Una pregunta rápida: ¿cómo llamas a este color: azul o verde?
Según un experimento de la empresa Optical Express, el 64% contesta que verde y el 32% dice que azul. No es extraño: aunque está en el límite, su código RGB (la composición del color en rojo, verde y azul) nos da los valores 0 para el rojo (sobre 255), 116 para el azul y un poco más, 122, para el verde.
Eso sí, las respuestas cambiaban cuando se mostraba este color rodeado de dos tonos de azul: el 90% optaba por el verde. En este caso, el contraste hace que nuestro cerebro interprete este tono como más cercano al verde.
Este ejemplo nos ayuda a ver la diferencia entre percepción y categorización del color. Aunque puede haber pequeñas diferencias en cómo ve cada uno este color, si no somos daltónicos, podremos apreciar que es un tono que está entre el verde y el azul. Lo que puede resultar más difícil es ponerle nombre. ¿Es verde azulado? ¿Es azul verdoso? ¿Es viridián? ¿Es teal?
La categorización (el lenguaje, vaya) influye no tanto en cómo vemos los colores, sino en cómo los discriminamos. El ejemplo clásico es el del celeste. En algunos idiomas (como el ruso, el griego y el turco), el celeste es una categoría de color diferente a la del azul más oscuro, del mismo modo que el rosa no es simplemente un rojo claro. En diferentes pruebas se ha visto que los hablantes de estas lenguas son más rápidos a la hora de diferenciar entre tonos de azul parecidos.
Optical Express pone otro ejemplo respecto a la dificultad de categorizar algunos colores intermedios: la joyería Tiffany tiene registrado su Tiffany Blue, "azul de Tiffany". A pesar del nombre, el 58% de los participantes en el test lo identificaba con un verde (es el cuarto recuadro) y, de nuevo, tiene sentido que sea así. Su código RGB es 129 para el rojo, 208 para el azul y 216 para el verde.
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