María Beatriz Jouve no es una profesora cualquiera. Sus vivencias con los niños en sus 30 años trabajando en escuelas primarias de Rosario (Argentina) han inspirado varios libros. En ellos pone en palabras, en un tono literario, la experiencia de ser educadora. Con ese romanticismo abordó la semana pasada la pequeña crisis de uno de sus alumnos. Escribió una carta al Ratoncito Pérez que se ha convertido en viral en las redes sociales.
Ignacio tiene seis años y cursa el primer curso en la Escuela Cristóbal Colón. Nacho, como llaman al niño, perdió su primer diente de leche, que se le había caído en el colegio. Al no encontrarlo, mostró su preocupación por no poder entregarlo al Ratoncito Pérez, popular tanto en España como en Hispanoamérica, y así se lo hizo saber a Jouve, quien ocupa el cargo de vicedirectora del centro.
Ella, rindiendo tributo a la imaginación propia de la infancia, decidió escribir un certificado con los recursos habituales en la burocracia de una escuela. El mensaje, sellado y firmado, iba dirigido al Ratoncito Pérez y justificaba la ausencia del diente del niño.
"Dejo constancia que el niño Ignacio Gabrielli ha perdido su diente en esta institución educativa. El mismo estaba muy flojo, por lo que probablemente se ha caído entre las baldosas del patio. Se extiende el presente certificado para ser entregado al Ratón Pérez. Aprovecho la ocasión para manifestar que el niño Ignacio es un buen niño y nunca dice mentiras", firma la Seño Betty, como es conocida entre sus alumnos.
"Entregué la nota un miércoles por la tarde. Me robó solo unos minutos de mi tiempo y, cuando llegué a trabajar al día siguiente, ya todas las televisiones estaban en la escuela", comenta a Verne la profesora a través del teléfono. Dice estar sorprendida porque una anécdota haya rendido un tributo mayor que todos los libros sobre docencia que ha escrito. "Por fortuna, el niño mantiene su inocencia y su fe en el Ratón Pérez a pesar del revuelo mediático", celebra.
Sacar sonrisas con recursos propios
Fue la madre de Ignacio quien, emocionada por el gesto, mostró el documento en sus redes sociales. El escritor y periodista Miguel Ángel Mortelli decidió compartir esta carta en su perfil de Facebook y es entonces cuando se hizo viral.
En su texto comentaba: "...y cuando estás a punto de decir que ya no tenemos solución, aparece alguien que te dibuja una sonrisa". Su publicación se ha compartido más de 30.000 veces y ha generado cerca de 44.000 reacciones. Otros mensajes en Twitter han despertado la misma atención. Mientras, Ignacio ha recibido 400 pesos (25 euros) a cambio del diente.
"¡Fue una cosa chiquita que en realidad nos ocurre casi a diario!", exclama María Beatriz Jouve. Precisamente, cuando escribe, busca "mostrar el trabajo en silencio de muchos docentes. A veces sacamos sonrisas de caras tristes con nuestros propios recursos", defiende la argentina. "Comencé a hacerlo como terapia, en una época en la que trabajaba en una escuela llena de chicos con realidades muy duras. Quise hacer visibles cosas que a menudo nos pasan de largo", explica.
Su bibliografía, que sirve para "que los propios docentes hablen en primera persona y sobre el papel de su trabajo, en vez de analistas o técnicos que hace mucho que no han pisado las aulas", comenzó con Crónicas desde la escuela (2008), que relata con un lenguaje cercano a la poesía lo que ocurre en las aulas. A continuación, se puede leer un extracto:
Conocí niños que soñaban futuros lejanos.
Niños que soñaban futuros cortitos.
Y niños que no soñaron nunca.
Conocí niñas de asistencia perfecta, envidia de Sarmiento, llegando mojadas los días de lluvia. Y también niños de un día sí, y cuatro no, que inventaban la semana de un día. Y a niñas de turno tarde porque a la mañana había que recuperar el sueño de la noche en carro.
Conocí niños alcanzados por las balas impunes en una esquina. Y también niñas de catorce, con sus pequeños hijos, que me transformaron por un rato en abuela.
Conocí niños que deambulaban por todos los salones. Y niños que me sacaron de quicio. Conocí niñas con trenzas perfectas y guardapolvo limpio, aunque en su casa faltaba el agua.
Conocí niños sufridores permanentes de dolor de muelas, buscadores de consuelo en la mano de la maestra.
Conocí niñas que se disfrazaban en los actos escolares, que recitaban poesías de memoria. Y niños que no escuchaban y silbaban cuando salía la bandera. Niños que formaban filas. Y niños que empujaban en la fila, pero que todavía estaban adentro de la escuela.
Hace tres semanas, otra docente argentina, Lucía Gorricho, convirtió en viral el examen de una de sus alumnas. Sin recursos para costearse los libros de texto, la profesora permitió que la niña escribiera sobre algo de lo que sí sabía: la recolección de la fresa en la que trabajaba junto a su familia y sobre su país de nacimiento, Bolivia.
Relatando la historia en su blog personal, Gorricho despertaba un debate sobre la precariedad educativa argentina. "Aunque no coincido con ella en que el sistema educativo argentino esté caduco, sí considero que está en crisis. Resulta gracioso que algo así se hiciera viral, pero es un lindo y necesario reconocimiento", comenta la profesora.
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