Hace unos días que la Monsieur Cuisine se sienta en la mesa de la cocina. Discreta, sencilla, educada… y con un micrófono oculto a lo Villarejo incorporado. “¿Os la habéis comprado? ¿Qué tal es? ¿Qué hace? ¿Qué es lo primero que habéis hecho?”. Ni siquiera habíamos abierto la gigantesca caja de cartón donde venía y ya teníamos un montón de preguntas de amigos por WhatsApp. ¿Qué pasa con este robot de cocina para que genere tanta expectación? Que, en teoría, es un chollo porque es más barato que la Thermomix, el hazmelotodo del fogón, que cuesta 1.200 euros. Hasta que vino el señor Lidl, se acordó del pueblo llano y sacó la suya al mercado. Más de 100.000 unidades se han vendido en España en estos cinco años, según los datos de la empresa. En resumen: que la marca blanca de la Thermomix cuesta 359 euros, que nos la compramos y que así han sido las primeras 24 horas con ella en casa. ¿Está justificado tanto furor?
No estaba en nuestros planes que el nuevo modelo de este robot —el Connect— presidiera la cocina, pero recibimos una llamada familiar: “Nos la vamos a comprar por la página web del Lidl, dicen que está muy bien. Hay que estar atentos”. Era mi cuñada. Nosotros, por supuesto, no íbamos a ser menos. Y la adquirimos. “Tardarán unas 72 horas en enviarla”. Ahora sé que tuvimos suerte. El 30 de mayo se puso a la venta el último modelo en España y la web de Lidl se cayó por la avalancha de visitas. Los que no pudieron conseguirla optaron por ir a las tiendas unos días después, cuando comenzó a venderse en la calle. Y, visto lo visto en redes sociales, tuvieron competencia, aunque no tanta como cuando se puso a la venta el otro modelo hace unos años. Sirva Francia como ejemplo de lo que ha ocurrido con la salida al mercado de la nueva Monsieur Cuisine:
C’est la guerre #monsieurcuisineconnect #Lidl #robot pic.twitter.com/0DrII1rN1f
— Kinzo Moore (@SuuggaMama) June 3, 2019
Aquellos que no quisieron esperar a que su Cuisine llegara a España, tenían desde hace meses un atajo alemán. En YouTube hay tutoriales para comprarla en la web de Lidl Alemania paso a paso, aunque no entiendas ni una palabra:
Lo que en teoría era un robot mediano, según la foto, vino envuelto en una caja de cartón que traía la Sagrada Familia de Barcelona dentro. “Aquí la tienes”, dijo el portero de mi edificio, que abrió la puertecita de su almacén en la portería y señaló a La Monsieur. Bienvenida.
Al entrar en casa con nuestra nueva inquilina dio comienzo un espectáculo gratuito de magia mientras abríamos la caja. “Mira, un maroma”, “será un varoma”, “¿qué?”, “¡las cuchillas!”, “¡el cubilete!”, “¡un libro con 160 recetas!”. El salón parecía una auténtica tómbola de feria. Por si había pocos trastos en nuestra coqueta cocina, qué mejor manera de hacerla más coqueta que con 800 utensilios nuevos. “¿Y ahora qué receta hacemos?”. Salmorejo. Cuando no hay nada que hacer en la vida lo que hay que hacer es salmorejo. Bajamos al súper, compramos un kilo de tomates pera, una barra de pan y ajo. Al subir encendimos la Monsieur y la conectamos a la wifi de casa: viene con una gran pantalla táctil —bastante intuitiva— que se conecta a Internet para recibir recetas sin suscripción.
Todo estaba controlado hasta que se produjo el salmoregate. La crisis, vaya. Tras colocar los ingredientes en la mesa, la pantalla avisó: “Trocee el pan durante seis segundos a velocidad ocho. Páselo a un bol, rocíelo con 200 mililitros de agua fría, remuévalo y déjelo en remojo 15 minutos”. Todo el mundo sabe que el salmorejo no lleva agua, pero después de pagar 359 euros, no estábamos para refutar nada. Si el robot alemán quiere agua, pues se le echa agua. Seguimos. Cuarto y último paso: “Reparta el salmorejo en cuencos y refrigérelo”. Ni que decir tiene que no se hizo: metimos la cuchara dentro y, como si fuera un yogur, nos lo zampamos. Malísimo. Aquello era puré de gazpacho con grumos. Nuestras miradas del timo del trilero se reflejaron en la pantalla táctil. ¿Solución? Buscar en Google: “Salmorejo en la Monsieur Cuisine”.
Menudo universo. Los seguidores de la Monsieur Cuisine (¿los cuisiners?) están tan organizados como los de la secta de la Thermomix. Tienen foros, responden dudas, comparten recetas… En las primeras búsquedas apareció el blog Monsieur Cuisine Fácil con la receta. Y se ve que a la usuaria Silvia Garza le ocurrió lo mismo hace dos años: “Eso no es salmorejo… Es gazpacho espeso sin agua. Soy de Córdoba, España, de donde es la receta original de origen sefardí o árabe, no estoy segura, pero lleva tomate, pan, ajo, aceite y sal. No se enfade, pero es así”. A lo que otro usuario responde: “Si lleva tomate no es ni árabe ni sefardí. Todavía no había traído Colón los tomates de América”.
La cosa no estaba para un examen de historia. Nos marchamos a Facebook. “Grupo de amigos Monsieur Cuisine Connect”. Y se hizo la luz. Aquí el moderador es Pedro Jiménez. Pedro ayuda a todos los usuarios, comparte mensajes. “Bienvenida a los nuevos”, “¿os pasa esto con las cuchillas?”, “la tara no me pesa bien”. Es una especie de grupo de WhatsApp de padres y madres del colegio versión cuisine. No es el único: otro de recetas ya va por 16.000 miembros.
La solución que dieron al salmoregate fue fácil. Aplicar la receta que viene en la Thermomix original en la Thermomix del pueblo. “Sirven todas”, comentaban en el grupo. Un chollo, vamos. Tras el fiasco del salmorejo, elegimos otra receta. Una de pollo al ajillo con champiñones. ¿El resultado? Buenísimo, se ve que Colón trajo la pechuga de América a tiempo.
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