Doce años y todavía sin novio: correspondencia entre dos niñas que están dejando de serlo

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La Matrioska activa el modo veraniego. Para que estas semanas de calor sean más refrescantes, hemos invitado a varias autoras a que os escriban las cartas de los próximos domingos. Habrá reflexiones, relatos, poesía, autoficción y más sorpresas y compañía, tanto para las que están en la piscina como para las que languidecen en el sofá con las ventanas cerradas a cal y canto. Todo, con un hilo conductor: ️☀️EL VERANO🌊 Si quieres suscribirte a esta newsletter, puedes hacerlo desde aquí.

Esta newsletter está escrita por María Yuste (@miapilgrim)

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05 de julio de 2000

Hola, soy Ana ¿cómo estás? Yo estoy muy bien. No te he escrito antes porque me lo estoy pasando genial.

Yo iba a cumplir trece años y Ana tenía doce. Vivíamos en el mismo edificio y también ibamos al mismo colegio, aunque a cursos diferentes. Podría decirse que éramos lo que a esa edad todavía se considera “mejores amigas”. Siempre estábamos juntas, menos en verano, que ella se iba a un pueblo a unos veinte minutos en coche y yo me quedaba en la ciudad.

Sin móvil ni acceso a Internet, manteníamos entonces una correspondencia por carta de esas de escribir los ceros de la fecha con corazones en folios de colores y poner en el sobre: “Corre, corre, cartero, que es para la amiga que más quiero”.

Esa espera le daba un poco de emoción a unos días en los que había poco más que hacer que dormir una hora de siesta, esperar a que bajara el sol para poder salir a dar vueltas a la manzana con la bici o masticar de más un bocadillo con el pan como chicle por la humedad. Y eso que, en el verano de 2000, en realidad nos estaban pasando muchas cosas.

Ahora tengo más motivos para escribirte y leer las cartas que me mandas. Dice mi madre que tengo que leer y escribir mucho, todo lo que no me gusta hacer, porque en el colegio al que voy a ir no sabe si van adelantados o atrasados.

No solo se nos estaba acabando la infancia físicamente, aquel verano en el que Antena 3 nos bombardeó con el eslogan “Vive el verano” (y con el que Ana marcó todas las cartas como quien grafitea una pared), ambas nos enfrentamos a los dos primeros grandes cataclismos de nuestras vidas.

Después de las vacaciones, mi amiga tenía que abandonar el que había sido su primer hogar: piso, barrio, colegio y red de amigos y empezar de nuevo en otra parte porque sus padres habían decidido mudarse a una casa en las afueras. Yo, por mi parte, estaba presenciando cómo mi padre se moría de un cáncer fulminante que le había ido quitando la movilidad y el habla hasta dejarlo, en muy poco tiempo, postrado en la cama como un bebé en pañales.

No obstante, apenas hacíamos referencia a nada de aquello en nuestra correspondencia. Preferíamos hablar principalmente de la programación, donde sí ocurrían las cosas excitantes que tenían que pasarle a la gente en verano. Quedaba claro en las cortinillas horribles de aquella campaña veraniega de Antena 3 en las que modelos perfectamente peinados en la playa daban paso a Bertín Osborne, Eva Santolaria y Constantino Romero con consejos para mantenerte con vida cuando no estuvieras delante de la tele.

Vamos a dejarnos de rollos y a hablar de cosas interesantes...¿Qué ves por televisión? Yo Sabrina, Los Simpson, Al salir de clase, Esencia de poder y, a veces, una película que echan después de la novela. Esta noche expulsan a alguien de la casa de Gran hermano, ¿será Iván, Ania, Koldo o Ismael? Yo quiero que echen a Iván porque se cree el más chulo, el que ha vivido más años, el marimandón de la casa... ¿Has visto que interesante está Nada es para siempre?

Después se extendió algunos párrafos más presumiendo de conocer qué iba a pasar próximamente en el mundo de la ficción porque se había comprado la revista Teleprograma.

Siendo la televisión nuestra principal ventana al mundo y proveedora de la droga que son las emociones fuertes del drama, habíamos deducido que lo mejor para vivir una vida llena de sobresaltos era ser actrices cuando fuéramos mayores. Sin embargo, Ana, cuya familia era muy católica, me escribió en julio para comunicarme que había cambiado de idea.

¿Todavía quieres ser actriz? Yo lo he pensado y creo que no quiero porque antes de la película tienes que hacer cosas como desnudarte o acostarte con un hombre o cosas parecidas. Voy a ser presentadora.

La cosa iba en serio porque hasta le había escrito a Ramón García para pedirle consejo. En la misma carta, me devolvía también una hoja de firmas para la recogida que yo estaba haciendo con el objetivo de que los Backstreet Boys dieran un concierto en Murcia. Esa era la cruzada en la que yo me había metido aquel verano en el que enterramos a mi padre.

