“Me gustaría, en primer lugar, dar las gracias al [centro cultural] Sesc Pompeia por no haber cancelado la conferencia en la que participo”, dijo el pasado martes la filósofa Judith Butler, feminista y defensora de eliminar las fronteras relacionadas con la identidad sexual. La frase, aplaudida por los asistentes al encuentro en Sao Paulo (Brasil), daba la dimensión de la disputa política.
En las últimas semanas, grupos ultraconservadores organizaron una campaña en redes sociales en la que 320.000 firmas pedían que se cancelara la conferencia de la estadounidense en Brasil. No lo lograron. Pero, mientras Butler ofrecía su charla sobre las diez de la mañana, un centenar de personas se manifestaban frente al lugar.
"El sueño de Judith Butler: destruir la identidad sexual de vuestros hijos", dice el cartel que luce una manifestante en Sao Paulo / Toni Pires
La calle estaba divida entre aquellos que respaldaban a la filósofa y los que estaban en contra de su presencia en el país. De un lado, los grupos ultraconservadores se mostraban más exaltados. Reclamaban que la conferencia se cancelara y proferían discursos de odio. En el otro, un difuso grupo de activistas progresistas se manifestaban en contra de la censura y a favor de la democracia y de la libertad.
Eran pocos, pero representaban los dos extremos de una guerra cultural en Brasil que tiene efectos no solo en las redes sociales sino también en el Congreso Nacional, en las administraciones públicas locales y hasta en las telenovelas. Hicieron ruido: mientras un lado gritaba “¡Fascistas!”, el otro contestaba “¡Fascista, tu madre!”.
Butler hablaba en el Sesc Pompeia sobre los retos de la democracia contemporánea, que hoy está contaminada por los populismos y el autoritarismo. Pero los ultraconservadores estaban interesados en sus estudios sobre género, que han tenido gran repercusión internacional por proponer que la identidad de una persona como hombre o mujer no es solamente una consecuencia biológica, sino algo socialmente construido y con implicaciones políticas.
Sin embargo, los ultraconservadores creen que el debate sobre género amenaza los valores de la familia y confunde a los niños y niñas. Argumentan además que la tesis va en contra de los hechos biológicos. Creen que Butler es la principal representante de lo que llaman “ideología de género” y tienen miedo a que se enseñe en las escuelas.
Arte censurado
Algunas de sus acciones tuvieron éxito en los últimos meses. El principal fue la anulación el pasado septiembre de la exposición Queermuseum, en Porto Alegre y Río de Janeiro. Defendían que estimulaba la pedofilia y la zoofilia.
En seguida movilizaron las redes y las calles en contra de una performance en el Museo de Arte Moderna (MAM) de Sao Paulo en la que un hombre desnudo interactuaba con los asistentes. En un vídeo que viralizó se puede ver a una madre con su hija pequeña, que tocaba los pies del artista.
También consiguieron que se suspendiera en televisión un anuncio de jabón para lavadoras. Decía: "Vamos a reflexionar. Jugar a las casitas es cosa de niñas. Montar en patinete es cosa de niños. Esas reglas parecen cosa del pasado, ¿verdad? Deje a su hijo saltar y explorar con libertad".
Pero en los últimos días fracasaron. El Museo de Arte de São Paulo (MASP) presentaba en octubre la exposición Historias de la Sexualidad y, al contrario de lo que querían los conservadores, permite que menores de 16 y 17 años puedan verla acompañados de sus padres.
Pese a que 320.000 personas hayan firmado una petición, la filósofa Judith Butler estuvo en el Sesc y ofreció su discurso, tal y como estaba previsto.
Aun así, y aunque fueran pocos, los ultraconservadores se hicieron oír el pasado martes. Llevaban cruces, rosarios católicos, biblias y banderas de Brasil. Muchos pedían la dictadura militar. Relacionaban a Butler con la pedofilia y la zoofilia y rechazaban la “ideología de género”. Propagaban, además, el proyecto Escuela Sin Partido, que según dicen tiene el objetivo de evitar la ideologización de los niños y niñas –según expertos, se trata de un plan para censurar a los profesores-.
Everton Sodario, de 24 años, asegura que respeta “la sexualidad de las personas o el derecho de un hombre de vestirse de mujer”. Este abogado cuenta que defiende “a muchos transexuales”, a los cuales asegura referirse por “su nombre social”. Sin embargo, cree que “algunas bases de la sociedad tradicional deben preservarse”, como “la familia y la inocencia” de los niños y niñas. “No aceptamos que se difunda la idea de que un niño puede ser una niña. Y viceversa. Porque biológicamente es imposible. Hombres siempre serán hombres”, argumenta.
Douglas Garcia, de 23 años, cree a su vez que los progresistas “buscan la erotización infantil”. Y añade indignado: “Encima dicen que la pedofilia no es un crimen, sino una enfermedad”.
El gran finale sucedió cuando los manifestantes conservadores quemaron una muñeca de una bruja, que representaba a la filósofa, bajo la oración del Padre Nuestro. Sus adversarios recordaron entonces la inquisición de la Edad Media, cuando algunas mujeres eran quemadas.
“Brasil es un país conservador, contra la ideología de género. ¡Fuera, Butler!”, decían. “Hombre es hombre, mujer es mujer, ¡y aquí en Brasil tú haces lo que quieres!”, coreaban. También quemaron muñecos del expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso y del banquero George Soros, quién según ellos financia la izquierda y de la “ideología de género” en todo el mundo.
A favor de Butler
Desde el otro lado, grupos progresistas respaldaban a la filósofa. Contestaban a los gritos de protesta con un “Bienvenida Judith Butler y todos aquellos que defienden la igualdad de género”. Demandaban “más amor y menos odio”. Y enseñaban carteles con corazones que rezaban “Yo amo a quien quiera”.
"Vergonzosa es la ignorancia, es la violencia inmoral y es la intolerancia", dice el cartel de un manifestante a favor de Butler / Toni Pires
Marcio Black, politólogo y productor cultural, de 38 años, explica que el objetivo del acto era “garantizar que hubiera diversidad en las calles”. “Si ellos quieren censurar una conferencia, nosotros la amplificamos. Si quieren censurar una exposición, nosotros la vamos a poner en las calles”, argumenta. Opina asimismo que los conservadores quieren “utilizar la libertad de expresión para difundir un discurso de odio” por Brasil.
Marcia Crespo argumenta que “hablar de ideología de género es una tontería porque no existe. Lo que sí existe son las diferencias de género y no pasa nada que así sea”. A su lado, Roxy Weksler, 24 años, no tiene dudas: “Ellos dicen que se trata de una opción sexual. Pero no elegí nacer homosexual. Es una orientación. Hablan de paz y amor. Pero acaban de quemar a una muñeca de Butler. Enseñan la Biblia, pero se olvidan de la parte que debemos amar al prójimo como a ti mismo”.
La Policía Militar de São Paulo mantuvo los dos grupos separados y no hubo enfrentamientos físicos. Los actos terminaron dos horas después, sobre el mediodía.
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