"Yo no me llamo María, me llamo Valentina", dice una mujer indígena mirando de frente a la cámara. Su aclaración viene a cuento, explica después, de una costumbre mexicana de llamar Marías a todas las mujeres de distintos grupos etnolingüísticos que emigran desde sus pueblos hacia las grandes ciudades. "Mi historia puede ser la de cualquier mujer maya, otomí, mixteca, tsotsil o zapoteca", afirma.
Quien habla en realidad se llama Delfina Gómez y es la actriz principal de un cortometraje sobre la triple discriminación que sufren personas como ella: por ser mujeres, pobres e indígenas. La producción audiovisual de la organización Yosoyoho acumula más de 1,8 millones de reproducciones en Facebook y se ha compartido más de 60.000 veces en tres semanas.
"Ahora que hablo más el español, comprendo que durante varias etapas de mi vida sufrí discriminación o bullying", sostiene el personaje de Valentina, una mujer otomí o hñähñú. "Los que saben dicen que el bullying es una cosa escolar, pero a nosotras nos insultan en el camión, en el avión, en los hospitales, en los bancos, donde nos paremos".
La protagonista recrea a continuación el rechazo que sufrió desde niña de personas no indígenas, que se burlaban de su lengua otomí o le impedían llevar su vestimenta tradicional. La situación de acoso se agrava cuando la joven y su madre se mudan a Querétaro y Valentina es víctima de una golpiza en el salón de clases por parte de sus compañeros, quienes graban la escena y la comparten en internet.
Aunque este video de casi siete minutos es técnicamente una ficción, el tema que aborda no lo es. De hecho, las situaciones que describe están basadas en casos reales documentados en los medios de comunicación. Román Sauza, antropólogo y fundador de Yosoyoho, explica a Verne por teléfono que la paliza en la escuela se inspiró en el caso de Angelina, una estudiante mixteca de 16 años que en 2013 fue víctima de violencia física en una secundaria de la Ciudad de México. El maltrato fue registrado por sus compañeros y compartido en YouTube.
La asociación Yosoyoho trabaja desde Querétaro para contribuir al reconocimiento de los grupos etnolingüísticos de México, que según el gobierno federal suman 68. Uno de sus primeros proyectos consistió en la elaboración de una muñeca artesanal llamada Xanhi, que cuenta con un dispositivo que le permite reproducir algunas frases en otomí y su interpretación más cercana al español, cuenta el antropólogo.
Al trabajar de cerca con varias comunidades indígenas en las ciudad y en los pueblos queretanos, esta organización detectó el problema del bullying hacia las mujeres y decidió hacer algo al respecto. El cortometraje Marías fue dirigido por las artistas visuales Yolanda Alonso, Margarita Rangel y Melissa Granados y contó con la participación de hombres, mujeres y niños otomíes de la comunidad de Yospi que incursionaron por primera vez en la interpretación.
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