Mujeres que pasan calor

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La Matrioska activa el modo veraniego. Para que estas semanas de calor sean más refrescantes, hemos invitado a varias autoras a que os escriban las cartas de los próximos domingos. Habrá reflexiones, relatos, poesía, autoficción y más sorpresas y compañía, tanto para las que están en la piscina como para las que languidecen en el sofá con las ventanas cerradas a cal y canto. Todo, con un hilo conductor: ️☀️EL VERANO🌊 Si quieres recibirlas en tu correo, suscríbete aquí.

Esta newsletter está escrita por Aroa Moreno Durán (@AroaMD)

Una de cada tres personas cambiaría un año de vida por un cuerpo ideal.
Daily Telegraph, 24 de marzo de 2011*

1.

Ola de calor en Madrid. En un pueblo de las afueras, una empresa celebra su fiesta de verano. En el jardín de la casa donde van a hacer la barbacoa flota un aire de horno abierto. Pero hay una piscina. Escaleras anchas, burbujas, gresite blanco. Una promesa de frío que refleja el cielo de la sierra y expande el concierto de mediodía de las chicharras. Cuando terminan de comer, ellos se sirven una copa. Luego todos se van acercando al agua. Los diez hombres, diez, se lanzan a la piscina y chapotean imperfectos: ríen, bromean, se hacen fotos cogidos por los hombros que se guardarán en una carpeta común del servidor: Fiesta Junio 2019. Bucean, se tiran de cabeza, uno da una vuelta en el aire y se pega un espaldarazo que arranca risas y aplausos. Las copas de ginebra se calientan alineadas al borde del agua. Solo uno de ellos, uno que lleva el pelo completamente rapado, ojos muy pálidos, se ha dado protector en la cabeza.

Ellas se han acercado a la orilla, se pasan el espray solar y se arremangan pantalones y vestidos y meten los pies. Utilizan la mano como cuenco y se echan agua por los brazos y las piernas. Se recogen el pelo, se humedecen la nuca y la frente; la mano se convierte ahora en un abanico veloz pero ineficaz. Ninguna de estas mujeres -quiero decir, cero mujeres- entra en el agua. La foto será fija. Lo que más me sorprende es que yo tampoco entro en el agua. Ni siquiera llego a descalzarme. Es el verano del año 2019. Y esto no es un cuento de Cheever. Estamos a 40 grados –blancas, velludas, menstruantes o gordas– y son las cuatro de la tarde. Hay una ola de calor en Madrid.

*Con esta cita comienza Big Brother (Anagrama, 2014), de Lionel Shriver. En esta novela, la autora, inspirada en su experiencia autobiográfica, cuyo hermano mayor padeció una obesidad que le provocó un fatal ataque al corazón, escribe una sátira feroz de las "familias felices" y de una sociedad desquiciada que se obsesiona con el culto al cuerpo y al mismo tiempo publicita y consume toneladas de comida basura.

2.

No me busquen, la conexión se produce sin que yo la llame. Estoy sentada en una playa pública de Dubái hace unos años. Este es un calor diferente. Playa espejismo. Es un calor de desiertos. Pero si pagas bien, puedes sentir el frío. Si pagas lo suficiente, puedes esquiar sobre la nieve de Dubái. Puedes ver la Palm Island desde el mismo cielo, igual que Dios. Cuanto más pagas, más puedes desafiar a tu vértigo en el Burj Khalifa. Es la selección económica, turística y vertical más flagrante que he visto. Es la tierra del cero al infinito de los deseos. Pero yo no encuentro nada que hacer allí. Y me siento durante horas en la playa: bañador y gafas de sol, trenza. Dos mujeres están en la orilla del mar vigilando a sus hijos. Las olas llegan y le mojan los pies y le mojan los bajos del burka. Las mujeres ríen; los niños juegan. Unos metros adentro, el hombre mira la escena con el agua hasta el cuello y nada de vez en cuando de izquierda a derecha sobre el horizonte. Ese hombre está a diez grados menos que las mujeres. Las mujeres le saludan con la mano. El hombre sale y va en bañador y camiseta de tirantes. La tela negra de los burkas de las mujeres se inflama y se desinfla con el aire, vapor de oasis, y brilla mojada como un cuervo negro.   

