Omar Z. Robles es un fotógrafo puertorriqueño que desde pequeño se obsesionó con la idea de poder volar. Por eso, a finales de 2013, el joven de ahora 35 años, empezó a trabajar en la serie fotográfica, #OZR_Dance, con la cual busca mostrar una realidad en donde esto es posible. “Siempre me ha intrigado cómo las personas salen a la calle y caminan como si fueran soldaditos de plomo. Todos de la misma forma”, relata a Verne vía telefónica. “Lo que yo intento crear con mi trabajo es un mundo en donde los individuos se puedan mover libremente y en donde, en ocasiones, puedan volar”. Desde hace tres años, las fotografías son publicadas en la cuenta de Instagram de Robles y acumulan miles de likes.
Actualmente, en las imágenes de Robles aparecen bailarines de diferentes compañías como el New York City Ballet o el Dance Theatre of Harlem, pero en un inicio el proyecto era un trabajo de autorretrato. “Yo hacía brincos estilizados en las calles porque quería trabajar un poco la idea de la levitación, pero lo que sucedió fue que me puse viejo”, ríe y continúa: “En realidad era complicado porque tenía que ir y volver a la cámara. Empecé a trabajar con bailarines porque nadie puede reflejar esa idea de ligereza y de levitación mejor que ellos”. Hasta agosto de este año, Robles ha fotografiado a aproximadamente 200 bailarines en Nueva York, Seattle, Puerto Rico, Guatemala y La Habana como parte de #OZR_Dance.
Decir mucho sin palabras
Antes de ejercer la fotografía de manera profesional, Robles fue mimo profesional y realizó sus estudios en Francia con el también mimo y actor Marcel Marceau. Trabajó durante 10 años en Polonia y posteriormente regresó a Puerto Rico en donde estudió la carrera de fotografía y diseño gráfico a petición de sus padres, quienes le pidieron regresar a la universidad a “terminar una carrera formal”.
Robles asegura que por distintas lesiones que sufrió durante su carrera como mimo, eventualmente, tuvo que retirarse de los escenarios y dedicarse a su segunda profesión. “Hay un cierto paralelismo entre ser mimo y fotógrafo, por eso la transición no fue tan difícil”, señala. “Por una parte, el mimo intenta captar y contar historias dejando de lado la comunicación verbal y la fotografía es similar. Esto en el sentido de que estás tratando de crear un momento que sea expresivo y dramático sin la necesidad de utilizar un texto que lo acompañe. Sé que hay fotógrafos a los que les gusta escribir para dar contexto a sus fotos, pero yo soy partidario de que la fotografía debe hablar por sí misma”.
Robles considera que ser fotógrafo no ha sido fácil. “Yo en lo personal te puedo decir que me considero más artista que negociante y ese es uno de los obstáculos más difíciles. El negocio es un monstruo gigante”, indica. “Por otro lado, convencer a tu familia de que lo que haces es una profesión seria tampoco es sencillo. Hasta hace dos años, mi madre me decía que fuera estudiar una carrera y yo ya tengo dos grados, el de teatro y el de fotografía”.
A pesar de todo, Robles asegura que seguirá trabajando en la fotografía pues es lo que le apasiona. “Quiero hacer lo mismo que ya hice en Nueva York y en Cuba. Quiero viajar a otros países y fotografiar a bailarines de otras culturas ejecutando otras formas de baile, no solo ballet”. Las fotografías de Robles pueden ser apreciadas en su cuenta de Instagram y en su sitio web, en donde se pueden adquirir.
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