Si en la escuela olvidabas colocar la tilde en María, José, López o Pérez implicaba por lo menos un tache en el examen de español, peor si se trataba de tu propio nombre. Este error ortográfico, por otro lado, se le ha perdonado a los registros civiles y al Instituto Electoral por décadas. Si revisas tu acta de nacimiento, CURP o tu credencial para votar, notarás que los nombres que deben ir acentuados, no llevan tildes.
Esto no fue un descuido de la persona que llenó tus datos en el registro civil. Todas las dependencias que emiten documentos oficiales deben capturar los nombres en mayúsculas y sin acentos, como lo establece un acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación en 2009. Los registros civiles están obligados a corregir errores, como cambiar el orden o reemplazar letras, pero añadir tildes, según confirmó el Registro Civil de la Ciudad de México a Verne a través de su línea de asistencia.
Los programas que utilizan estas dependencias para capturar datos tienen la posibilidad de escribir los nombres con acentos, dice René Miranda, director del registro del Instituto Nacional Electoral. “La razón por la que no se hacía era tecnológica, anteriormente las bases de datos no lo permitían”, explica a Verne vía telefónica. Desde hace aproximadamente una década, dice el funcionario, los programas permiten el uso de tildes.
La razón por la que los nombres en las credenciales para votar no van a acentuadas es para que haya concordancia entre la información en las bases de datos del INE y las de los registros civiles que emiten las actas de nacimiento. “Sería cuestión de ponerlo sobre la mesa (con el Registro Civil) y analizarlo: si deberíamos usar tildes o incluso comenzar a usar letras minúsculas”, dice Miranda. “Tendríamos que valorarlo, pero a la fecha no lo hemos hecho”.
Antes de la década de los noventa, la mayoría de las oficinas que realiza documentos oficiales utilizaba máquinas de escribir. Muchas de las que se utilizaban en los registros civiles no incluían letras mayúsculas con tildes o formas para incluirlas arriba de las letras, según explicó un representante del Registro Civil de la Ciudad de México. Esta es una de las razones por las que se omitía el signo ortográfico.
El Registro Nacional de Población (Renapo) se computarizó por completo hasta 1999 y en 2000, puso a disposición de todos los registros civiles un sistema electrónico de captura de datos, según una respuesta de la Secretaría de Gobernación a Verne a través del sistema de transparencia.
Los sistemas de imprenta tampoco podían acentuar las mayúsculas, explica Fernando Rodríguez Guerra, investigador del Centro de Lingüística Hispánica de la UNAM. “En la tipografía de las imprentas no había mayúsculas con tilde”, dice a Verne vía telefónica. Tampoco era posible añadirlas ya que los caracteres, hechos de cubos o cuadros de metal, abarcaban todo el espacio de los cajetines, donde los impresores formaban las palabras.
Aunque no es posible encontrar un vínculo directo, antes de la digitalización de las impresiones también surgió la falsa creencia de que las mayúsculas no debían acentuarse, comenta Rodríguez. “Esto es un mito, las mayúsculas también deben llevar tildes”, apunta. La Real Academia Española explica que la acentuación de las palabras en mayúsculas “no es opcional, sino obligatoria, y afecta a cualquier tipo de texto", solo las mayúsculas que forman acrónimos no van acentuados, como la CIA.
Renapo, sin embargo, explica en su respuesta vía transparencia, que ninguna dependencia gubernamental tiene obligación legal de seguir las reglas ortográficas. “En México no existe ningún ordenamiento legal que determine que el español es la lengua oficial del país y por consiguiente, no hay reglas obligatorias para su uso”.
La batalla por un apóstrofe
La falta de signos ortográficos en los documentos oficiales tiene un efecto más problemático para los nombres en lenguas indígenas. En 2011, Lilia Pérez, residente de Ayutla Mixe, en el centro del Estado de Oaxaca, llamó a su recién nacida Xuu’kx Xapaa (la pronunciación es similar a shuc shabá), que en su lengua, ayüük, significa colibrí, espíritu del viento. El siguiente paso fue ir al registro civil del municipio a emitir su acta de nacimiento. Lo que para un mexicano promedio es un proceso de un día, para ella fue un trámite de más de cinco años.
“La persona que atendía me dijo que el sistema no lo aceptaba”, cuenta Pérez a Verne vía telefónica. “Como solución, me mostraron una lista de nombres (en español) que el sistema sí aceptaba, como si yo hubiera escogido el nombre de mi hija de la nada”. Para registrar a su Xuu'kx debía acudir a la oficina central del registro civil en la capital de Oaxaca, a tres horas de Ayutla. Ahí tampoco resolvieron el problema. “Me dijeron lo mismo: que el sistema no lo aceptaba y que no podían hacer nada”.
El registro civil podía emitir el acta escribiendo el nombre como Xuukx, pero la falta de apóstrofe le quita el sentido a la palabra, dice Pérez. “Es como si a María sin la M, no lo puedes omitir”, explica. “El ayüük tiene reglas gramaticales y ortográficas como el español, hay varios estudios lingüísticos que explican estas reglas. Esto no es un problema mío, particular, es para todas las personas que tienen nombres en esta lengua. Al no poder registrar a mi hija con su nombre, están violentando sus derechos básicos”. La población que habla esta lengua es de 117.959 habitantes de Oaxaca, Veracruz y Quintana Roo.
Después de tres años de constantes viajes al Registro Civil de Oaxaca, en 2013, Pérez logró la captura correcta del nombre de Xuuk’x. Una representante de esta oficina comenta a Verne que en 2011 solo era posible registrar los nombres con signos otrográficos a través de una solicitud especial al área técnica, como lo hizo Pérez. Añade que en 2017 ya es posible el registro de los nombres sin necesidad de hacer ese trámite.
El asunto no quedó del todo resuelto. La CURP de la niña, documento necesario para todo trámite oficial, aún tenía el nombre sin el apóstrofe y como no coincidía con el acta de nacimiento, su escuela no podía realizar su certificado de preescolar. Pérez regresó varias veces al registro civil de la capital, donde una vez más se enfrentó a la renuencia de los funcionarios, hasta este agosto, cuando después de mucho insistir se realizó el cambio. “¡Cinco años!” exclama Pérez. “Fue muy largo el calvario, yo no me lo esperaba”.
Las dificultades para registrar un nombre en una lengua indígena correctamente van más allá de lo tecnológico, opina Thubini Mästöhö, instructor de la lengua hñähñú, que se habla principalmente en Hidalgo y Querétaro. “En general, los registros civiles tienen un gran desconocimiento de las lenguas indígenas, es un reflejo del racismo y la discriminación hacia las personas que las hablan”. Mästöhö, de 35 años, oficialmente se llama Arturo García, pero desde 2011 se identifica con su nombre en hñähñú. “No tengo intención de cambiar mi nombre en el Registro Civil, pero sí algún día cambiara de opinión, sé que me enfrentaría a esta problemática”.
En noviembre de 2016, el Senado aprobó una reforma al Código Civil Federal para que todos los registros civiles están obligados a registrar cualquier nombre en lengua indígena con todo y signos ortográficos. Hasta el 19 de septiembre de 2017, esta aún no había sido publicada en el Diario Oficial de la Federación, por lo que todavía no entra en vigor.
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