Mijaíl Galin quería volar con su gato, Víktor, de Moscú a Vladivostok, la principal ciudad rusa en la costa del mar de Japón. Pero cuando llegó al mostrador de control del aeropuerto moscovita, el felino no recibió el aprobado de la compañía aérea. El gato estaba demasiado gordito para ir en cabina: diez kilos. El límite de la aerolínea rusa, Aeroflot, es ocho. Galin se negó a embarcar a su querida mascota en la bodega. Tenía miedo de que el animal, de cuatro años, no sobreviviese a las más de ocho horas de trayecto. Así que retrasó su viaje. Avispado, decidió volver al aeropuerto con la esbelta gata de unos amigos. La felina sustituta recibió el ok de la báscula y el pasaje. Así que Mijaíl, justo después del check-in, dio el cambiazo a los gatos y Víktor voló.
Galin, que había estado dos años viviendo por trabajo en Riga (Letonia) y que viajaba al Lejano Oriente ruso de vuelta a casa, compartió la hazaña en Facebook, acompañada de un par de fotos que le mostraban en primera clase, junto al panzudo gato marrón con rayas grises, y con una copa de champagne. El post ha sido compartido más de 3.400 veces en nueve días desde el 6 de noviembre.
Y el caso llegó a oídos de Aeroflot. La aerolínea, disgustada porque el pasajero se había jactado de su proeza, inició una investigación y por las cámaras de videovigilancia del aeropuerto confirmó que se había hecho el cambio de mascotas. Así que decidió privar a Galin de todas las millas de bonificación (tenía unas 400.000) y retirarle la tarjeta de fidelidad por violar las reglas. Una maniobra de relaciones públicas muy mal calculada en un país particularmente amante de los gatos: casi un 60% de los rusos vive con al menos uno.
Mijaíl Galin y Víktor se han hecho famosísimos en Rusia. Su hazaña se ha viralizado. Ha alumbrado memes, camisetas y campañas de apoyo con los lemas "todos somos el gato gordo" o "bro, no es equipaje" (bro, por brother, hermano en inglés). Incluso un diputado ha propuesto cambiar las normas para que las mascotas puedan volar en cabina con sus dueños si su transportín cumple las medidas, independientemente de su peso.
Aeroflot es una compañía semiestatal, el Gobierno ruso posee el 51%. Así que la prensa corrió a preguntar a Dmitri Peskov, portavoz del presidente ruso, Vladímir Putin, si no consideraba “cruel” lo que les había ocurrido a Galin y Víktor. "No creo que el Kremlin pueda y deba comentar de alguna manera la situación con el gato y el avión", comunicó Peskov. El presidente Putin, como es popularmente conocido, es mucho más afín a los perros; tiene al menos cuatro.
Mijaíl Galin, de 34 años, cuenta desde Vladivostok que está abrumado por tanta atención. No paran de llegarle ofertas de empresas que quieren aprovechar el tirón y también llamadas de medios de todo el mundo. “Hay un flujo constante de llamadas y peticiones, intento proteger al gato de esto, pero muchos quieren grabarlo. Y Víktor está un poco cansado de esto”, comenta a través de mensajes de voz por Facebook.
Una compañía de taxis le ha ofrecido puntos para cubrir los trayectos Moscú-Vladivostok (más de 9.000 kilómetros; unas 104 horas). Otras, comida para Víktor y un seguro de salud. Un grupo de empresas financieras quiere incluso regalarle acciones de Aeroflot. Hasta el banco Vbank (Vozrozhdenie) se ha subido al carro con un anuncio temporal con la imagen de un gato subidito de peso con un antifaz, en el que da la bienvenida a todos los clientes con felinos.
Y el club de hockey de Vladivostok se ha subido al carro y ha invitado a Víktor a ponerse un poco en forma en sus instalaciones. Aunque por las imágenes al gato no parece hacerle demasiada gracia la actividad física.
10-килограммовый кот Виктор летел из Риги во Владивосток не просто так: у него была персональная тренировка в @hcadmiral под руководством Николая Пронина. pic.twitter.com/eZjoa2VT0N
— КХЛ (@khl) November 14, 2019
Quizá, comentan muchos rusos con sorna, Aeroflot y otras compañías se lo pensarán dos veces antes de meterse con un gato, prácticamente el animal nacional. Pero a la aerolínea le ha dolido el orgullo.
Galin entiende la sanción, pero explica que tenía miedo por Víktor, un gato mestizo con el que vive desde que tenía un mes. Debía hacer el trayecto Riga-Moscú-Vladivostok. Pero en el aeropuerto letón no había tenido ningún problema. Con lo que, ante la negativa de los empleados de la aerolínea rusa de dejarle subir a bordo con el gato subidito de peso, retrasó su vuelo y con algunas millas encontró una plaza para el día siguiente. Puso un mensaje en sus redes y activó a todos sus amigos de la capital rusa. Así entró en escena Phoebe, la gata de unos amigos, muy parecida a Víktor, pero de siete kilos. Su astuto plan ha convertido a Galin y Víktor en héroes a ojos de los amantes de los gatos.
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