A todos nos enseñaron de niños a comer polvorones: se aplastan, se quita el envoltorio y, hala, a disfrutar. “¿Por qué hay que aplastarlo?”, preguntábamos. “Pues porque si no, se desmenuza y lo dejas todo perdido de migas”, nos contestaban. Además, era divertido.
Pero uno se hace mayor y, con la edad, empieza a poner en duda la autoridad y a experimentar, por lo que no es raro acabar comiendo algún polvorón sin aplastarlo antes. Para algunos, la textura y el sabor mejoran sin este amasado previo.
De aquí surgen pequeños debates navideños. Quienes aplastan los polvorones aseguran que es una tradición a mantener: “Mis padres me lo enseñaron que hay que aplastar los polvorones. ¡Y mis hijos aplastarán los polvorones!”. En cambio, quienes los prefieren tal y como salieron de fábrica opinan que así se aprecia mejor el producto, aunque luego haya que barrer.
Por cierto, un inciso:
Siguiendo la tradición de grandes dudas respondidas por Verne, hemos querido dar una respuesta fundada a este debate, así que hemos llamado a La Estepeña, San Enrique y Felipe II, fabricantes de polvorones y otros dulces navideños. Nos han explicado dos cosas:
1. El consumidor es libre para comerse el producto como más le guste, ¡solo faltaría! Si lo quiere aplastar, que lo aplaste. Si no, pues no. Lo importante es que disfrute el producto y repita.
2. Pero, en fin… Er… Lo cierto es que… No debería aplastarse. O, mejor dicho, no debería hacer falta.
Lo aclara (con humor) José María Galván, responsable de comunicación de La Estepeña: “Ponemos nuestro empeño en fabricar este producto desde hace más de 200 años, con el punto de horneado adecuado para que tenga la mejor textura y con la cantidad de azúcar glas justa por encima… Que después se destroce de esta manera, para nosotros, como fabricantes, no resulta agradable”.
De hecho, tanto Galván como Pedro Toro, gerente de San Enrique, coinciden en que si el polvorón es bueno, no hace falta aplastarlo para que no se desmenuce: “Siempre será un producto con un poco de inconsistencia -explica Galván-, pero debería poder cogerse sin que se deshaga”. De hecho, es bueno que se rompa un poco, ya que eso significa que tiene una cantidad adecuada de grano de almendra.
Eso sí, si no se puede comer sin que se convierta en un montón de migas, tendremos motivos para sospechar que se trata de un producto de baja calidad, fabricado con demasiada harina para abaratar costes.
Conclusión: podemos hacer lo que nos dé la gana; no va a venir la policía del mantecado a multarnos. Pero cada vez que aplastamos un polvorón, hacemos llorar a un confitero.
¿Qué diferencia hay entre un polvorón y un mantecado?
Ya que teníamos al teléfono a expertos en dulces, hemos querido saber, de una vez por todas, cuál es la diferencia entre el polvorón y el mantecado.
Primero, la forma: “El mantecado es redondo y el polvorón es ovalado”, explica Pedro Toro, gerente de San Enrique. Segundo, los ingredientes: “El polvorón se hace con almendra y el mantecado lleva canela”, dice José María Galván, responsable de comunicación de La Estepeña. El polvorón también suele llevar por encima azúcar glas.
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