 3.

En Tener un cuerpo (Contraseña, 2019), Brigitte Giraud recorre algunos momentos de su vida a través de la memoria física. En él explica cómo toma conciencia un día sobre la incidencia que puede tener en su cuerpo. Cuando es pequeña, su madre le advierte sobre la merienda: “¿te vas a comer todo eso?”. La madre de Giraud informa a su hija con esa pregunta de cómo la belleza es fruto de la voluntad. Trampa. Responsabilidad y culpabilidad. Trampa. Ese día, Giraud comienza a jugar a adelgazar. La madre de Giraud no advierte nada al hermano varón, dispuesto a morder un bocadillo idéntico. "Detecto en el comentario de mi madre algo así como el síntoma de una pertenencia femenina. ¿Quiere hacerme caer en sus redes de angustia?".

4.

Estoy en la orilla de una playa de Cádiz con mi madre. Tengo veinte años. Miramos a mujeres y hombres que pasean por la orilla. Pero miramos sobre todo a las mujeres. Bañador, bikini, bikini, bikini, bañador, braga. "No hay dos cuerpos iguales", dice mi madre. Un cuerpo no normativo es cualquier otro cuerpo. Normativo significa que fija la norma. Y no hay dos iguales. La cultura proyecta desde hace siglos un tipo muy definido de cuerpo sobre nosotros, es la vara, la cultura es el metro amarillo de nuestros contornos. Del relato universal, el cuerpo femenino solo forma parte cuando es normativo. Cuando se ajusta al canon. El canon quiere decir delgado. Y quiere decir joven. Y limpio y libre de marcas. El canon acepta mejor que seas feo que gordo. Mejor que seas gordo que gorda. Miles de cuerpos son olvidados. Carecen de representación. No me gusta pasear por la playa si unos ojos como los míos se van a clavar en mi cuerpo.

5.

"Es el calor de las otras mujeres,

de aquellas que no conocí,

pero que forjaron un suelo común,

de aquellas que amé aunque no me amaron,

de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador,

de piel suave y tierno corazón guerrero"

Alejandra Pizarnik

6.

Más de la mitad de la gente que vive en nuestro feliz lado del mundo intenta acercar su cuerpo al físico ideal antes de que llegue el verano. Todos los veranos.

            Una de cada tres personas daría un año de su vida por tener un cuerpo acorde a la perfección.

El dato me acompaña durante varios días: ¿qué es un año de mi vida? ¿Un año del final de mi vida?

7.

La pálida y a la sombra debajo de la sombrilla.

La que nunca mete la cabeza en el agua.

La que lleva pantalones encima del bañador porque en esos días una no se baña.

La que no usa jamás prendas de tirantes.

La que tapa la cicatriz.

La que nunca lleva pantalón corto.

La que no juega. No pasea. La que no nada.      

8.

"La gente se desnuda en Twitter o en Facebook y se viste en el metro". Esto lo escribe Juan José Millás. La desnudez nos hace frágiles porque vivimos en un entorno mucho más preparado para juzgar el físico y donde el cuerpo tiene un poder mercantil muy poderoso. Somos más foto que palabra. Para la religión católica, el pudor no es la vergüenza de mostrar un cuerpo diferente (escriben "feo", escriben "antiestético"); es el recato con el que se guarda lo sagrado, dádiva exclusiva para el otro ("amado"). La religión conecta el pudor directamente con la mujer.

El burka, sí, estamos de acuerdo, debe dar mucho calor.

            Un poco más que no meterse en el agua.

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