El próximo 2 de octubre, Colombia decidirá en un plebiscito si refrenda o no los acuerdos de paz negociados durante cuatro años en La Habana entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, la más antigua de América Latina. Ese día acudirán a las urnas hispanohablantes, pero también colombianos que hablan alguna de las más de 60 lenguas indígenas que hay en el país. Para que nadie se quede sin entender ningún detalle de lo pactado, la Corte Constitucional determinó, cuando aprobó la votación el pasado julio, que debía traducirse el documento de paz.
Desde hace algo más de dos semanas, el Ministerio de Cultura en colaboración con un equipo de unas 150 personas intenta cumplir este mandato. “Es un reto muy grande”, asegura a Verne Fanny Kuiru, indígena Uitoto y coordinadora de la traducción. “El acuerdo de 297 páginas incluye aspectos muy técnicos y palabras que no existen en estas lenguas”.
Uno de los principales obstáculos con el que se ha encontrado el equipo de traductores e intérpretes que recorre el país visitando a estas comunidades es que muchas de ellas no usan la palabra paz. “El nombre escrito con tres letras como en castellano no existe en mi cultura”, plantea, “tuvimos que hacer un ejercicio filosófico para encontrar un símil”.
El pueblo de Kuiru, situado en el sur de Colombia, en lo que se conoce como la Chorrera del Amazonas, con algo más de 1.000 pobladores, optó por la expresión "sentirse bien, estar en armonía". “Eso es la paz para nosotros”. En otros casos, la comunidad tuvo que pactar o consensuar una palabra de su lenguaje o un sonido.
De las 66 lenguas indígenas registradas en Colombia, según datos del Ministerio de Cultura, solo unas cuantas están normalizadas. Es decir, algunos de estos pueblos siguen siendo ágrafos, su lenguaje nunca se ha plasmado en el papel. “En estos casos, se ha grabado en un audio de WhatsApp la interpretación que hacen de los acuerdos, nos lo han enviado al Ministerio y así lo hemos subido a la web del Alto Comisionado para la Paz”, cuenta Moisés Medrano, director de Poblaciones de Cultura y responsable del proyecto.
Por el momento hay nueve interpretaciones orales, a falta de cinco comunidades más. Los Macuna han decidido cantar para que su comunidad entienda lo acordado. La traductora étnica de los Carijona cuenta el proceso de paz con el ruido del agua y los grillos de fondo.
El sistema de mensajería no solo ha servido para que los audios lleguen al Ministerio desde las regiones más remotas, en la página de los acuerdos de paz también hay traducciones manuscritas. “Por falta de tecnología, los indígenas escribían a mano, hacíamos una foto y se enviaba por WhatsApp”, explica el responsable del proyecto.
Los 39 textos publicados por el momento (restan otros siete) son, en la mayoría de los casos, más cortos que el acuerdo final de más de 200 páginas. “Se suele optar por los seis puntos del acuerdo y el capítulo indígena donde se garantizan nuestros derechos”, apunta Kuiru.
“Las mujeres, hombres y niños encargados de este trabajo no son solo funcionarios del Ministerio, también hay personas de estas comunidades”, aclara Medrano. “Es muy importante que se involucren pedagogos”, acompaña Juvenal Arrieta, secretario general de Organización Indígena Nacional (ONIC), representante del 80% de las asociaciones. Originario de la etnia embera, una de las mayoritarias en Colombia, tras los Wayuu de La Guajira, el responsable asegura que no han sido invitados a participar en el proyecto, pero sí han podido compartir sus recomendaciones. Arrieta pone especial énfasis en el aspecto lúdico de esta labor: “Hay que usar herramientas como los vídeos, los audios, los juegos, los símbolos o actividades culturales para que todo el mundo pueda comprender de lo que se está hablando”.
El representante de ONIC recuerda que el acompañamiento psicopedágico debe ser “esencial” por el impacto que la violencia ha tenido en estas comunidades. “Un traductor que ha sido víctima de esta guerra necesitará de ayuda para que su trabajo no se distorsione por su experiencia personal”, ejemplifica. “Los indígenas también hemos puesto muertos en este conflicto, vivimos en las zonas más aisladas, regiones que las guerrillas, los paramilitares y el narcotráfico han usado para esconderse”, dice Kuiru.
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