Tras el atentado del miércoles en la revista satírica francesa Charlie Hebdo, que acabó con la vida de 12 personas, se han disparado las alertas y también las falsas alarmas. El miércoles desalojaron varios medios de comunicación, incluido El País, por un falso aviso de bomba. El jueves se desalojó la estación de metro de Nuevos Ministerios, en Madrid, porque se temía que hubiera una bomba en una caja de zapatos abandonada sobre una papelera. El viernes se evacuó un tren en Francia por amenaza terrorista. Y otra alarma llevó a desalojar la plaza del Trocadero de París el viernes a mediodía.
No es extraño: los hechos tan impactantes como estos atentados suelen traer consigo tanto imitadores como falsas alarmas, debido al efecto de contagio y a la mayor atención que prestamos a elementos que nos pueden parecer sospechosos, como explica a Verne el doctor en Psicología Guillermo Fouce.
1. Los imitadores
El efecto contagio se da cuando “el suceso es importante y falta información, causando incertidumbre”, afirma Fouce. “Estos factores pueden llevar a que surjan imitadores que quieran llamar la atención” y repitan estos patrones.
Aunque no está claro el alcance del efecto contagio, hay estudios que muestran que estos eventos "ocurren en racimos", como en el caso de los asaltos a embajadas de los años 70, y que los medios de comunicación son fuentes de información (y de inspiración) sobre técnicas y métodos usados, según escribe Brigitte L. Nacos, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Columbia.
Es decir, estos imitadores, que se dan también cuando hablamos de asesinatos en serie y masivos, podrían estar parcialmente inspirados por la publicidad que rodea al original, como escribía la socióloga Zeynep Tufekci en The Atlantic, alertando de que cuando nos fijamos no sólo en los hechos sino también en la identidad y características de los culpables "podemos estar creando un círculo vicioso de imitaciones" similares a las que se pueden dar en suicidios.
Aun así, Fouce recuerda que el objetivo de la gran mayoría suele ser “aprovechar esta ventana para llamar la atención y acceder a la fama”, aunque siempre “hay que evaluar las circunstancias y determinar si la amenaza es seria o no. Incluso aunque este imitador sólo pretenda llamar la atención, la situación se le puede ir de las manos”.
En especial, hay que tener cuidado en ámbitos en los que haya acumulaciones de gente. “Se pueden producir situaciones de pánico cuando se da alguna de estas dos condiciones: si no hay salida, como en una estación, o cuando hay fuego. De hecho, en ocasiones puede haber más riesgo por las avalanchas que por estos imitadores”.
Para evitar este posible pánico, "hay que dar mucha información y esta información ha de ser objetiva y de fuentes fiables". Es más, “hay que perseguir a las fuentes que difundan rumores infundados”, dice Fouce.
2. Todo nos parece sospechoso
Cuando ocurre un hecho de esta magnitud, nosotros también nos fijamos más en elementos que de repente parecen sospechosos, cuando a lo mejor unos días antes ni nos hubiéramos fijado, como una caja abandonada en una estación de metro o una maleta tirada en la calle. “Ocurre algo parecido cuando vivimos un trauma a nivel personal: estamos más alerta a las circunstancias que nos recuerdan a estos hechos”, asegura el doctor en Psicología. Además y en el caso de este atentado, esta mayor alerta se ve amplificada por los medios de comunicación, que prestan una gran atención a lo sucedido, y las redes sociales, que hacen que esta información se difunda más rápido y de forma global.
Estas alertas, fundadas o no, “se van deformando”, añade Fouce, que pone como ejemplo la falsa alarma de bomba del jueves en Madrid. “Hay un efecto llamada y de bola de nieve, que en este caso llevó a que incluso algunas personas dijeran que había habido una explosión. Nos quedamos con lo más espectacular porque es lo más llamativo".
Del mismo modo, la Policía también es más estricta ante estas situaciones. No sólo en Francia: en España, el Ministerio del Interior elevó el nivel de alerta el mismo miércoles, aunque en palabras del ministro, Jorge Fernández Díaz, “no existe ningún elemento objetivo que permita hablar de un riesgo adicional de atentado en el país”. Este incremento en el nivel de seguridad implica mayor vigilancia y control.
Es decir, si alguien hubiera visto esa caja de zapatos en Nuevos Ministerios hace una semana, la hubiera tirado a la papelera (con suerte) y hubiera seguido su camino.
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