Este artículo comienza con un mensaje de WhatsApp:
Este es un ejemplo de lo que estamos viviendo en nuestras casas. Se ha metido hasta el fondo el tema, enfados en las familias y entre amigos de toda la vida. Una pena y un asco".
Junto al mensaje viene una foto de un correo electrónico. La persona que lo envía está escribiendo a un familiar con el que tuvo una discusión el día anterior. Intenta rebajar la tensión. El tema, por supuesto, era el momento político en Cataluña, donde viven los dos.
Es llamativo que los testimonios que aparecen en este texto hayan pedido cambiarse el nombre, a pesar de que no hablen de posturas políticas sino de relaciones personales. Pero también sirve para reflejar el ambiente de los últimos días. Después de los puntos álgidos de emociones del 1-O, la huelga del martes 3 de octubre, y las marchas del pasado fin de semana, la tensión de las calles y la incertidumbre se cuela en las casas, los trabajos y los grupos de WhatsApp de amigos.
Esa tensión, según la psicóloga especialista en relaciones Margarita Torra, parte de la actitud intolerante de algunas personas. Nos falta formación en el arte de debatir: "Si en un grupo de WhatsApp se lía la marimorena es por las personas, no por las ideas que se plantean. Entre amigos o familiares siempre habrá opiniones distintas, pero si se llega a la confrontación será porque no se aceptan las diferencias".
En ese momento, olvidamos la cantidad de cosas que nos unen a la otra persona y nos centramos en lo que nos separa. Y, además, el canal no siempre ayuda a que el debate resulte constructivo. "En redes sociales", continúa Torra, "todo se reduce a consignas. El feedback no es real. Muchos emiten su mensaje, pero les importa un bledo la respuesta. Así no se contrastan opiniones".
¿Y si eres de los que no les gusta discutir y la pelea te pilla en medio? "Si quieres a las personas que están peleando, es difícil no intervenir. Mi consejo es decir vamos a echarnos unas cervezas. Cuando queremos a alguien, lo hacemos por cómo es esa persona, no por su forma de pensar. Hay que recordar los puntos en común". Si la pelea se da entre personas que no te importan demasiado o que ni conoces, mejor echarse a un lado. "No aporta nada. En ese caso prevalecen las ganas de conflicto sobre la intención de debatir", añade Torra
La tensión de los grupos de WhatsApp comenzó a subir días antes de la votación. A falta de una campaña electoral oficial, los mensajes, memes y vídeos corrieron de teléfono en teléfono, tanto a favor como en contra del sí. Muchos de ellos eran bulos destinados a calentar el ambiente. En los días posteriores al 1-O, un repaso a las redes sociales devolvía múltiples ejemplos de personas que habían decidido distanciarse durante un tiempo de estos grupos de WhatsApp, de Facebook y Twitter por el monotema catalán. Este es uno de ellos. A continuación, hemos recogido el testimonio de personas sobre cómo ha afectado la situación en Cataluña en sus relaciones personales. Nos cuentan cómo se sienten, más allá de las posturas políticas:
Ruth: "En las terrazas la gente habla bajito para que no le oiga el de al lado"
En mis grupos de WhatsApp he notado más silencio. Supongo que por no sacar el tema y a veces parece que es el único, en los grupos en los que hay gente que piensa cosas diferentes se habla menos. El día del referéndum sí hubo comentarios, pero solo se compartieron fotos de los disturbios y algunos dijeron que iban a votar. Antes del 9N se habló más, había más tranquilidad. Entre los amigos conocemos nuestra opinión y siempre se ha podido hablar, pero está dejando de pasar.
Tengo familia en Burgos y hace dos semanas estuve con ellos. Pensé que iba a ser un suplicio, pero casi nadie nos preguntó. Sí querían saber si nos afectaba a la hora de salir a la calle y movernos, por los disturbios, más que la opinión política, porque aunque sea muy raro, es lo que se ve en la tele.
Facebook es odioso. Todo el mundo opina, parece que no puedas contestar y aun así ves contestaciones fuera de lugar. Algún familiar de fuera sí que ha publicado en Facebook alguna cosa por la unidad de España y veo tendencia al odio y al insulto. Además, como yo no soy independentista creen que soy anticatalana y eso no es así. Creen por ejemplo que si hablas en catalán te insultan y yo, por ejemplo, nunca hablo en catalán y nunca he tenido ningún problema. Hablan de cosas que no han vivido.
También lo ves en la tele: si ves las noticias en cualquier cadena te sientes odiada por ser catalana, simplemente por vivir aquí. Excepto si pones TV3, que entonces eres el rey del mambo, y eso tampoco es. Es un sentimiento muy triste que no va a cambiar así como así.
Cuando sales a la calle notas más tensión. En las terrazas la gente habla bajito para que no le oiga el de al lado. También con los amigos: enseguida se pasa a otro tema. Es un tema que siempre está ahí y no puedes expresar tu opinión según a quién y según cómo. Y eso hasta este mes no pasaba.
