Los culpables de todas las violaciones son los violadores. Esta frase es una obviedad, pero a veces no lo parece, ya que a menudo vemos casos en los que se culpabiliza a la víctima: por qué habló con esos chicos, cómo iba vestida, por qué iba sola a esas horas, seguro que bebió demasiado…
El último ejemplo lo tenemos en el juicio en Pamplona a los cinco hombres acusados de haber violado a una joven de 18 años durante los Sanfermines de 2016. La defensa ha preparado informes sobre la vida actual de la víctima, incluyendo su actividad en redes sociales, e incluso se le ha preguntado por qué no se resistió más. Como apuntaba Manuel Jabois en su artículo publicado el 15 de noviembre, se cuestiona lo que hizo la víctima antes, durante y después de la agresión.
No es algo exclusivo de los juicios: tanto en conversaciones privadas como en medios de comunicación a menudo se habla de la víctima como si fuera responsable, al menos en parte, de lo ocurrido. Se trata de un proceso ampliamente estudiado y del que se habla a menudo usando la expresión en inglés victim blaming.
En gran medida, se trata de un mecanismo de defensa de nuestro cerebro, como explica a Verne Vanesa Clemente, psicóloga especializada en trauma. Tanto la víctima como el resto de la sociedad “buscan una explicación a lo que le ha ocurrido”.
Se trata de lo que Sergio Ruiz Arias, profesor de psicología de la Universidad de Granada, nos describe como la teoría de las creencias en un mundo justo: "Al pensar que la responsabilidad es de la persona que ha sufrido la agresión, nos sentimos más seguros porque controlamos la situación y tenemos la convicción que a nosotros no nos va a pasar lo mismo". Es decir, creemos estar a salvo siempre que hagamos "lo correcto". "Esta creencia actúa de forma inconsciente culpabilizando a las víctimas, incluso cuando la víctima es uno mismo".
No es algo que ocurra solo con las agresiones sexuales. Por ejemplo, pasa cuando tenemos un accidente (“no tendría que haber cogido el coche”) o incluso cuando nos roban (“tendría que haber contratado una alarma”). Pero en el caso de una violación es más frecuente por dos motivos: primero, porque el hecho es más grave y tenemos una necesidad aún mayor de buscar respuestas, y segundo, porque vivimos en una sociedad que aún es machista.
El error de centrarse en la víctima y no en los agresores
Sonia Lamas Millán, psicóloga del Centro de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales (CAVAS), explica a Verne que esta culpabilización sigue muy arraigada socialmente: “En cualquier clase de violencia de género, la atención se centra en la culpa en la mujer”. Y pone como ejemplo las campañas de prevención y educación, que siempre se centran en lo que deben hacer ellas para evitar las agresiones: “Como debemos vestir, que no debemos ir con desconocidos...”.
Es decir, la única que parece obligada a hacer algo para evitar las agresiones es la mujer. “Las campañas se deben dirigir a la población vulnerable -sostiene-, pero también a los agresores potenciales” e incluso a la sociedad en conjunto, con el objetivo de “que no se tolere ningún tipo de agresión”.
Todo esto acaba configurando "un mensaje perverso", recuerda Lamas Millán. A las mujeres agredidas se les pide que denuncien, pero al culpabilizarlas “se las revictimiza, se ralentiza su recuperación e incluso pueden llegar a plantearse si ha merecido la pena poner una denuncia”, algo que, recuerda, no es fácil. Esto también puede provocar que otras mujeres se muestren reticentes a denunciar.
Además de eso, tras una violación y especialmente durante los juicios, “se intenta desviar la atención y poner el foco en lo que hizo la víctima", en lugar de hablar de lo que hicieron los agresores. Incluso, como en el caso del juicio a La Manada, se llega a poner en cuestión su recuperación, para cuestionar así la gravedad de lo ocurrido. Y eso a pesar de que esta recuperación debería ser un objetivo prioritario, como ocurre con cualquier otra víctima de cualquier otro suceso.
Como explica Clemente, se debe trabajar para “volver a la normalidad lo antes posible”. Se trata de un proceso gradual tras el que esa persona “no volverá a ser la que era. Tiene que aprender a vivir con eso que le falta, pero aun así estar a gusto consigo misma”. Lo que no ayuda nada es que a esa persona se la culpabilice también por el hecho de sentirse mejor.
La responsabilidad de los medios
El sesgo por el que tendemos a culpabilizar a las víctimas puede depender incluso de cómo explicamos lo sucedido. Según varios estudios de las psicólogas Laura Niemi y Liane Young, basta incluso con cambiar el sujeto de la frase para que cambie también nuestra interpretación de los hechos. Por ejemplo, tendemos más a culpabilizar a la víctima si leemos la frase “Lisa fue agredida por Dan” que “Dan agredió a Lisa”.
Es mas, según su trabajo, si la información publicada en medios se centra en los agresores y no en la víctima, no se la culpabiliza tanto. Es decir, no dar ninguna excusa para especular con lo que la víctima podría haber hecho para evitar lo que le ocurrió y poner el foco en lo que los agresores sí hicieron y nunca quisieron evitar. Incluso las informaciones que intentan despertar simpatía por la persona agredida tienden a incrementar esta tendencia a reprocharle a la víctima su comportamiento.
Y es que los medios de comunicación también influyen en este culpabilización. Como recuerda Sonia Lamas Millán, psicóloga del Centro de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales (CAVAS), a menudo seguimos viendo los mismos estereotipos sexistas "que perpetúan la cultura de la violación", en la que las mujeres se representan como objetos.
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