“Borraría 2020”: Cinco jóvenes nos hablan sobre lo que supone buscar trabajo en medio de la pandemia

“Te planteas por dónde tirar. Piensas si ha valido la pena estudiar estos cuatro años o si te has equivocado al elegir”, cuenta uno de ellos

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Dune Márquez, Álvaro Martín y Pablo del Pozo.
Dune Márquez, Álvaro Martín y Pablo del Pozo.

Solo el 33,5% de los jóvenes de entre 16 y 29 años en España está empleado tras los meses de confinamiento, incluyendo a aquellos en situación de ERTE. ¿Y el 66,5% restante? Se reparten entre población inactiva (52,1%) y en paro (14,4%). Estas son solo algunas de las conclusiones que arroja el informe Juventud en riesgo: análisis de las consecuencias socioeconómicas de la COVID-19 sobre la población joven en España, elaborado por el Instituto de la Juventud y el Consejo de la Juventud de España.

La crisis derivada de la covid-19 ha dejado en una situación aún más precaria a miles de jóvenes españoles menores de 30 años. “Hay una destrucción de empleo y un batacazo económico que nos afecta a todos, pero entre la gente joven está más acentuado”, explica a Verne el sociólogo Joffre López Oller, investigador del informe. “Antes de la pandemia la situación laboral de los jóvenes ya era comparativamente peor que la del resto de la población, con lo cual, es ‘normal’, con todas las comillas del mundo, que ahora cuando ha habido una crisis económica bestial, hayan sido los que más han sufrido sus efectos”, añade.

¿Cómo ha sido enfrentarse a la búsqueda de trabajo siendo joven con poca experiencia o recién graduado en el mercado laboral del país europeo que más empleo destruyó en la primera mitad del año? Pablo, Dune, Irene, Álvaro y Miriam son cinco personas reflejo de la grave problemática laboral que afecta a los menores de 30 años en España. Todos ellos están desempleados pese a que llevan meses buscando trabajo y sus vivencias son el ejemplo del fuerte impacto del virus en un empleo juvenil ya precarizado.

Pablo del Pozo (26 años)

Otro de los indicadores que analiza el informe mencionado en este reportaje es la caída por debajo del 50% de la tasa de temporalidad (porcentaje de personas asalariadas con contrato temporal) por primera vez desde 2014. “Es normal que haya bajado pero es sintomático de que ha ido en detrimento de las personas que estaban en situación más precaria en términos de contrato”, explica el sociólogo Joffre López Oller. Es el caso de Pablo del Pozo. Este joven de Badajoz afincado en Barcelona acabó sus estudios de Bellas Artes en 2017 y desde entonces ha compaginado la creación artística con trabajos temporales que le permiten mantener su trabajo como artista y pagar los materiales. “Tenía un trabajo de media jornada antes de la pandemia en una copistería”, explica Pablo. Lo encontró a finales de 2019 y le despidieron un día antes del decreto de alarma. “Si el decreto se anunció el sábado, el viernes me daban el finiquito. Estaba dentro de los meses de prueba”, cuenta.

Desde entonces se encuentra desempleado. “Cuando estuve buscando curro antes de la pandemia solo me costó una semana encontrar trabajo. Pero ahora el problema es buscar ofertas, porque no hay”, observa. “En el mundo del arte ni busco, la verdad. Es muy endogámico y ya estaba precarizado. La Covid-19 lo único que ha hecho es sacar a relucir las miserias de dentro del sistema”, cuenta. “Si ya había antes poca venta, ahora hay menos. Si había pocas ayudas, ahora hay menos”, añade. “Yo ante el Estado ahora ni estudio ni trabajo. No hay una facturación y no me puedo dar de alta de autónomo pero yo cada día me levanto a las seis y media para ir al taller”, asevera.

Para él, la creación artística ha sido una ayuda a la hora de sobrellevar la situación en estos meses. “Él ánimo de hacer no me lo quita nadie. Tenga dinero o no, porque con un papel y un lápiz ya soy feliz. Pero evidentemente no puedo vivir de eso. Es frustrante, no duermo por las noches, tengo ansiedad”, cuenta. “La semana pasada tenía un euro y medio en la cuenta y me dice mi madre ‘Estás mucho en casa’ ¿Cómo no voy a estar?”. A corto plazo, Pablo aboga por practicar la paciencia. “Al final es trabajar y trabajar, no queda otra”.