Carlos: "Parece que te obligan a posicionarte: o eres independentista o eres facha, y si te quedas en medio, recibes de los dos"
No me meto en discusiones en Facebook, porque muchos lo acaban llevando al insulto a nivel personal. Pero sí he ocultado publicaciones cansinas y a gente que coloca continuamente su posición. Sí he puesto mi opinión, cuando jamás lo he usado para la política, porque parece que el ambiente te lleva a pronunciarte. Lo que veo es que muchas veces solo responde la gente que piensa como el que publica.
El ambiente está más crispado y parece que se te obliga a posicionarte: o eres independentista o eres facha, y si te quedas en medio, recibes de los dos. No hay grises: si criticas la represión policial del referéndum, ya eres indepe. Si dices que el referéndum no tiene ninguna validez, ya estás defendiendo a Rajoy.
Esto se nota sobre todo en Facebook y en Twitter. Ves a gente bastante extrema de un lado y del otro que repite ideas con poco filtro. Algunos se creen todo lo que le digan del lado que les gusta.
En el trabajo, cualquier charla con el café o a la hora de la comida acaba con ese tema. En general, se sigue pudiendo hablar, pero es un tema que cansa. Sobre todo después del verano, con la Diada y el referéndum. Y tiene pinta de ir a más.
Me salí de un grupo de WhatsApp después de los atentados de agosto, cuando lo empezaron a mezclar con el proceso catalán. Como era un grupo en el que ya no participaba decidí que para leer chorradas, mejor irme. Pero con los demás no ha habido problemas. En el grupo de mis amigos de la universidad hay de todo, pero más independentistas de izquierdas. En algunos he notado el cambio de PSC a ERC. Siempre hemos hablado de política y no dejamos de hacerlo ni por WhatsApp ni en persona.
Nuria: "Ahora creo que por los dos lados hay miedo y angustia"
No hablo abiertamente en el trabajo, donde mis dos compañeros piensan diferente a mí. Ellos sí hacen alguna broma delante de mí, pero no quiero entrar en el juego. Sobre todo, intento no llevármelo al terreno personal ni entrar al trapo. Me callo porque si no, se entra en un bucle que no tiene sentido. Hay más tensión y menos libertad para decir lo que te dé la gana sin que nadie te juzgue. Ahora creo que por los dos lados hay miedo y angustia. Mi jefe considera que si habla, le van a llamar facha, pero yo no se lo voy a llamar.
De todas formas, mi día a día no se ha visto perturbado, ni me veo señalada en el trabajo. Sí me dolió que tras el referéndum justificaran las cargas policiales. Estamos en un punto tan polarizado que ya nadie piensa con claridad. Parece que no hay matices y sí los hay.
Hay más tensión porque si alguien oye algún comentario y no lo gestiona bien, enseguida puede saltar. Parece que te tengas que pronunciar todo el rato. Además, el debate está muy contaminado por bulos que llegan por todos lados. Cuando recibes algo en WhatsApp no sabes si es verdad o mentira.
Giovanni: "Noto a la gente muy tensa. Algunas discusiones han acabado muy mal"
A nivel personal siento rabia e impotencia. Soy italiano, no pinto nada, no puedo votar ni decir nada, pero mi mujer es catalana, tenemos un hijo, tengo un negocio, pago mis impuestos y eso me fastidia.
En el restaurante es un momento complicado porque en casi cada mesa sale el tema y siempre hay algunos a favor y otros en contra. En las mesas de amigos, no en las de parejas. Noto a la gente muy tensa. Algunas discusiones han acabado muy mal. Creo que se van a romper amistades.
Yo intento evitar el tema. Cuando voy a una mesa a veces la gente me pregunta, pero siendo un negocio respondo con “¿y vosotros qué pensáis?”, y sigo la corriente para evitar situaciones incómodas.
El día antes de la huelga, en el bar donde desayuno, dos personas me recomendaron que cerrara, por lo que pudiera pasar. Por la mañana abrí con la persiana a medias, pero era una situación muy rara, había poca gente por la calle. Un par de chavales pasaron y me dijeron que mejor que cerrara, pero sin amenazarme. Estaba casi todo cerrado y decidí cerrar por respeto a la clientela y por miedo, claro.
En Facebook quise desahogarme ese día. Solo quería poner que me veía obligado a cerrar y no podía ni votar, pero me llamó un proveedor también italiano, que vive en Lleida, y me dijo que mejor lo borrara. Veía la cosa difícil y nosotros tenemos un negocio y somos italianos y mejor no entrar. Le hice caso.
Mis amigos italianos me preguntan bastante por WhatsApp porque en Italia se habla de esto. En las tertulias de allí la cosa parece tan chunga que me preguntan si tengo miedo. Mi padre me dice que si puedo salir a la calle porque en las noticias solo sale lo de los antidisturbios. Les tranquilizo diciendo que yo eso ni lo he visto.
Julio: "La familia me pregunta por qué no me vuelvo"
Hasta hace unos cuatro años, la convivencia era bastante normal, pero es cierto que desde entonces se ha tensado todo un poco. La crispación ha ido en aumento y desde hace seis meses se ha disparado.
