Antes de competir, a veces siento frío. Creo que se debe a los nervios. Las pulsaciones van rápido. Son muchas horas de entrenamiento. Hay muchísimas personas pendientes -a veces nos miran millones-. Es la sensación de que un error mío, por pequeño que sea, puede condenar a mi equipo. Y decepcionar a mis fans. Y a mis patrocinadores. Luego, empieza el torneo y las cosas cambian. Me basta un minuto para sentirme otra vez confiado. Soy dueño de mis movimientos y de mis emociones. Ahora puedo poner en práctica aquello para lo que he estado preparándome durante años. Cuando empieza la partida, siento que todo encaja.
Llevo siete años participando en torneos. Y, en esos siete años, las cosas han cambiado mucho para mí. Un buen reflejo es que he pasado de jugar en los cibercafés de Murcia a hacerlo en una gaming house en Alemania. Las gaming houses, para quien no las conozca, son casas en las que viven varios jugadores y donde nos pasamos horas y horas practicando. Es como cualquier piso compartido, con sus alegrías y miserias, pero con la peculiaridad de que todos somos jugadores y pertenecemos al mismo equipo, Origen. Porque yo me dedico a jugar al League of Legends (al que se conoce como LoL), que es un juego de equipo que simula una batalla. Al ser un juego de equipo, la compenetración es tan importante que nos pasamos muchas horas jugando juntos y analizando cada una de nuestras partidas, para saber en qué cosas podemos mejorar.
Por eso, además de los jugadores, en los equipos suele haber un analista, que se ocupa profesionalmente de analizar las partidas. Y algunos equipos, incluso, cuentan con un psicólogo. Nosotros tuvimos un psicólogo durante una temporada, aunque no es sencillo encontrar al adecuado, porque no muchos conocen las necesidades de un gamer. No creo que, a día de hoy, exista un psicólogo en el mundo que pueda escribir en su currículum: "Especializado en la psicología de los gamers". Estoy familiarizado con estas cosas porque en Origen no soy un jugador más: soy el dueño del equipo. En realidad, hago lo mismo que cualquier empresario, y me ocupo de los gastos, de los ingresos y del personal. Lo que pasa es que la gente no piensa en mí como empresario por dos razones: porque tengo 24 años -y eso que soy el mayor en mi equipo- y porque me dedico a los videojuegos, que siempre se han visto como un entretenimiento, como algo a lo que se dedican los niños en los sótanos.
Pero las cosas ya no son así: yo he disputado torneos en pabellones ante más de 10.000 personas, que seguían las partidas en pantallas gigantes. Y hay torneos en Corea que han contado con 40.000 espectadores en directo. Por no hablar de las audiencias online: más de 14 millones y medio de personas estuvieron conectadas simultáneamente en el momento de más audiencia del último mundial de LoL, que se disputó en Estados Unidos. Algunas marcas ya se han fijado en nosotros, como Red Bull, que lleva casi dos años patrocinándome. O Gillette, con quien firmé un acuerdo el pasado enero. El propio Neymar, a quien también patrocina esta marca, me dio la bienvenida con un tuit:
Glad to see another champion on team @Gillette. Welcome, @xPekeLoL.#PursuitofPrecision pic.twitter.com/q4RdjwvJyN
— Neymar Jr (@neymarjr) 31 de enero de 2017
Algunos clubes deportivos, como el Valencia, han creado su propia sección de eSports, que es como se conoce a los torneos de videojuegos. Porque las partidas de videojuegos, en el fondo, tienen mucho en común con los deportes más tradicionales: una preparación muy dura, el juego en equipo, la preparación psicológica, competiciones muy bien estructuradas... Obviamente, nosotros no somos superatletas y no necesitamos la misma preparación física (aunque siempre es recomendable hacer ejercicio y, aunque parezca una tontería, estirar antes de las partidas, porque las muñecas pueden acabar doliendo mucho). Pero creo que nuestros espectadores, al final, pueden emocionarse igual que se emocionan ante los goles y las canastas. Todavía no tenemos mucha presencia en los medios de comunicación convencionales, pero contamos con nuestros propios canales y foros especializados. Y estamos bien así. Aunque intuyo que la atención hacia nosotros irá en aumento. En los últimos siete años, como os decía, las cosas han cambiado mucho.
Pero bueno, todo esto suena a justificación. Y tampoco creo que tengamos que justificarnos o que tengamos que pedir permiso a nadie. A nosotros lo que nos gusta es jugar. Para mí hay pocas cosas que sean comparables con que una jugada, que oficialmente se conoce como backdoor, reciba popularmente mi nombre. Para mí la competición lo es todo. El juego, y todo lo que ocurre a su alrededor, aunque nos pasemos casi todo el día conectados a un ordenador, es una recreación a escala de la propia vida.
En mi vida hay alegrías. Mi inicio fue meteórico: mi antiguo equipo ganó la primera edición del Mundial de LoL en 2011. Recuerdo aquellos días como si estuviera viendo una película tremendamente feliz. Desde entonces las cosas se han complicado un poco: cada vez hay más competitividad, mejores jugadores (sigue sin haber apenas jugadoras), y toca reinventarse continuamente. No os imagináis cómo se nota el tiempo que pasas sin jugar. Una vez llegué a pasar dos semanas desconectado, porque estaba de vacaciones, y me costó reengancharme luego. Pero bueno, en 2015 volvimos a estar en lo más alto y llegamos hasta las semifinales del Mundial.
En mi vida también hay momentos tristes, como cuando algún compañero decide irse a otro equipo. O como -esto ha sido uno de los momentos más duros que recuerdo- cuando, por el bien del equipo, toca desprenderse de un compañero que ya no está al máximo nivel. También, debido a la trascendencia que ha tomado el juego, estamos a merced de los rumores. En una ocasión, un periodista sacó de contexto unas palabras mías, y escribió que pensaba retirarme de la competición. Desde entonces, he visto el rumor muchas veces repetido, aunque no sea cierto. También tenemos que aprender a digerir las críticas después de una mala partida, porque hemos atravesado épocas malas: el año pasado tuvimos que luchar para no descender de categoría. Pero lo importante es saber rehacerse, y en eso trabajamos todo el rato.
Y, en mi vida, de vez en cuando, también ha habido sorpresas. Como cuando me encontraba en Estados Unidos y sugerí en Twitter la posibilidad de hacer un encuentro con mis seguidores de allí. Entonces la Universidad de Cincinnati se puso en contacto conmigo para decirme que ellos se ocuparían de organizarlo todo. Y así fue: estuve varias horas respondiendo a mis seguidores en una sala de conferencias de la Universidad. En su día, decidí cambiar la Universidad por los videojuegos. Por suerte, mi madre lo entendió a la perfección y me dio su apoyo: en los videojuegos podría labrarme un futuro igual de válido, como ha terminado ocurriendo.
Sé que soy una persona afortunada, que no todo el mundo puede ganar dinero haciendo lo que más le gusta. Por ejemplo, tengo un amigo que también trabaja aquí, en Alemania, pero él tuvo que venirse porque no es fácil encontrar trabajo en España para la gente de mi edad. Eso lo tengo muy presente en los días buenos y en los malos. Sí, soy afortunado. Por eso trataré de disfrutar al máximo de los días que vengan. Y también de sentirme pionero en un mundo que se abre cada vez más camino.
Texto redactado por Álvaro Llorca a partir de entrevistas con xPeke.
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