Pablo del Pozo. Cedida por Pablo del Pozo

Miriam García de Cuerva (27 años)

Para Miriam, graduada en turismo de 27 años, el 2020 podría calificarse como “un no sé” constante. “No sabes si de aquí a mañana va a mejorar, si va a empeorar. No sabes nada con certeza”, explica. Tras acabar el grado en turismo y hacer unas prácticas en Estados Unidos, esta joven madrileña volvió en enero a España con un objetivo: buscar trabajo “de lo suyo”. Al principio sí que tuvo alguna entrevista pero llegó el mes de marzo y con él el descalabro del sector turístico, uno de los más perjudicados por la crisis de la Covid-19. “Si el estado de alarma se anunció el sábado, el lunes tuve una entrevista. Y esa fue la última hasta que terminó el confinamiento. Desde entonces he tenido tres”, cuenta. Como tantos otros jóvenes, Miriam ha tenido que modificar sus planes y perspectivas vitales sobre la marcha. Empezó buscando trabajo dentro de su sector pero durante el confinamiento amplió el campo “a lo que fuera”. Cuando volvió de Estados Unidos se marcó el verano de 2020 como la fecha en la que se iría de España si no encontraba trabajo pero su plan quedó pospuesto.

Miriam calcula que habrá enviado unas 100 ofertas, entre currículums entregados en mano, inscripciones en portales de empleo y otras candidaturas. “Te planteas por dónde tirar. Piensas si ha valido la pena estudiar estos cuatro años o si te has equivocado al elegir”, reflexiona. “Y llega un momento en que ya no sabes si el problema lo tiene la educación, las empresas que ponen los requisitos para un trabajo o lo tienes tú”,añade. ¿Y cuáles son sus planes ahora? “Una meta como la que tenía para julio ya no tengo. Ahora mismo busco tanto en Madrid como en el extranjero y si me sale una oportunidad fuera no me lo pensaré dos veces”. Tampoco ha estado de brazos cruzados estos siete meses. A la rutina de encontrar trabajo ha añadido un curso de turismo y también otro de idiomas. “Los que dicen que los jóvenes no queremos trabajar es que no tienen nadie cerca que esté terminando unos estudios o buscando trabajo”, concluye.

Miriam García. Cedida por Miriam García

Álvaro Martín (26 años)

Álvaro acabó el máster de acceso a la abogacía en marzo, después de haber estudiado un doble grado de Derecho y Ciencias Políticas de la Administración Pública. La prueba de acceso estaba convocada para el 28 de marzo pero se suspendió por la pandemia. “Nos dejaron en un limbo y estuvimos todo el confinamiento sin saber qué iba a pasar con el único requisito que nos impedía acceder al mercado laboral como abogados”, explica. Mientras esperaba, Álvaro buscó trabajo. “Yo siempre he estado en búsqueda desde la carrera y en los meses más duros de pandemia veía que no había movimiento en las páginas de empleo”, recuerda. “Probé en servicios de atención al público o supermercados y tampoco encontré nada”, añade.

En julio hizo la prueba de acceso y desde entonces ha estado buscando trabajo como abogado, sin suerte por el momento. “Con la vuelta al año académico imagino que sí que se estarán cogiendo estudiantes de prácticas pero no a profesionales a los que se les puede hacer un contrato laboral. Las empresas prefieren elegir estudiantes porque les sale mucho más económico”, opina Álvaro. También cree que una de las medidas implantadas estos meses, el teletrabajo, puede tener desventajas de cara a incorporar a personas en el ámbito jurídico. “Es un trabajo muy personal. Tienes que estar en contacto cara a cara con clientes y compañeros y es difícil darle la oportunidad y todas las herramientas a alguien sin conocerlo”, reflexiona. “Creo que este 2020 le está pasando factura a las personas que tienen que entrar en el mercado laboral porque ya han terminado”.

Ante la idea de que la situación no se va a arreglar a corto plazo, el plan de Álvaro es empezar a prepararse oposiciones los fines de semana. “Frente a estar sin nada o con trabajos precarios, decides aprovechar el tiempo”, explica. Al margen de la crisis económica, ya se daba un efecto de que lo que ofrecía el mercado de trabajo era tan precario para la gente, sobre todo para los que buscan su primer empleo, que muchos decidían seguir estudiando”, corrobora el sociólogo Joffre López Oller.

