No es que no queramos cumplir con nuestro principal propósito de año nuevo. Ese de ponernos bien buenas y bien mamados inmediatamente después del famoso Guadalupe-Reyes. De verdad, no es nuestra culpa. Hay cosas que hacen imposible pasar más de un mes en un gimnasio y no tienen nada que ver con nuestra flojera. Los cuerpos sudorosos a menos de 30 centímetros de ti son difíciles de asimilar, pero hay otras cosas que tienen que ver con tu decisión de continuar con tu adorada vida sedentaria.
1. El pedante que se la vive en el gimnasio. Es tu primer día, son las 7 de la mañana y llega un tipo musculoso al que todos saludan y al que llaman El mameitor (es evidente por qué). Después de ver el peso que carga y distintas demostraciones de sus habilidades durante una semana, decides que verle no es el mejor incentivo para iniciar tu nueva vida. Cambias tu horario al vespertino y oh sorpresa... a las 7 de la noche El mameitor sigue ahí. Mientras programas la caminadora, empiezas a contar cuántos días faltan para que termine el mes y no volver a pisar ese lugar.
2. Hacer ejercicio al ritmo de Maluma una y otra vez. Sí, sabemos qué vas a decir: “Para eso hay audífonos”. Pues bien, tal vez tú seas perfecto, pero un 99% de las personas (la estadística es cortesía de la casa) no lo somos y en ocasiones los olvidamos. Ese día se convierte en una tortura ir al gimnasio, pues tienes que chutarte las diez series de 30 repeticiones del ejercicio más doloroso mientras escuchas El perdedor de Maluma. Y si pensabas que ibas a pasar por esto solo una vez, te equivocas. El gerente es muy fan así que terminarás aprendiendo el tema de memoria.
3. El acaparador de aparatos. Ese señor que se planteó el mismo propósito que tú, pero que no fue dos días seguidos y se sienten con el derecho de acaparar los aparatos durante 40 minutos. ¡A ver señor! No tenemos la culpa de que no haya venido toda la semana. No va a recuperar el tiempo perdido y mañana le va a doler hasta el alma. No hay manera de decirlo, te tienes que chutar su arrepentimiento y ver sus lágrimas de dolor en lo que esperas tu turno.
4. Los ligadores. Nunca falta el que ve el gimnasio como un nuevo espacio para encontrar a su media naranja y que asiste perfumado y con 40 capas de gel porque seguro va a ligar. Chavos, no es un antro. Es cero sexi/agradable que un tipo todo sudado te pregunte qué vas a hacer el viernes mientras tú estás casi vomitando del esfuerzo sobrenatural que estás realizando. Es peor si el ligador es el instructor, porque lo tendrás pegado a ti toda una hora. El horror.
5. Los que creen que el gym es una pasarela. Es clásico. Fernandita la que todos aman trae un outfit diferente todos los días. Es evidente que todo fue adquirido en Palacio de Hierro o Martí y no, no lo armó en las rebajas. Armandito, cuyas prendas solo son Adidas la secunda. Incluso hay días en los que llega con unos lentes obscuros aerodinámicos de una marca que ni siquiera puedes pronunciar a un espacio cerrado. ¿De verdad es necesario?
6. La marchanta acosadora. Doña Teresita, al igual que El mameitor, parece que vive en el gimnasio. Aparece de la nada con una maleta gigante y obviamente nunca ejercita solo lleva ropa deportiva, productos de belleza y complementos alimenticios que te vende a módicos pagos. ¡Cuidado! no pasará un día sin que te recuerde la deuda adquirida. Esa Teresita es una loquilla y nunca, jamás olvida las deudas de sus clientes.
7. Nunca te ves como Olivia Newton. Esos pants que parecen los de tu uniforme de secundaria, tu cabello esponjado que crece a los cinco minutos de que te subes a la elíptica y los lentes empañados que no te puedes quitar porque eres miope no te ayudan nada. Seamos honestos, jamás te verás como Olivia Newton en el video de su one hit wonder Physical.
8. Hay cero inhibiciones en los vestidores. Si eres de los que pueden pagar gimnasio con vestidores y vapor sabes de lo que hablamos. Hay quienes toman el baño, los 15 minutos de vapor y se van, pero hay quienes esperaron ese momento para desnudarse y hacer gala de su cuerpo toda su vida. Todo bien, no queremos ser puristas, pero de repente tanta piel satura. Hay cosas que preferimos dejar a la imaginación.
9. El sudor en los asientos también conocido como el glaseado. Pasa una y otra vez, no importa cuántos letreros pongan en el lugar para recordarte que después de usar un aparato lo limpies con tu toalla, siempre hay una sorpresa esperándote. Ese momento en el que te sientas para hacer tu primera serie de brazo del día y sientes como tus antebrazos se humedecen rápidamente es asqueroso. A ese sudor ajeno que un desgraciado no limpió también se le conoce como glaseado.Ya te imaginarás por qué.
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