El lado sexy de la ciencia y el cuerpo humano, explicado con una pancita chelera

Dos biólogas explican (con humor) misterios del cuerpo humano como el origen de los gases o el culpable de las resacas

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Portada del libro 'La ciencia de la pancita chelera y otras rarezas del cuerpo' de Leonora Milán y Alejandra Ortiz. Cortesía de Penguin Ramdon House.
Portada del libro 'La ciencia de la pancita chelera y otras rarezas del cuerpo' de Leonora Milán y Alejandra Ortiz. Cortesía de Penguin Ramdon House.

La curiosidad es la base de la ciencia. Hay quienes se preguntan, con más o menos profundidad, qué hay en el universo que nos rodea y otros se preguntan por qué nos levantamos con mal aliento por las mañanas. Lo cierto es que el método científico puede responder ambas preguntas y en cada investigación se desarrollan teorías, se hacen experimentos y se descubren cosas increíbles.

Empezar por las dudas que nos genera nuestro propio cuerpo fue la excusa perfecta para que Alejandra Ortiz (Guadalajara, 1984) y Leonora Milán (Ciudad de México, 1981) crearan un libro con base científica, pero también mucho humor. “Todos tenemos muchas dudas sobre nuestro cuerpo que la ciencia ya se ha encargado de resolver, pero que a lo mejor no nos lo han contado con suficiente ligereza o humor”, cuenta Milán a Verne a través de una videollamada.

Ambas son biólogas, pero disfrutan de compartir mensajes que no parecen sacados de un laboratorio, sino más bien de una charla entre amigos. Ortiz y Milán son conductoras desde hace cinco años del podcast de divulgación científica Mándarax, que trata responder dudas de la vida diaria a través de investigaciones académicas. Aunque para ambas divulgadoras hablar de ciencia no es lo mismo que hablar de K-Pop. “La divulgación científica no es tan sexy y por eso es importante crear los mensajes adecuados”, dice Milán.

Aunque en México miles de personas asisten a ferias del libro, cuando se trata de ciencia los lectores están casi en pañales. Según cifras de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM), de los 134 millones de ejemplares vendidos en el país en 2018 (el último dato disponible), solo 1,5 son dedicados a la divulgación científica. “La idea de que la ciencia es importante y que puede estar en todos lados es muy importante, una idea que se debe de trasladar”, dice Ortiz. 

Los genes de virus se pueden pasar de generación en generación. Sí, es parte de nuestro ADN. Ilustración cortesía de Penguin Random House.

La ciencia de la pancita chelera y otras rarezas del cuerpo (Grijalbo, 2020) aborda de un modo muy atractivo (y por qué no decirlo, sexy) algunas curiosidades del cuerpo humano. El origen de la famosa pancita chelera y los inexplicables (y muchas veces vergonzosos) efectos del enamoramiento son algunos ejemplos, pero también aborda fenómenos como el embarazo con otra narrativa. “En el capítulo ‘Tu bebé, tu parásito’ hablamos de cómo evolucionó el cuerpo para que no ataque a un ser como un feto”, explica Ortiz. “Aunque la forma en que se aborda la ciencia puede no ser tan agradable para todos”, señala.

Pese a que la ciencia puede resolver de dónde viene una pancita chelera, por qué hay cruda después de beber o por qué algunos de nuestros gases son apestosos y otros no, si la investigación señala malos hábitos, entonces ya no es tan positiva, ni divertida. “A nadie le gusta que lo regañen, por ejemplo, si mencionas que con nuestros hábitos contribuimos al calentamiento global”, dice Milán. “Pero si puedes hacer un análisis de conciencia y al menos tenerlo presente, que ya es ganancia”.

La ciencia no es solo para niños

Para las autoras de este libro de divulgación existen dos grandes mitos en torno a los libros de divulgación científica. “Pensar que la ciencia es inaccesible y que tiene un lenguaje que no es para todas las personas es algo que debemos cambiar: podemos acceder a ella con ilustraciones y con humor”, dice Ortiz. “La curiosidad científica se liga a menores de edad, pero es algo que tenemos que seguir fomentando y cultivando como adultos”, comenta Milán.

El fenómeno a la inversa, de que las verdades científicas se producen desde un laboratorio en grandes panfletos que nadie entiende también es una de las estampas con las que se enfrentan estos libros en México. “Y darnos cuenta de que la ciencia tiene muchos rostros muy variados, donde hay muchas mujeres y donde se participa mucho”, dice Ortiz. Humor, anécdotas y muchos colores, pero también mucho rigor en la investigación: esas son las claves para que la ciencia sea cada vez más un objeto de consumo y menos un concepto que suena extraño e inaccesible.

No todos los virus son nuestros enemigos Ilustración cortesía de Penguin Random House.

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