¿Para qué sirve un chiste verde?

El humor picantón, en sus mejores casos, ha pasado de ser una herramienta contra la censura a un vehículo de diversidad

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Imagen promocional de 'Padre no hay más que dos', película de Andrés Pajares y Fernando Esteso, de 1982.
Imagen promocional de 'Padre no hay más que dos', película de Andrés Pajares y Fernando Esteso, de 1982.

[AVISO: Este artículo incluye algunos chistes subidos de tono, así que se trata de un contenido recomendado para adultos].

El sexo es como una navaja suiza: multiusos. Hablar de sexo, según el tono y el enfoque, puede servir para educar, para provocar, para vender... o para reír. Los chistes verdes, que antiguamente se conocían como chistes colorados por el rubor que provocaba escucharlos, siguen funcionando. "El sexo es algo con lo que todos convivimos y que nos genera atracción y vergüenza al mismo tiempo, por lo que es un tema socorrido con el que hacer humor", explica la cómica Raquel Sastre a Verne.

Los chistes verdes en España gozaron de buena salud durante el franquismo. La lingüista Ana María Vigara escribía que los chistes, entonces, eran "una de las pocas transgresiones, si no la única, que podían permitirse impunemente". Dado que el terreno sexual estuvo "controlado, reglado y hasta sancionado desde todas las instancias del poder (político, religioso, socioeconómico, familiar)", los chistes picantes acabaron convirtiéndose en una manera más de burlar la censura oficial.

La primavera la sangre altera, y el gachó andaba crispado como un verraco en celo. Le faltaba una semana para casarse y había decidido que ya no podía resistir más. Pero aquella novia... ¿Por qué serán las mujeres tan honestas y conservadoras en este país? Habían regresado del cine, de ver un film clasificado "S", la noche estaba como un caldo, el fondo del portal oscuro...

–Josefa, por lo que más quieras, déjame aunque sólo sea la puntita.

–Serénate, Julián, y aguanta un poco. Total, no nos queda ya más que una semana.

–Pero, mujer, no hay ninguna razón para que yo deba estar hecho una bestia desesperada.

–Sí que la hay. Tres por lo menos.

–A ver, dime cuáles.

–La primera, que es una lástima que tras haber pasado tres años de noviazgo puro y casto, lo estropeemos todo en vísperas de la boda. La segunda, que imagínate el escándalo si alguien entra en ese momento y enciende la luz. Y la tercera, amor mío, que cada vez que jodo de pie, me entra un dolor de riñones que me doblo.

Acabado el franquismo llegó la Transición con su cine de destape. La comedia con toques sexuales gozó de mucha popularidad, como explican los profesores Pérez Morán y Huerta Floriano en su artículo "La comedia subgenérica de la Transición española. Paradojas en la tormenta".

Tras una época de represión, el humor verde se desató de forma bastante burda y con una visión muy marcada de hombres, mujeres y homosexuales. Los primeros, bajo el concepto de macho ibérico, eran los protagonistas indiscutibles. Las segundas, cuando hacían el papel de amante, eran "atractivas, frívolas y su función consistía en desatar la libido del hombre". En cambio, cuando el papel era el de esposa, eran "mujeres mandonas, insoportables, poco atractivas y que, generalmente, no despertaban los deseos de los maridos". Los homosexuales, único referente a la diversidad, eran atacados y denigrados.

Los chistes eróticos de antaño reflejan, según Ana María Vigara, "una sociedad androcéntrica (machista), en la que prevalecen las opiniones y los valores del sexo masculino sobre el femenino y, en general, las mujeres están al servicio de los varones; y una sociedad en la que, por supuesto, se presupone la hombría al varón y la heterosexualidad." De aquellos barros estos lodos y por eso el concepto "chiste verde" hoy tiene una cierta connotación rancia.

Además, con la actual sobredosis de información sobre sexo, sus funciones sociales parecen haberse atenuado. ¿Eso los convierte en innecesarios? Ni mucho menos, sostiene Núria Cano, sexóloga y clown. De la misma manera en que los chistes picantes antes eran un reflejo de su época, ahora pueden seguir siéndolo, incluyendo una mayor diversidad. "Chistes verdes sí, pero también feministas" -sostiene Cano-. "Es bueno reírse de chistes sobre sexo, pero si tienen una perspectiva igualitaria nos reiremos más personas. Al final, el humor ha sido hecho por y para que se rían unos pocos. El resto nos habíamos quedado fuera".

De igualdad también habla Raquel Sastre, cuando, desde su punto de vista de cómica, comenta que "lo peor que veo dentro del humor verde es cómo a los humoristas masculinos se les permite ser grotescos mientras que con las mujeres hay cierto reproche social, aunque cada vez menos".

¿Cuál es el hombre más popular en una playa nudista?

El que puede llevar una taza de café en cada mano y una docena de donuts.

¿Y la mujer más popular de la playa nudista?

La que puede comerse el último donut.

Si bien muchos chistes siguen manteniendo una visión tópica del sexo (los chistes suelen nutrirse de los clichés, ya sean de género, de raza, de profesión...), también hay muestras de que algo está cambiando. Por ejemplo, hay ilustradoras que hablan en sus viñetas de sexo y relaciones desde una perspectiva plural o humoristas que hacen monólogos sobre la diversidad sexual.

Raquel Sastre menciona el reto que, para los humoristas, también supone la incorporación de perspectivas más diversas: "Se pueden usar conceptos que ahora son novedosos pero siempre teniendo claro que, para que la gente se ría, tiene que saber de qué estás hablando".

El humor como terapia

Más allá de la función social que tengan los chistes, el humor funciona bien en circunstancias adversas. Núria Cano considera que "es una herramienta útil para decir cosas que serían más difíciles de encajar si las dijéramos con seriedad. Esto no quiere decir que estemos todo el día con chascarrillos. El sexo es un asunto serio. Cuando la gente llega a nosotras vienen cargadas de una mochila llena de sentimientos de fracaso, deseos dinamitados, cuerpos que creen que están mal... por lo tanto, poderse reír de eso mismo es liberador. En terapia de pareja es un recurso estupendo, la risa nos conecta, y las parejas que vienen quizás hace tiempo que han dejado de hacerlo juntas. Las bromas, los chistes son una manera de comunicar".

Y no solo en terapia, el humor es un recurso fantástico para desdramatizar esos pequeños desajustes que podemos sufrir en la cama. "Imagínate cuando entra aire en la vagina en el coito y suena, ¿qué es mejor? ¿Hacer como que no ha pasado nada o reírte de eso? Otra situación: imagínate tu pareja masturbándote y... nada. ¿No es mejor decirle entre risas que tu clítoris no es un timbre al que llamar?". Núria Cano lo tiene claro: "El humor es un buen lubricante, porque con humor todo entra mejor".

Además, hay otro factor importante: "Los chistes verdes sacan el sexo del armario, del tabú, de lo prohibido", afirma Núria Cano. Y qué mejor que acabar este artículo con un chiste clásico que reúne unos cuantos tabúes, como el del sexo en grupo y el del sexo anal para hombres heterosexuales. Y que, además, quita hierro a esos momentos en los que las cosas no salen como se habían fantaseado:

Un grupo de personas participa en una orgía a oscuras. De repente se oye:

- ¡Organización!

Total que siguen y al rato se vuelve a oír la misma voz:

- ¡Organización!

A los 5 minutos:

- ¡Organización!

Y así repetidamente, hasta que alguien replica:

- ¿Se puede saber qué pasa?

- Diez tías, tres tíos y ya me han dado cuatro veces por culo.

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