Álvaro Martín. Cortesía de Álvaro Martín

Dune Márquez (25 años)

La diseñadora Dune Márquez terminó un máster de Animación 2D-3D, composición digital y diseño de videojuegos en Valladolid y comenzó un primer empleo en una empresa de la ciudad. Después de año y medio, decidió mudarse a Madrid en busca de una nueva oportunidad laboral. “Esperaba encontrar algo bastante rápido porque había muchas ofertas de trabajo en ese momento. Enviaba currículums a todas. De 50 o 60 te respondían tres y te decían que tu perfil estaba sobrecualificado”, explica Dune. Justo empezó el confinamiento. En ese momento las ofertas de trabajo se pararon.

Dune cuenta a Verne que “tuvo suerte” porque el estado de alarma le pilló en el domicilio de unos familiares que tenían jardín pero que cuando acabó el confinamiento tuvo que volver a casa de sus padres en País Vasco. “Yo ya me había independizado, en Valladolid tenía mi piso. Das un paso atrás y dices: tengo 25 años, he tenido que volver a casa de mis padres, no es lo peor que te puede pasar en la vida pero sí que es un golpe bastante fuerte a nivel emocional. Y no es algo temporal a corto plazo. Que tienes al menos un año, si no son dos. Porque hasta finales de 2021 es muy posible que sigamos así”, relata. “Este 2020 la emancipación de la gente joven va a caer en picado, ya lo veremos cuando saquemos los datos a final de año”, cuenta el sociólogo Joffre López Oller. “Para la sociedad española es muy grave que la gente joven no pueda desarrollar sus proyectos vitales por las razones que sean”, añade.

Dune cree que la pandemia acentuará la precariedad laboral. “Si antes básicamente lo que se estaba buscando era un profesional completamente formado a un precio de becario, ahora después de todo esto… Si salimos del bache no creo que de repente se ofrezcan trabajos justos”, opina. “No pides nada fuera de lo normal, un trabajo con unas condiciones normales, tener un piso pequeñito con un trabajo que te permita pagar las facturas. Algo que en teoría tendría que tener derecho todo el mundo”. Y aunque Dune “borraría el 2020” porque ha interrumpido por completo su vida y considera que los jóvenes son víctimas de esta situación, tampoco quiere que se les victimice: “Estamos intentando superarlo y tirar para adelante”.

Dune Márquez. Cortesía de Dune Márquez

Irene Salgado García (27 años)

Irene Salgado es de León y estudió Derecho porque le dijeron que tenía salidas. Pero tras acabar la carrera decidió estudiar algo que verdaderamente le ilusionaba: Conservación y restauración de bienes culturales. Durante el grado hizo algún trabajo en fundaciones y ayuntamientos pero nunca remunerado, ya que eran contratos de formación. En enero, a falta de entregar el TFG, empezó su búsqueda laboral. Hasta marzo recibió dos llamadas pero “eran contratos con los que no podía pagar un alquiler, una comida y además eran fuera de mi ciudad”. A partir de entonces, solo le llamaron una vez para trabajar de mozo de almacén en un contrato eventual. “Llevo, ahora mismo, diez meses buscando trabajo y no he obtenido absolutamente nada”, explica. “Esa es la desmotivación de todos los días: de búsqueda y sentir que no encajas en la sociedad. Ves que te acercas a los 30, yo ya tengo 27, y prácticamente solo has trabajado en cosas sin remuneración. Si todo esto que venimos viviendo desde 2008 ha transformado así la economía ¿qué va a ser a partir de ahora con la crisis del coronavirus?”, añade.

Irene cuenta que en enero se planteaba empezar este curso un máster en Valencia o Madrid pero ha decidido posponerlo. “En primer lugar, por el coronavirus se suspenden las clases presenciales y decidí no tirar por ahí. Por otro lado, no podía pagármelo porque no había podido trabajar previamente”, explica Irene, que califica el 2020 “como un mazazo”. “Somos jóvenes, queremos empezar una vida, queremos hacer nuestros planes, no tener que depender de nuestros padres eternamente”, se queja Irene. “La inserción de los jóvenes en el trabajo cada vez se está haciendo más tarde y cuanto más tarde empecemos a vivir, peor para la sociedad”, añade.

Irene Salgado. Cortesía de Irene Salgado

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