La primera carta que recibí después de su muerte incluía un dibujo hecho por Ana con la nueva configuración familiar: solo mi madre, mi hermana y yo. Además, nos había hecho rubias cuando siempre hemos sido morenas.

Hoy sábado tengo ganas de escribirte para que no estés triste.

Todo el texto venía escrito en forma de espiral y para leerlo había que ir dándole vueltas a la hoja.

Hoy otra vez estoy dando vueltas. No me gustan las tardes porque tengo que hacer deberes. Cuando los termino me voy a comprar pipas o a veces me pongo en el banco a pensar en mi futuro. Voy a estudiar periodismo, ahora me gusta escribir.

Nuevo cambio de rumbo. Ya no íbamos a ser actrices ni presentadoras de televisión pero todavía nos quedaban los chicos para vivir las aventuras que sentíamos que no podíamos vivir siendo solo unas niñas de ciudad pequeña. Todos nuestros referentes televisivos tenían novio. Hasta Sabrina, que con solo mover el dedo podía hacer que los Backstreet Boys cantaran en su habitación, tenía a Harvey.

Recibí otra carta poco antes de mi cumpleaños, o lo que Ana ya calificó como “ser un año más vieja”.

¿Cómo te va el asunto de los chicos? A mí fatal. No hay ningún ligue y eso que dicen las canciones de que cuando llega el calor los chicos se enamoran... Estamos en verano y todavía no me he enamorado.

A las dos nos gustaba un niño que iba a veranear al pueblo de Ana. No recuerdo cómo era porque no tenía nada especial. Solo nos gustaba porque era de Madrid y eso era lo más exótico que teníamos al alcance. Estar cerca de él era estar más cerca del lugar en el que pasaban las cosas.

Ya han venido los madrileños, ¿te acuerdas de Pablo el que nos gustaba tanto? Por las noches jugamos al escondite y nos lo pasamos muy bien.

No aspirábamos a más que a que los niños madrileños que venían a veranear a las provincias nos tocaran cuando se la quedaban en el escondite y nos pillaban. De un modo u otro, sabíamos que fuera del televisor, a ellos todavía les daba asco todo lo relacionado con el sexo. Sin embargo, a nosotras nos llamaba la atención mucho antes, aunque fuera a través de lo romántico.

Por lo demás, no volvió a haber más referencias a los acontecimientos que de verdad nos preocuparon aquel verano. Había que leer entre líneas las contradicciones entre lo que se suponía que había que decir para evitar problemas y lo que de repente se escapaba.

¿Cómo llevas el verano? Yo regular porque a veces me aburro. Pero dura muy poco el aburrimiento.

A Ana, su madre le leía las cartas y admitir que se aburría suponía que le cayeran más deberes. También nos exponíamos a que nuestros secretos mejor guardados fueran de dominio público.

¿Sabes lo que me acaba de pasar? Que mi madre estaba leyendo en voz alta y Pablo ha oído la parte en la que hablábamos de él.

Así que había que presentar especial atención, sobre todo, a lo que no se decía. A mediados de agosto, Ana me contó muy emocionada que sus padres le habían dicho a ella y sus hermanos mayores que llevarían a un sitio sorpresa al día siguiente.

Y nos han dado pistas: tenemos que llevar bañador y no vienen mis hermanos pequeños.

La carta que recibí a la semana siguiente incluía un folleto de Aquopolis, pero en ella no me contaba absolutamente nada al respecto. ¿Qué decepción se llevó Ana en Aquopolis? Sí que me hablaba de “una fiesta de chocolate y monas” que habían tenido en la calle. Faltaban pocos días para septiembre y aquello era oficialmente lo más divertido que iba a pasarle en todo el verano.

El vecino de al lado había aprobado para ser profesor y nos invitó a todos. Bailamos un montón. Hasta mi madre se animó. Así toda la noche.

Aunque deduzco que ese “toda la noche” fuera probablemente solo hasta la una o las dos de la madrugada. Al final se despedía contándome el chiste con la menor coherencia y el mayor plot twist de la historia.

Un hombre de raza negra se muere y va al cielo. San Pablo sale y le pregunta:

– ¿Quien eres?

– Leonardo DiCaprio.

– Vamos a ver, ¿el Titanic se hundió o se quemó?

La siguiente carta me la mandó ya desde su nueva casa. Nos habíamos prometido mantener la amistad pero, con el tiempo, los cambios fueron más fuertes y acabamos perdiendo el contacto como si nunca nos hubiéramos dicho que siempre nos querríamos porque éramos como una hermana la una para la otra.

En tu carta me decías: “¡Mira que no venir a despedirte!” pues en esta carta te voy a decir adiós. Lo siento por no despedirme.

Cambió de tema y de color de boli.

¿Viste 50x15? Salieron los de Gran Hermano. Yo sí y lo grabé. Qué pena que no te guste la novela porque está muy interesante. Yo te escribiría cómo va, pero, cómo no te gusta, te dejo.

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