Mecano. Nos ponemos nostálgicos, pensamos en todo lo que ha pasado en los 365 días anteriores y echamos un vistazo a esa lista mental o escrita que elaboramos con nuestros propósitos. ¿Qué ha ocurrido? Seguramente, no los hemos cumplido.
Según un estudio realizado por la Universidad de Scranton, solo entre un 8% y un 12% de la población que se plantea propósitos de año nuevo los cumple. Entre el 80% y el 90%, de hecho, abandonaron su objetivo a las seis semanas de empezar el año. Es decir, para mitad de febrero ya dejaron de ir al gimnasio o volvieron a fumar.
La buena noticia es que este fracaso nos lo tomamos con humor, como ha observado Amstel Index, una herramienta que mide el reconocimiento en redes sociales y lo expresa en una escala de 0 a 100. La conversación virtual se llena de propósitos en estas fechas, propósitos nuevos y viejos. El 28% de los usuarios de Twitter comenta los no cumplidos en vez de plantearse otros nuevos. Y el 19%, sin estrujarse la cabeza, decide volver a intentar las mismas resoluciones el año siguiente.
Esa es una buena señal y una mejor decisión, apuntan los psicólogos. “La perfección es inalcanzable. Recuerda que los pequeños traspiés cuando estás alcanzando tus objetivos son completamente normales”, dicen desde la American Psychological Association. “Todo el mundo tiene sus altos y bajos, recupérate de tus errores y vuelve a tu camino”
Evitar la frustración es importante para poder seguir planteándonos propósitos cada nuevo año y no odiarlos porque nunca los logramos. El problema no son los propósitos, sino la forma en la que se plantean.
“Establecer pequeños objetivos alcanzables a lo largo del año, en lugar de un único objetivo abrumador el 1 de enero puede ayudarte a conseguir todo por lo que te esfuerzas”, dice la psicóloga Lynn Bufka. “Lo que importa no es cuánto cambias sino el acto de reconocer que un cambio en el estilo de vida es importante y trabajar hacia él paso a paso”.
Teniendo clara la radiografía general del fracaso al cumplir nuestros propósitos, miremos ahora las razones más concretas, ¿por qué no lo logramos? Y sobre todo, busquemos las soluciones, ¿cómo podemos conseguir cumplirlos?
1. No seas ambicioso
Si tu lista de propósitos se parece más a una lista de la compra, algo falla. Una lista de propósitos debe ser breve. “Cuando tienes varias resoluciones, cada vez que intentas mantener una usas algo de la valiosa fuerza de voluntad que se necesita para las otras. Es decir, tener muchas resoluciones va en contra de ellas y debilita la posibilidad de éxito en cada una”, explica el psicólogo social Roy Baumeister, autor del libro Fuerza de voluntad.
Los propósitos, además, deben ser realistas, alcanzables y muy concretos. “Decir voy a perder peso no es fácil de lograr, es más sencillo seguir un plan que diga no voy a comer patatas fritas o helado en seis semanas”, continúa Baumeister. O en vez de apuntarte al gimnasio, decide ir los lunes a spinning, los miércoles salir a correr…
2. Descubre por qué quieres cambiar algo
Según Amstel Index, los propósitos más habituales de este año son los de que incluyen el término “dejar” (un 27%): dejar de fumar, dejar de beber… y todos los malos hábitos y vicios posibles.
El 24% hacen referencia a aprender algo: apuntarse a talleres, cursos, volver a estudiar. Después, aparecen los objetivos físicos (18%): ir al gimnasio, perder peso. Viajar (12%), la salud (11%) y ahorrar más (8%) cierran la lista. Todos son muy válidos, pero en busca de esa concreción de propósitos, uno de los principales problemas a resolver es identificar si de verdad los necesitamos.
La psicóloga Shainna Ali sugiere que te hagas tres preguntas cada vez que te planteas un nuevo propósito: ¿Sabes de dónde sale? ¿Por qué es importante para ti? ¿Cómo conseguir ese objetivo influirá en tu vida? “Si no puedes contestar estas preguntas fácilmente, puede que necesites considerar aclararlos antes de establecerlos. La incertidumbre hacia tus objetivos crea espacio para la indiferencia, confusión y distancia entre tus objetivos y tus aspiraciones”, explica.
3. No lo plantees como obligaciones
En su libro How to Get Sh*t Done, la coach Erin Falconer explica que a la hora de cumplir tareas, objetivos o propósitos hay que desterrar del vocabulario el verbo should, en español “debería”, porque está relacionado con una idea de “culpa, vergüenza, falta de toma de decisiones”.
Y, además, habla en condicional por lo que le resta realidad a la resolución. En vez de decir: “Debería apuntarme al gimnasio”. Falconer sugiere: “Voy a apuntarme al gimnasio”. Un cambio de lenguaje que puede conllevar un cambio de actitud y actividad.
4. Recurre a la paciencia y a la capacidad de disfrute
La mayoría de los propósitos que nos planteamos implican un cambio en nuestros hábitos o adquirir otros nuevos. Estas tareas no se conquistan en una hora, un día o una semana. El doctor Maxwell Maltz, gurú de la autoimagen en su libro Psycho-Cybernetics, escribió que se necesitaban 21 días para que “la mente humana se ajustara a un gran cambio de vida”.
Un estudio de la University College London subió a 66 los días que se requieren para romper un antiguo hábito. Moraleja: hay que ser paciente. Revisar los propósitos a lo largo del año, en varios momentos, no solo cuando se acerque el día 31, es otro consejo habitual.
Y con la paciencia, añaden los expertos, hay que incluir otro factor: el disfrute. Si te planteas objetivos de los que consigues inmediato disfrute, será más fácil conseguirlos. Y si los consigues, sigue disfrutando, celébralo. En vez de castigarte tanto por no cumplir los propósitos, celebra más los que sí has conseguido. Aunque como decíamos, el Amstel Index destaca que no solemos tener mucha carga de conciencia si no lo conseguimos: preferimos echar mano del humor e intentarlo de nuevo al año siguiente.
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