Google ha publicado sus búsquedas más populares en 2015 y ofrece un dato interesante: cuando alguien comienza a escribir en el buscador “cómo ser…” con frecuencia quiere saber “cómo ser feliz”. En el caso de “qué hacer cuándo…” lo que más nos preocupa es el aburrimiento, del que ya hemos hablado, y la tristeza.
No tiene nada de extraño: todos queremos ser felices y todos nos preguntamos cómo lograrlo. Obviamente, nosotros no podemos responder esta pregunta eterna, sobre todo teniendo en cuenta que ni siquiera está claro cómo definir este término ni hasta qué punto es fiable una ciencia de la felicidad, como escribía en Verne Natalia Martín Cantero.
Pero sí hay algunos consejos que nos pueden ayudar a sentirnos mejor. El psicólogo Richard Wiseman recoge algunos en su libro 59 Seconds, en el que ofrece “técnicas escondidas en publicaciones académicas que tienen apoyo empírico, pero que son rápidas de llevar a cabo”. Un poco como el mecánico que te recuerda que no le pagas por ajustar un tornillo, que son dos minutos de trabajo, sino por saber qué tornillo hay que ajustar, lo que implica años de experiencia.
En el capítulo dedicado a la felicidad, Wiseman recuerda que este sentimiento no solo hace que nos sintamos mejor, sino que también lleva a que “la gente sea más sociable y altruista, se guste más a sí misma y a los demás, sea más hábil a la hora de resolver conflictos y cuente con un sistema inmune más fuerte”. Otro dato importante: “La felicidad no es una consecuencia del éxito, sino su causa”.
1. Puedes influir en tu felicidad. El 50% de tu felicidad viene marcada por la genética. Un 10% se debe a las circunstancias (nivel educativo, de ingresos, vida personal…) y un 40% se deriva de tu comportamiento diario y de la forma en la que piensas acerca de ti mismo y de los demás, según explica en Scientific American la psicóloga Sonja Lyubomirsky, una de las principales estudiosas de este campo y principal fuente de Wiseman.
2. El dinero no da la felicidad. “Los mayores ingresos no tienen como consecuencia una vida más feliz”, siempre que podamos mantener nuestras necesidades básicas, escribe Wiseman. Esto se debe sobre todo a que “nos acostumbramos en seguida a lo que tenemos”. Por supuesto, comprarnos un coche nuevo puede proporcionarnos una alegría, pero a corto plazo: en seguida nos acostumbramos a ese coche y volvemos a nuestro nivel anterior de satisfacción (o insatisfacción) personal.
3. Compra experiencias y no objetos. Los objetos empiezan a perder su novedad en cuanto los sacamos de la caja, pero las experiencias (como viajes y cenas), mejoran en nuestro recuerdo con el tiempo: olvidamos los pequeños contratiempos y nos quedamos con lo mejor. Las experiencias “también promueven uno de los comportamientos que más ayudan a la felicidad: pasar tiempo con otras personas”.
3. Olvida eso del pensamiento positivo. La mayoría de consejos de los libros de autoayuda intentan mostrar las supuestas ventajas del pensamiento positivo, una de cuyas claves consiste en suprimir los pensamientos negativos. Pero lo cierto es que esto es contraproducente. Un estudio de la Universidad de Hamilton, en Nueva York, mostraba que quienes intentaban suprimir sus pensamientos negativos acababan pensando más en ellos y terminaban “más ansiosos, más deprimidos y con menos autoestima”. Se trata del clásico reto de Dostoyevski: intenta no pensar en un oso polar y verás que ese maldito bicho te viene a la mente a cada minuto.
4. Escribe. Hablar sobre experiencias desagradables o incluso traumáticas no suele servir de mucho, a pesar de que es una creencia habitual. En cambio, sí funciona “pasar unos minutos cada día recogiendo por escrito, como en un diario, nuestras reflexiones y sentimientos”, explica Wiseman. Escribir lleva a “crear una historia y una estructura que permite dar sentido a lo que nos ha ocurrido y trabajar en busca de una solución”. Es decir, “hablar puede añadir más confusión, mientras que escribir proporciona una perspectiva más sistemática y dirigida a las soluciones”.
5. Da las gracias. Los psicólogos Robert Emmons y Michael McCullough dividieron a los participantes de un estudio en tres grupos: el primero escribiría cada semana una lista de cinco cosas por las que se sentían agradecidos, el segundo anotaría cinco cosas que les hubieran molestado y el tercero, cinco cosas que hubieran ocurrido. Al final del experimento, el grupo que mostraba agradecimiento “acabó más feliz, más optimista acerca del futuro, con mejor salud física e incluso hacía más ejercicio”. Expresar agradecimiento ayuda a recordar las cosas buenas que nos ocurren y además crea retroalimentación en las relaciones sociales, como escribe el colaborador de Time Eric Barker: si eres agradecido con los demás, ellos también lo serán contigo.
6. Compórtate como si fueras feliz. Esta idea puede resultar controvertida, así que cito directamente a Wiseman: “Cuando la gente es feliz, sonríe. Cuando está de acuerdo, asiente con la cabeza. Hasta aquí, sin sorpresas, pero de acuerdo con un área de investigación conocida como psicología propioceptiva, el mismo proceso funciona a la inversa. Haz que la gente se comporte de una forma determinada y harás que sientan ciertas emociones y tengan ciertos pensamientos”.
Un experimento muy curioso en este sentido es el llevado a cabo por Fritz Strack, que puso a dos grupos a ver dibujos animados. Uno de ellos sostenía un lápiz entre los dientes. El otro, solo con sus labios. El primer grupo calificó los dibujos de más graciosos. Al sostener el lápiz entre los dientes, habían forzado su boca a formar una sonrisa. En cambio, quienes sostenían el lápiz con los labios forzaban un gesto de desaprobación.
Wiseman aconseja por tanto sonreír a menudo, manteniendo la expresión durante al menos 15 segundos; caminar de forma relajada; ser más expresivo al hablar; asentir más durante las conversaciones; llevar ropa más colorida; usar palabras con una mayor carga positiva; usar menos la primera persona del singular (yo, mí, me, conmigo…); hablar más deprisa, y estrechar la mano con firmeza. También ayuda llevar gafas de sol, escribe Barker: “La luz brillante te hace entrecerrar los ojos. Así parece que estés preocupado. Adivina qué biofeedback produce esto. Exacto, tu cerebro lo puede interpretar como si no estuvieras contento”. Las gafas de sol te ayudan a pensar que todo marcha bien.
7. Sé constante. Lyubomirsky recuerda que muchos de los participantes en sus estudios prueban técnicas que aumentan el bienestar, pero al finalizar la investigación, dejan de ponerlas en práctica y su nivel de felicidad baja. "Como una medicina o una dieta, estos ejercicios solo funcionan si sigues con ellos. Convertirlos en un hábito es crucial”. Y añade que lo principal es darse cuenta de que la felicidad no es algo fijo “y que un esfuerzo continuado la puede incrementar”. También es importante recordar que no todas las técnicas son útiles para todo el mundo.
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