En un momento de la película surcoreana Parásitos, candidata a seis premios Oscar, los protagonistas se montan un festín en la casa de una familia adinerada. De la despensa sacan whisky caro y, para picar, tienen una enorme lata de patatas fritas. El diseño es inconfundible para los gallegos, aunque en el resto de España no sean muy conocidas. Se trata de Bonilla a la vista, las patatas elaboradas en el concello coruñés de Arteixo que desde hace años son una delicia gourmet en más de 20 países del mundo.
La cinta de Bong Joon-ho se estrenó en mayo de 2019 en el Festival de Cine de Cannes y llegó a las salas de proyección españolas en octubre. Pero no ha sido hasta que las candidaturas a los Oscar anunciadas el 13 de enero le han dado a la película un golpe de popularidad en España cuando ha llegado la anécdota a oídos de la empresa familiar gallega.
"Hace una semana, empezó a comentarnos gente por redes sociales que habían reconocido en la película la lata de patatas. Desde que comenzaron a llamarnos los medios, las ventas online en España se han duplicado de una semana para otra", comenta a Verne por teléfono Diego García, responsable de marketing de la empresa coruñesa, en estos momentos desbordada por la atención mediática.
Salvador Bonilla fundó la empresa hace 88 años en Galicia. "Repartía él mismo puerta a puerta a las tiendas o mercados, con las patatas metidas en una lata. Por eso mantenemos ese formato junto al de patatas de bolsa. Es un símbolo especial para nosotros", cuenta García. Abrió su primera churrería en Ferrol en 1932. Fue cabo de maniobra en barcos y de ahí nació el curioso nombre de sus productos.
A pesar de haber crecido desde entonces, Bonilla a la vista sigue siendo una empresa familiar que heredó el hijo del dueño, César, y en la que también trabaja su nieto Fernando. Ahora tienen seis chocolaterías en Galicia, en las que fabrican churros y patatas. En ellas, la lata de 500 gramos cuesta 11 euros, pero en las tiendas gourmet del extranjero cuesta casi 25 euros.
Bonilla a la vista produce 500 toneladas de patatas al año, de las que exporta al extranjero 60 toneladas. La mayoría de ellas a Corea del Sur (entre 40 y 45 toneladas), según datos facilitados por la propia empresa. Su expansión internacional comenzó en 2013, "cuando chefs españoles empezaron a llevarlas a sus restaurantes". Lucía Freitas y José Andrés las popularizaron entre la alta sociedad anglosajona.
"Las trae mi marido cada vez que viaja a Londres y están hechas de aceite de oliva. Son las mejores patatas fritas que he probado en mi vida", cuenta en una entrevista la actriz Amy Seradis (Unbraekable Kimmy Smith) sobre la lata, que es una de las cosas imprescindibles en su vida.
Pero en 2016 fue cuando se inició su historia de amor con Corea del Sur. "Un grupo de empresarios viajaron a España en busca de un snack que importar a su país. Visitaron varias fábricas y se quedaron con nosotros", recuerda García. Desde el primer momento, se agotaron las existencias, contaba entonces La Voz de Galicia en su reportaje de ese mismo año. "Se hizo una campaña publicitaria, se regalaban en tiendas y así se hicieron populares desde el principio", cuenta el responsable de marketing de la marca gallega. "Luego, algunos influencers coreanos las usaron para sus fotos en Instagram. Allí solo exportamos el formato lata, les encanta por el diseño y no las quieren en bolsa. La empresa tuvo que hacerse más grande para satisfacer la demanda coreana".
Mientras que la revista The New York Magazine y el periódico The Wall Street Journal ("un aperitivo insuperable", dice de este snack) sueñan desde hace años con las patatas fritas gallegas, en España las tenemos mucho más cerca. La empresa ofrece hasta una suscripción fija, como la de HBO o Amazon, para que llegue una lata a tu casa una vez al mes.
* También puedes seguirnos en Instagram y Flipboard. ¡No te pierdas lo mejor de Verne!