Toca adelantar los relojes de nuevo: a las dos de la mañana del domingo 29 serán las tres. El hecho de que el cambio de hora de esta primavera coincida con el confinamiento por el coronavirus ha provocado algunas ironías: ¿de qué sirve este adelanto si ni siquiera sabemos a qué día de la semana estamos?
how everyday feels pic.twitter.com/elJephfeI5
— Z (@zahraloum) March 24, 2020
Ya no es lunes, martes ni miércoles, solo mañana, tarde y noche.
— Angelo 🦄 (@Angelo_uf) March 25, 2020
ahora todos los días son iguales y el fin de semana ya no tiene sentido https://t.co/NCxdw2VMwF
— Boris (@borissaw) March 21, 2020
Durante estos días nos estamos quedando en casa para intentar frenar los contagios de coronavirus. Y son muchos quienes tienen la sensación de que les cuesta saber a qué día estamos, en especial cuando teletrabajan. Miguel Ángel Carrasco, director del Servicio de Psicología Aplicada de la UNED, explica que “más que el confinamiento, lo que altera nuestra percepción del tiempo es la ruptura de la rutina”, que nos ayuda a organizar nuestra percepción subjetiva del tiempo.
Por ejemplo, de lunes a viernes salíamos de casa para ir a trabajar, pero además los martes y jueves íbamos al gimnasio, los viernes quedábamos con los amigos y el domingo tocaba comida familiar. Estas actividades nos ayudaban a marcar el paso del tiempo. En cambio, durante estas semanas hay menos diferencias entre un día y otro, no solo porque pueda haber menos actividades, sino porque además muchas transcurren en el mismo espacio, al pasar casi todo nuestro tiempo en casa.
Carrasco recomienda tener una rutina, que no tiene que ser necesariamente la misma que teníamos antes del confinamiento. Aunque no vayamos al gimnasio, podemos practicar ejercicio en casa; aunque no leamos cada mañana en el autobús, podemos reservarnos un tiempo cada día para la lectura, y aunque no quedemos con nuestros amigos, podemos dedicar tiempo a hablar con ellos.
Coincide el psicólogo especialista en salud Enric Valls, que añade que las rutinas son “fundamentales para nuestro bienestar”. Tanto Valls como Carrasco subrayan la importancia de diferenciar los tiempos y espacios de trabajo de los de ocio. Especialmente los fines de semana, apunta Carrasco, cuando es recomendable que haya algún “punto de inflexión” y dediquemos tiempo a cosas que no hagamos durante los días laborables.
Por ejemplo, Valls recomienda actividades que permitan esta diferenciación y que nos ayuden “a adaptarnos a esta nueva situación”, como ver una película en familia. También es buena idea quitarse el pijama durante nuestro tiempo libre, igual que hacemos (o deberíamos hacer) para teletrabajar.
Las rutinas no solo ayudan a desconectar cuando lo necesitamos y a que nuestra percepción del tiempo se ajuste más a la realidad. También “contribuyen a nuestro equilibrio emocional”, apunta Carrasco. Son especialmente importantes en el caso de los niños. “La desorganización es el principal motor de desajuste en los niños”, explica el psicólogo, a quienes los desajustes pueden provocar irritabilidad y malestar. Carrasco recomienda que sepan cuáles son las horas para comer, jugar, estudiar, dormir...
El paso del tiempo y la memoria
Cuando lo pasamos bien, nos da la impresión de que el tiempo transcurre más deprisa. También cuando estamos ocupados o motivados y cuando hacemos cosas nuevas. Pero parece que va mucho más lento cuando nos aburrimos, cuando sufrimos dolor o incomodidad y cuando nos sentimos en peligro. Puede ocurrir estos días, en los que quizás estemos aburridos o, peor, angustiados o preocupados.
Pero el tiempo no solo lo vivimos, sino que también lo recordamos. Cuando nos aburrimos, las horas se nos pueden hacer largas, pero las recordaremos mucho más cortas, ya que no habrá nada que evocar. En cambio, recordamos mejor los momentos en los que hacemos cosas nuevas o en los que hay un mayor componente emocional, como escribe la periodista Claudia Hammond en su libro de divulgación Time Warped ("Tiempo deformado").
Cuando hacemos cosas nuevas o diferentes, “creamos más recuerdos nuevos que en un día normal” y, aunque nos parezca que el tiempo pasa más deprisa, también acabaremos con la impresión de que este tiempo fue más largo. Un ejemplo lo tenemos en lo que la autora llama “la paradoja de las vacaciones”: cuando nos vamos de vacaciones, el tiempo parece pasar volando, pero al volver las recordamos más largas al haber más cosas que recordar.
Por eso es importante mantener unas rutinas: hacer cosas y ocupar nuestro tiempo (leyendo, llamando a la familia, haciendo ejercicio...) no solo nos permite darle estructura a nuestro tiempo, sino que nos ayuda a darle un sentido a lo que hacemos. Y romper esas rutinas de vez en cuando, como durante los fines de semana, nos ayuda a introducir novedad, algo útil en un momento en el que puede resultar complicado hacerlo. Todo esto sin perjuicio de que también necesitemos pasar tiempo sin hacer nada durante estos días. Tengámoslo en cuenta cuando ya no estemos obligados a pasar los días en casa: a menudo criticamos de más a la pobre rutina y olvidamos que le debemos parte de nuestra salud mental.
Carrasco apunta además que cuando esto termine quizás nos demos cuenta de que el confinamiento no solo ha afectado a nuestra percepción del tiempo. Salvando todas las distancias, el psicólogo recuerda lo que ocurre con los presos: cambia su percepción del espacio y de las distancias. Cuando volvamos a salir con regularidad, sobre todo si vivimos en pisos más o menos pequeños, calles y avenidas como la Gran Vía de Madrid o la Diagonal de Barcelona nos van a parecer enormes.
¿Nos centramos en el aquí y ahora o hacemos planes para el futuro?
Tener una rutina marcada que nos ayude a diferenciar entre un martes y un sábado no es lo único que va a contribuir a un estado de ánimo positivo durante estos días. Los psicólogos recuerdan la importancia del ejercicio físico y de evitar el alarmismo y los pensamientos negativos provocados por la incertidumbre actual.
Miguel Ángel Carrasco, director del Servicios de Psicología Aplicada de la UNED, explica que este confinamiento “requiere ciertos ajustes”, no solo de rutinas, sino también emocionales. Esto se puede hacer, por ejemplo, centrándonos en el aquí y ahora, y pensando en lo que tenemos que hacer en cada momento, además de evitando la sobreinformación.
Carrasco apunta que hacer planes de futuro “realistas y ajustados” (como ir a cenar a nuestro restaurante favorito cuando esto termine) también puede ayudar a mejorar nuestro estado de ánimo. Estos planes pueden crear “expectativas positivas y esperanza”, siempre que no acabemos centrándonos más en lo que ahora mismo no podemos hacer que en lo que sí podemos.
Enric Valls, psicólogo especialista en salud, habla también de la importancia de mantenernos ocupados y de la comunicación social: hablar con amigos y familia por teléfono o Skype, e incluso, desde los balcones, con los vecinos. “Esta comunicación nos va a proteger mentalmente” y todas estas precauciones funcionarán como “factores protectores” de nuestro bienestar mental.
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