Más de dos millones de españoles viven en el extranjero. Son muchas las cosas que aprendes cuando haces de una ciudad extranjera tu nuevo hogar. Recopilamos algunas de ellas en este texto, que sirve de pequeño manual del expatriado en el sentido literal del término, es decir, el que vive fuera de su patria con independencia del contexto.
1. La vida es una montaña rusa…y la extranjera es todavía más grande. Sales de tu zona de confort y eso multiplica de manera exponencial los estímulos que recibes, pero también las malas experiencias se llevan peor. “El consejo principal es estar preparado. No solo en referencia a los elementos básicos de supervivencia en cuanto a trabajo, dinero o casa”, comenta a Verne Richard Jefferson, especializado en asesoría psicológica a expatriados que pasa consulta en Londres. “Perder los hábitos y apoyos habituales te colocan en una situación vulnerable ante las dificultades, pero también te empuja a intentar cosas que ni conocías. Es una aventura”, dice el psicólogo, que ha pasado años atendiendo a extranjeros en países como Argentina y Camboya.
2. Sabes cuándo llegas, pero no cuándo regresas. Millones de factores imprevistos van inclinando la balanza hacia uno u otro lado. En mayor o menor medida, fuiste tú quien tomó la determinación de marcharte, quizá en busca de una aventura o puede que presionado por las circunstancias. Con el paso del tiempo, te encuentras que has perdido capacidad de decisión. Si te planteas regresar, cuestionas si merece la pena recuperar parte de lo perdido en tu país o afianzar lo que has sumado a tu vida. En el caso de España, has de lidiar con el momento adecuado de reincorporarse al mercado laboral: si es posible, es mejor regresar un poco antes que hacerlo demasiado tarde.
3. Descubres que juntarte con otros expats no es tan malo. Tienes miedo a no integrarte en la cultura o a no aprender nunca otro idioma si lo haces, pero es necesario tener amigos expatriados. Conocer a alguien local viene bien, pero no pueden solucionarte todos los problemas, porque tienen su propia vida. A no ser que sean una pareja o un familiar y tengan mucha paciencia. Quién sí está más predispuesto a compartir contigo todas tus trabas diarias es quien ha vivido o está viviendo una experiencia similar. Muchos locales no pueden responder a tus dudas, porque nunca se han enfrentado a ellas.
¿Por qué un alemán emplea determinada palabra o inflexión? Probablemente no pueda explicártelo; lo aprendió antes de lo que su memoria alcanza a recordar. Muchas de las personas que se encuentran en esta situación, "están expuestos a todo tipo de abusos, fraudes, discriminaciones. Hay multitud de cosas que desconocen y multitud de problemas nuevos a los que deben enfrentarse que no tendrían lugar en la familiaridad de su hogar", cuenta a través del correo electrónico María Moreno. Ella es una de las administradoras del grupo de Facebook Españoles en Edimburgo, que conecta a más de 10.000 personas en un muro lleno de dudas y consultas que se solucionan los unos a los otros.
4. La importancia de las redes sociales. No siempre sirven para el postureo y la frivolidad. Son medios que conectan a la gente hasta el punto de tener una sensación de cotidianidad con personas a las que pasas meses sin ver en persona. También sirven para afianzar más rápido las nuevas relaciones que se entablan en el nuevo país, sin una escuela, un instituto o una universidad en los que socializar a diario como ocurría en el pasado.
No pueden sustituir los afectos físicos, pero sí ayudar a construir nuevos apoyos en un contexto diferente. La principal causa de ansiedad y depresión que lleva a expatriados a la consulta de Jefferson es la sensación de estar aislado. "Los principales apoyos desaparecen: ya sean personas cercanas o hábitos locales. Hay que buscar a través de toda herramienta posible lo que te alimente como persona", comenta a Verne. Otro grupo de Facebook, Españoles en Berlín, cuenta con más de 17.000 usuarios y es también un cajón de sastre en el que se discute y se bromea con todo.
5. Te haces más extrovertido, para al final ser más introvertido que nunca. El cambio suele ser para bien. La barrera con el idioma, tener una red de contactos más limitada o desarrollar aspectos como la paciencia ante largos procesos burocráticos estabilizan la personalidad, especialmente en aquellos que se consideraban muy sociales y algo dominantes en sus relaciones. El blog de expatriados de The Wall Street Journal defiende esta idea, en un artículo que explica que esta experiencia convierte a muchos de los que la viven en personas más introvertidas.
“El tener que convertirse de nuevo en estudiante de un entorno desconocido, observando leyes sociales y culturales de un país diferente, me obligó a dar un paso atrás, callar y observar”, recoge en uno de sus testimonios. Bien es cierto que no siempre te convierte en otra persona. “Si tu trabajo no te permite integrarte del todo en la cultura local, quizá la experiencia no te afecte tanto”, apunta el psicólogo Richard Jefferson.
6. Prefieres alquilar antes que comprar. Tu vida cabe en una maleta. Quien se enfrenta a varias mudanzas aprende a discernir entre lo prescindible y lo que no lo es. Se acabó el síndrome de Diógenes. Ya no tienes ansia por poseer cosas, ya sea una casa o incluso una bici. Al no conocer todos los aspectos del nuevo territorio en el que te mueves, funcionas aun más a menudo con el proceso del ensayo-error. Por eso prefieres probar las cosas antes. Además, como decíamos, en muchos casos no tienes claro cuándo vas a tener que dejarlas atrás.
7. Cuando pasas de mucho de lo que ocurre allí, es que es tu casa. Probablemente, si se representara la experiencia de forma visual, el gráfico tendría forma de valle, como casi todo en la vida. Al principio te empachas de nuevas experiencias, lugares que visitar, platos que probar y gente que conocer. Luego terminas haciendo lo mismo que en tu ciudad de origen. Cuando no vivías en Londres soñabas con ver todas las exposiciones del Victoria & Albert Museum o visitar a tu amigo, que vive en tu barrio favorito. Ahora, se te pasa una oportunidad tras otra porque te da pereza hacer los dos transbordos larguísimos y llenos de escaleras del metro.
.8. Y cuando vuelves a casa, haces turismo. El efecto inverso al punto anterior. Ahora regresas a tu ciudad de siempre y descubres que la habías idealizado desde la distancia. Al principio ansías volver a hacer lo que en su día dejaste atrás, pero pronto te sientes en tierra de nadie, aquel que no pertenece a ningún sitio. Antes de superar el proceso de readaptación, algunos se piensan en volver a marcharse a otro destino, lo cual es un error que perpetúa el patrón que da nombre al síndrome.
9. Disminuye el miedo al fracaso. "Pierdes el temor a tener que volver a empezar a hacer algo desde cero... porque eso ya lo has hecho. También porque mayor fracaso que el que te hizo tener que irte de tu país en el caso de que no quisieras hacerlo, probablemente no vayas a volver a tener", apunta María Moreno, de Españoles en Edimburgo. La vertiginosa montaña rusa impone menos; "es el día a día allí, no hay otra opción", dice
10. Lo más importante es descubrir que un hogar no es dónde estás, sino quién eres.
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