Durante días, semanas, incluso años puede que hayas repetido esa frase o idea con la total convicción de que era correcta. Y probablemente pocas veces te hayan corregido o lo hayan hecho a tiempo de ahorrarte un mal momento. Desde hace unos días, circula por redes sociales la confesión de un hombre:
Probably the best thing on the internet. pic.twitter.com/Pg3xu253RW
— Rick Burin (@rickburin) febrero 4, 2015
El secreto lo desveló hace cuatro años, pero es ahora cuando ha pasado de la comunidad online Reddit a Twitter provocando que usuarios compartan anécdotas similares.
Estas son algunas de esas férreas convicciones que durante el paso del tiempo hemos tenido que abandonar por la presión social. La lista ha sido elaborada preguntando a amigos y conocidos:
Las dudas de fe
"Cuando a un amigo le dijeron que los Reyes eran los padres, preguntó: 'Entonces, ¿le tengo que mandar la carta a los padres de Melchor, Gaspar y Baltasar?”. (J. P.)
“Hasta hace poco [33 años] creía que la expresión 'Lo que diga X va a misa’ significaba que lo que diga alguien se va a la mierda, es decir, algo así como 'me da igual”. (L. G.)
"Cuando era pequeña mi hermana creía, literalmente, que las monjas se casaban con Dios. Recuerdo que le preguntaba a mi madre: '¿Hacen banquete y todo?". (M. B.)
Las convicciones nunca corregidas
"Siempre pensé que había tres tipos de agua: mineral, del grifo y oxigenada. Así que cuando tenía sed iba al baño y me bebía el agua oxigenada". (G. L.)
“Yo buscaba en el mar cuando buceaba los palitos de cangrejo que se compran congelados para echar a las ensaladas. ¡De verdad pensaba que existían!”. (D. H. G.)
"Ver un partido de tenis suponía un conflicto personal para mí. Cada vez que escuchaba que un jugador 'le había roto el servicio' a otro, no entendía qué tenía que ver un inodoro en todo esto". (M. P.)
"De pequeña creía que estupendo era un insulto, así que cuando alguien me decía: 'Eres estúpida', yo respondía, 'estupendo'. Nadie me corregía, debía parecerles muy graciosa". (D. R.)
"Mi abuela me dijo que alguien se había quedado cojo por no haber sentado la cabeza de joven. A lo que yo entendí que ese señor no había puesto la cabeza en una silla y no logré encontrar la relación con una cojera". (J. R.)
"Un recuerdo del verano eran los madrugones para ver los encierros de San Fermín. Cuando terminaban mis abuelos siempre comentaban lo mismo: 'Otra vez un toro retrasado ha cogido a un corredor'. Yo sentía pena porque siempre fuera un pobre animal discapacitado el que enganchara a un mozo. Aún escucho las risas de mis abuelos cuando me atreví a decirlo en alto". (A. M.)
"Gracias, es usted muy miserable' era una frase que la hermana de mi novia solía decirle a los camareros con la total convicción de que estaba usando un sinónimo de amable". (S. C.)
"En un festival de música, hace un par de años, uno de mis amigos se quedó alucinando cuando vio aparecer una mujer en el concierto de Javiera Mena. '¿Pero no se llama Javier Amena?". (L. P.)
"Durante mucho tiempo mi sobrina estuvo convencida de que el señor que fabrica las agujas era el agujero". (M. B.)
"Mi hermana estaba viendo una competición de piragüismo en la televisión y le pareció que aquello no tenía mérito: 'El agua no cubre', nos dijo señalando los 15 centímetros que salían en pantalla". (E. R.)
"A mi casa traían cecina de León y no entendía por qué tenían que matar leones africanos para hacer comida". (P. M.)
"Cuando era pequeño pensaba que cuando el muñeco rojo del semáforo se iluminaba todo el mundo en la acera se tenía que parar, aunque no estuvieran esperando para cruzar". (J. R.)
"En el cole me dijeron que mi profesor de inglés se llamaba José María, y yo pensé: '¿pero no se llamaba Teacher?". (M. V.)
@dianalunareja mi France is Bacon es "y vendrá con Gloria (¿cuál Gloria?) a juzgar a vivos y muertos".
— Ana María Mesa (@animesa) febrero 5, 2015
"Me asusté mucho la primera vez que me dijeron que íbamos a comer caballa. Me creí que me iba a comer la hembra de caballo". (A. B.)
Lo que escuchas, lo que dices
"Cuando terminábamos de comer mi madre se levantaba, iba a la nevera y decía: '¿Qué queréis de postre?'. Todo iba bien hasta que un día fue mi hermano el que respondió: 'De depostre quiero...'. Nunca nadie le había corregido hasta el momento. Pasaron meses hasta que nos dimos cuenta". (J. M.)
"Ahora se han convertido en un instrumento esencial para mi supervivencia. Durante mucho tiempo de mi infancia estuve convencida de que las pinzas de depilar, eran las pinzas de una tal Pilar". (M. P.)
Aquí puede leer los errores vergonzosos que ningún adulto corrigió a los lectores de Verne.
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