En Facebook podías hacer broma y decir lo que quisieras, pero ahora ya no me siento así. Ahora por ambas partes se busca la confrontación y se ha perdido la tolerancia.
A mí me ha pasado con un amigo al que veía cada dos o tres semanas para tomar unas cervezas. Me tachó de anticatalán por un comentario sobre la huelga. Solo dije que aun estando a favor de los motivos para hacerla, no la iba a hacer porque se había politizado. Me defendí de forma humorística, diciendo que me acababan de descubrir y que tendría que huir y abandonar a mi mujer y a mi hijo, que son catalanes. Intenté rebajar el tono y quedar con él en persona, pero me ha borrado y, por lo que me cuentan amigos comunes, doy la amistad por perdida.
En el trabajo se nota más. Una amistad puedes enfriarla o no, pero en el trabajo, entre una cosa y otra pasas diez horas al día. Nuestra empresa es de ámbito nacional y en el grupo de WhatsApp hemos tenido que pedir que no se hable de política.
Aparte del trabajo, solo se haba de afterwork y de lotería. Pero antes del referéndum mucha gente a favor de la independencia se posicionó y envió cadenas y fotos. También se dijo que no había que ir a trabajar el día de la huelga. Se inició una discusión en la que se dijo que los españoles eran antidemocráticos e intolerantes y acabé recibiendo una llamada de una jefa.
Noto esta tensión con los que se han hecho independentistas hace poco. Por ejemplo, el compañero con el que mejor me llevo y con el que más hablo es independentista desde siempre y los dos hablamos con total libertad. Los amigos independentistas que hice cuando llegué, siguen siendo mis amigos. Y nadie me había echado en cara pensar diferente.
Mis amigos y la familia de Andalucía me preguntan mucho por WhatsApp cómo va la cosa y el día del referéndum me escribían para preguntarme si estaba bien, lo cual fue muy sorprendente. En Sabadell hubo cargas, pero se hace vida normal. La única diferencia es que no se puede hablar de este tema como antes porque todo se ha polarizado. Hay más silencio porque si dices cualquier cosa ya te marcan. Y da igual que diga que el gobierno español no me representa porque yo a ellos no los he votado: si estoy en contra de la independencia ya soy un facha.
La familia me pregunta por qué no me vuelvo. Es duro oír eso porque hay días que no lo descarto aunque hasta ahora ni me lo había planteado porque yo quería tener un futuro en Cataluña y soy marido de una catalana y padre de un catalán. Esto me entristece y mi mujer me recuerda que quienes se comportan así son muy pocos y no representan a la catalanidad. Y es verdad, pero unos pocos también te lo pueden hacer pasar mal.
Neus: "El 1-O ha unido a personas que pensamos parecido pero también ha separado a los que estaban más distantes"
Tengo grupos muy distintos. En algunos se vive emoción por un posible cambio. Pero en la mayoría se siente un poco de miedo.
Cuando hablo con gente de fuera siento mucha frustración, porque creo que no llegan a entendernos. Y es muy triste. Porque parece que la imagen que les llega es que esto es una guerra entre Comunidades Autónomas y, al menos para mí, eso no es así. No nos peleamos con la gente, sino con el sistema.
Tengo algunos grupos con personas que piensan muy distinto a mí. El grupo de la Erasmus, por ejemplo. Nos conocemos desde hace muchos años y pensamos diferente. En mi caso, no intento evitar el conflicto. Siempre hemos sabido que teníamos opiniones distintas, pero lo que antes era una conversación de puntos de vista distintos ahora parece que es como si se hubiera convertido en una realidad. En algo real, tras el 1-O. Y creo que eso ha unido a personas que pensamos parecido y ha ayudado a que la gente empatice contigo, pero también que ha separado a los que estaban más distantes.
Alberto: "Facebook es lo peor"
Tengo un grupo de WhatsApp en el que estamos unos 12 amigos que nos conocimos de Erasmus. Hay tres catalanes. Uno de ellos es una antigua compañera de piso con la que me llevo muy bien, pero que salta a la primera. A mí, que soy de Cádiz, me gusta picarla enviando noticias que refuerzan posiciones contra la independencia. Se trata de un debate más que de una discusión, siempre de forma jocosa. El resto del grupo se ríe de lo que dice cada uno.
Me gusta compartir mis ideas en WhatsApp con familiares y amigos de verdad, con los que nunca he llegado a enfadarme por un contraste de opiniones. Facebook es otra cosa; es lo peor. Ahí tengo conocidos, que no amigos, muy radicalizados tanto de un lado como del otro. No me siento cómodo diciendo qué pienso a personas con las que apenas tengo relación.
Sin embargo, lo que sí me gusta es leer las peleas que se montan en Facebook. Es dramáticamente adictivo. Me veo leyendo comentarios y más comentarios en los que la gente se enzarza de forma desproporcionada. Hay veces en las que te encuentras algunos argumentos interesantes, pero lo más extendido son los comentarios destructivos y los insultos.
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